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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Nuestro gerrymandering criollo

La reforma electoral, próxima a entrar en vigencia, tiene elementos importantes para la construcción de un sistema electoral democrático: el cambio del método de adjudicación de escaños de D’Hondt a Webster para una mayor proporcionalidad entre el % de votos y el % de escaños; y, el fin del voto entre listas para incentivar el sufragio con un mayor razonamiento ideológico. Sin embargo, la reforma tiene un tema aún pendiente: la eliminación de la artificial subdivisión de las circunscripciones electorales.

En 2009 entró en vigencia el Código de la Democracia que era parte sustancial de la agenda legislativa del Gobierno de la Revolución Ciudadana. La norma introdujo la novísima figura de la subdivisión de las circunscripciones electorales lejana a nuestra división político administrativa.

Sus autores aseveraron que el objetivo era evitar la concentración territorial de la representación. No obstante, los resultados de las elecciones generales de 2013 y 2017 probaron que esta artimaña configuró la sobrerrepresentación de un movimiento político hegemónico en perjuicio de las diversidades y las minorías.

Enhorabuena, la objeción parcial a la reforma electoral sugiere la eliminación de la subdivisión de las circunscripciones electorales. Sus opositores han señalado que el veto sería inconstitucional -de forma- pues incorporaría una materia no tratada en los debates legislativos; sin embargo, así sobreviviría una ficción inconstitucional -de fondo- que viola frontalmente la Constitución que afirma que nuestro sistema electoral tiene que ser conforme los principios de proporcionalidad.

Desde inicio del siglo XIX, la ciencia política apodó a la manipulación de las circunscripciones electorales para beneficiar a un grupo político como gerrymandering. Los índices de desproporcionalidad como Loosemore y Hanby advierten esta incoherencia de nuestro actual sistema electoral.

Ante la previsible ausencia de un ganador absoluto es preferible un sistema que garantice múltiples ganadores parciales; pero, también, un sistema plenamente democrático que visibilice las diversidades, las minorías y la pluralidad política de nuestra sociedad. (O)

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