Sociedades contemporáneas de Occidente especialmente, gracias a acuerdos amplios y decisiones políticas, fortalecen las bases de la democracia como sistema político que antepone al pueblo en su calidad de supremo mandante, controlador de los gobernantes, lo que significa colocar los intereses nacionales por encima de los de determinada tienda política o de específicos sujetos políticos u otros representantes de grupos de poder.

Esto favorece la construcción de la libertad, también supone el funcionamiento en equilibrio de las diferentes funciones del Estado, lo que es lo mismo, la activación de los pesos y contrapesos, para que ninguna se sobreponga a otra, ni actúe fuera de los límites previstos.

A propósito de la lucha por la libertad, recordemos que el 24 de mayo de 1822 los patriotas independentistas dieron fin al colonialismo español en lo que hoy es la República del Ecuador; la Batalla de Pichincha se convirtió así en un episodio inapreciable de la historia continental. Pero es necesario señalar también que este proceso solo pudo concretarse cuando las élites y el pueblo se juntaron con un claro propósito.

Hoy, 197 años después, la brega por condiciones fundamentales de convivencia digna y pacífica continúa vigente, particularmente en nuestro país. Incluso en período democrático, bastó solo una década para que las incipientes libertad e institucionalidad hayan quedado seriamente minadas por el nefasto correato, sus secuelas se sienten por doquier y nos afectarán por un largo tiempo; sin embargo, por fortuna, ante tan pavoroso panorama, el gobierno de turno ha asumido decididamente retos enormes y complejos, de esta forma, con respeto a las otras funciones y con la fuerza que le dio el pueblo en la consulta de febrero de 2018 que, entre otras cuestiones, requiere acuerdos con diversos sectores -los “factores reales de poder”, como diría Ferdinand Lassalle en 1862-, para exterminar la corrupción, construir instituciones que sostengan la democracia y, garantizar los derechos.

A la sazón, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio, legitimado por el soberano y presidido por ese enorme personaje como lo fue Julio César Trujillo V., ha contribuido patrióticamente escribiendo un episodio sustancial de la vida republicana. Empeños como estos convocan a gobernantes y base social para avanzar, de allí que se requiere aquilatar los esfuerzos realizados e impulsar las acciones pendientes para alcanzar la libertad en sus más delicadas aristas.

Todos estamos convocados a ponernos de acuerdo y actuar en esta nueva y crucial faena nacional. La lucha por la libertad continúa. (O)