Unidas en sororidad por una democracia sin violencia política
Las mujeres de mi vida son irreverentes, atrevidas; hablan alto y recitan poesía. Pueden ser fuertes, pero a la vez bondadosas. Las admiro por su lucha, casi siempre desconocida y silente, pero sobre todo solidaria. Mi madre tiene estos atributos y muchos más. Cuando en 2009 conocí a Diana Atamaint en la Asamblea Nacional, en silencio solía compararla con mi madre, por una poderosa razón: su solidaridad a prueba de todo.
Diana Atamaint es hoy la Presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE). Esa dinámica que nos juntó como asambleístas, la retomamos para liderar una causa más grande; esta vez, asegurarle a las niñas del Ecuador que pueden ocupar el espacio político que quieran, que sueñen con ser alcaldesas, legisladoras, presidentas... porque es la única forma de tomar también las decisiones que afectarán su futuro.
La equidad de género se lucha todos los días. Lo hacen las mujeres taxistas, transportistas, las empresarias, las mujeres policías, obreras, campesinas y bomberas que se levantan todos los días a trabajar, las que se ponen un uniforme que rompe estereotipos.
En esta ocasión, en el tema de paridad, la equidad de género la peleamos las lideresas de Amazonía, Sierra y Costa para lograr que se aprueben las reformas al Código de la Democracia. Fue un proceso de sumarnos a la campaña del CNE con Diana a la cabeza, identificarnos como hermanas y unirnos en sororidad por todas las mujeres del país.
¿Cómo nació todo? Tras ser electa viceprefecta del Guayas en marzo del 2019, pude conocer de cerca a las demás viceprefectas del Ecuador. Con pocos meses en funciones, me sorprendió que el punto de encuentro de las conversaciones que tuvimos era la violencia política que recibían de sus binomios hombres: amenazas, falta de funciones claras, delegaciones de adorno, el impedimento de participación en toma de decisiones, retiro de sus unidades de transporte, equipos de prensa y demás herramientas necesarias para una gestión eficaz.
El Estudio Violencia Política Contra las Mujeres en el Ecuador, que realizó este año ONU Mujeres junto al CNE y fundación Esquel, lo dice todo: “La descripción de la violencia que viven las mujeres en el escenario político es abrumadora” y remata “la paridad en las condiciones actuales no está siendo eficaz para garantizar la participación política de las mujeres”.
De igual manera, las últimas elecciones nos revelaron que la paridad era una utopía en nuestro país. A pesar de que en la Constitución de 2008 se recoge la necesidad de garantizar criterios de equidad de género, en la práctica no se cumple. Según estadísticas del CNE a escala nacional, las autoridades electas tuvieron un índice de participación del 27% para mujeres frente a un 73% para hombres. De eso, las mujeres lograron cuatro prefecturas de 23 provincias, 18 alcaldías de 221 cantones, 292 concejalías urbanas de 443 parroquias urbanas y 114 concejalías rurales de 864 parroquias rurales. En todos los espacios, menos de la mitad.
Con este panorama desalentador, me dije internamente: me niego a que Ecuador tenga que esperar más para que la mujer sea visibilizada en sus territorios. Porque las necesidades en las comunidades no esperan y las mujeres en política atienden con pasión a su gente.
Así fue como junto a las viceprefectas del país organizamos varios encuentros para respaldar estas reformas que propusieron desde el CNE. Según la Ley Orgánica Electoral y de Organizaciones Políticas de la República del Ecuador (Código de la Democracia), en el artículo 4 menciona sobre sus principios de proporcionalidad, igualdad del voto, equidad, paridad y alternabilidad entre mujeres y hombres. El CNE como parte de las propuestas para las reformas para el Código de la Democracia propuso implementar la obligatoriedad de participación de la mujer en elecciones e incluir un artículo para sancionar la violencia política de género.
Hicimos campaña en redes, volcamos nuestros esfuerzos en que este tema tan importante para la mujer ecuatoriana se debata en todos los espacios posibles. Hicimos cuatro viajes a Quito, dentro de una agenda apretada, donde cada vez contábamos con menos presencia de nuestras lideresas, pues el miedo de los binomios se empezaba a sentir y negaban todo permiso para que ellas pudieran acudir. ¿Cobardía?
De mi parte estuve presente en cada cita, hasta el martes 3 de diciembre de 2019 cuando el Pleno de la Asamblea Nacional aprobó las reformas al Código de la Democracia. Nos abrazamos en celebración con Diana, pues entre los cambios más importantes de esta norma aprobada establece que las mujeres debemos encabezar el 50% de las listas pluripersonales y un artículo para establecer sanciones además de control para la violencia política de género. Día histórico que resume esta lucha.
Juntas hicimos posible lo que parecía imposible, que el Ecuador le diga sí a la democracia con equidad y no a la violencia política de género. Ahí la frase de que con tacones o sin tacones, con pantalones, faldas o anacos las mujeres exigimos que se respeten nuestros derechos políticos. Las mujeres merecemos ese espacio de igualdad, respeto y participación en una verdadera democracia.
Con esta victoria demostramos que la mejor arma que tenemos las mujeres es permanecer juntas, ser portavoces de la denuncia y fortalecernos para responder a la violencia política. Esto es por Cumandá Guevara en Pastaza, por Delia Caguana en Chimborazo, por Thalía Cabrera en Morona Santiago... y por cada mujer que aún libra batallas. Ella tiene que saber que no está sola, sino junto a otras. La sororidad nos hace invencibles. (O)