Los dirigentes prevén aportar con la recolección de 50.000 rúbricas
En Posorja el apoyo al Yasuní es cuestión de confianza
La captura y comercialización de pescado, y desde unos meses de la medusa conocida como aguamala es la principal actividad en Posorja; pero desde hace un mes llegó el Yasuní a la playa. Un grupo de pescadores recoge firmas para convocar a una consulta popular de apoyo a la explotación del ITT.
La Asociación de Armadores Pesqueros de Posorja resultó pequeña. Es una casa esquinera, de 2 pisos frente al mar. Desde allí se divisaban las pequeñas lanchas que llegaban con la faena del día.
Todos buscaban guarecerse del potente sol que golpeaba a las 11 de la mañana de un sábado. Los pescadores lucían ansiosos, estaban orgullosos de presentar lo que parecía su más grande pesca: 7.000 firmas.
Las más preocupadas eran 2 mujeres. Sobre ellas recaía la organización, porque son el brazo derecho del presidente de la Asociación, José Zambrano.
Las féminas no cesaban en sus actividades: entregaban camisetas y gorras blancas con la leyenda “Yasuní sí”, escritas en letras grandes, legibles a la distancia, y acompañadas del logo de Amazonía Vive, del grupo conformado por 29 alcaldes amazónicos que presentaron la pregunta.
La mayoría de asistentes eran mujeres. “Me sacaron de la cocina para venir a apoyar, así que por lo menos tienen que darme una camiseta”, se quejaba una de ellas. Era cerca del mediodía y la rueda de prensa, convocada para las 11:00, no empezaba.
En el interior del local había una mesa grande copada por los formularios con las 7.000 firmas. Cuando el sol estaba justo arriba de Posorja los dirigentes se sentaron. Allí estaban Pepe Cevallos y José Castro por los pescadores artesanales, y Jahaira Zambrano, alterna del concejal electo de Guayaquil Carlos Luis Morales.
Entonces vinieron los discursos de rigor. “Vemos la obra, en nuestro caso nadie se había acordado de Posorja, todavía nos falta mucho pero ya tenemos un bello carretero de acceso que hizo el Gobierno”, dijo Cevallos.
Él era el que más hablaba. Si el Presidente dice que es buena la explotación, para ellos es suficiente, exclamó en tono firme.
El Yasuní no está cerca de las playas de Posorja, pero la vinculación con Amazonía Vive surgió hace más de un mes por el contacto que estableció el representante jurídico de la organización, Christian Bernal, con una central de PAIS en Guayaquil.
Terminaron los discursos e iniciaron las fotografías de recuerdo. Dirigentes, pescadores, madres de familia y niños posaban frente a una gran pancarta de Amazonía Vive, que cubría casi los 2 pisos de la casa contigua a la de la asociación.
No todos los involucrados en la recolección de firmas estaban. Algunos se hallaban justamente recogiendo rúbricas en distintos puntos de esta parroquia de Guayaquil.
Había que irlos a ver, a darles ánimo, a visitarlos. Los dirigentes se subieron a carros particulares para darles alcance. En Esparsincorp, empacadora de medusas que se exportan a China (en Ecuador nadie come aguamala) estaba Marisela Arana, supervisora del lugar.
Ahí trabajan cerca de 40 mujeres. Como suele suceder a diario, ellas limpian y descabezan la medusa que un par de hombres desembarcan por gavetas de camiones procedentes de la playa.
Mientras algunas mujeres entraban, todavía sin ponerse los guantes para empezar la jornada, Arana comentaba a sus compañeras sobre las firmas, mientras anotaba la hora de ingreso de cada trabajadora.
Ella tenía en sus manos el formulario entregado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), una pluma azul y una esponja con tinta para que pongan la huella digital y de esta manera garantizar la validez de las rúbricas.
La explicación fue un poco difícil. En este lugar, como en la playa, las personas no entendían bien qué es el Yasuní, pero firmaban basadas en la confianza del peticionario.
Eran mujeres las encargadas de este trabajo, pero lideradas por Pepe Cevallos. Con la recolección de firmas el Gobierno ha demostrado que industriales y artesanales sí pueden trabajar juntos, mencionaban los pescadores, puesto que había la creencia de cierta rivalidad.
Posorja queda en Guayas, pero Cevallos es manabita. Se ha ganado el cariño de la gente y por eso visitaba las casas de las personas con mucha confianza.
Así lo demostró ese sábado. Al hogar de la familia Rivera Medina ya llegó de tarde, se bajó de su reluciente camioneta roja y se sentó en una de las 2 hamacas de piola negra que estaban en el exterior.
Allí se encontró con Sabina Tumbaco, una joven de 25 años, considerada el segundo brazo derecho del industrial. Su trabajo es coordinar la carga y administrar sus embarcaciones.
A Sabina se le asignó la recolección de rúbricas en una de las cuadras del barrio 25 de Julio. Cuando Don Pepe le dio alcance, estaba en la casa de una numerosa familia.
Con emoción los Medina Rivera, en especial las mujeres, recibieron a Don Pepe, amiguero y jocoso por excelencia. Las cualidades que necesita un líder de parroquias como Posorja. La visita también fue una buena oportunidad para que Don Pepito, como le dicen de cariño, les asegure alguna ayuda o trabajo.
Entre bromas Don Pepe dijo que acepta a las mujeres siempre y cuando tengan hasta 2 niños y que sean de la edad suficiente para ir a la guardería. Ellas se sonrojaban y él respondía con una explicación sobre el Yasuní.
“Vengan todos que tenemos que apoyar, dice Don Pepe que también nos va a beneficiar a nosotros. Papi usted primero, que es la cabeza de familia”, grita una de ellas.
Entre risas le insistió al industrial: “No se olvide de nosotros”. Y él inmediatamente respondió con un anuncio: Desde esta semana inicia la entrega de pescado gratis a toda la cuadra.
“Esta chica que ustedes ven aquí -Sabina- tiene la orden de separar 2 gavetas de pescado y las reparta en esta cuadra, así lo iremos haciendo con diferentes barrios”, detalló Zambrano.
En Posorja las mujeres, por costumbre y sobre todo por necesidad, se acercan a la playa para que los operadores de las lanchas, que llegan de faena, les regalen pescado o camarón. “No nos dan. Nos humillan para más de regalarnos un pescadito”, reclamó Mercy Almeida al empresario.
Los ojos de la mujer estaban humedecidos. Don Pepe la escuchó atento, sentado en la vereda de la casa de la mujer y emitió la orden, dirigiéndose a Sabina, que controle el trato de sus trabajadores con el pueblo.
Además del pescado, todos querían camisetas y gorras de las que lucía el industrial. Varias veces se despojó de su vestimenta, quedándose con el torso desnudo, para hacer efectivo el regalo. Era una espontaneidad que a la gente cautiva.
Cuando uno va a pedirle ayuda, nunca dice que no; por eso, lo que necesite, es una orden; si él dice que es bueno, seguro así será. Esa es la respuesta que se ofrecía en Posorja cuando se preguntaba por Cevallos.
En la playa la locación cambió, pero los diálogos son parecidos. Tanto el industrial como el presidente de los pescadores artesanales, José Castro, saludaron con sus trabajadores. “Vengan, chicos, los que faltan de firmar hagan una fila porque con este dinero también se harán obras para nosotros”, les indicaban. Y esa es la rutina diaria para llegar a las 50 mil rúbricas de apoyo en esta parroquia guayaquileña.