Los habitantes confían en que El vicealcalde, Eduardo Proaño, saque de la pobreza al cantón
En Muisne toman agua de lluvia (GALERÍA)
El retraso en infraestructura, servicios básicos y fomento productivo que vive Muisne, es de décadas con respecto al territorio continental. El brazo de mar que separa a la isla del continente diariamente inunda a los barrios y no es raro que los pescadores ‘estacionen’ las embarcaciones junto a sus viviendas.
En la isla esmeraldeña la mayoría de familias aún se abastece con agua de pozo, que mezcla con la lluvia para aliviar el sabor a sal y vuelve potable con cloro.
El agua que obtienen del pozo, en ocasiones, es tan salada que ni siquiera les sirve para bañarse o lavar la ropa. “Paúl Vélez (exalcalde detenido como presunto autor intelectual del asesinato de Walquer Vera) dice que es agua potable y que se puede tomar. Yo quisiera brindarle un vasito para ver si no se enferma”, cuestiona Zaida Arroyo (38 años), cuyo sustento es la venta de las conchas que extrae del manglar junto a sus vecinas. La única forma de obtener agua apta para el consumo es comprando a $ 2,50 el botellón.
La población tiene tres demandas urgentes: agua potable, alcantarillado y la construcción de un puente que sustituya a la vieja gabarra que hoy es su nexo con el continente.
Una ciudad bajo el agua
Solo la calle principal, que atraviesa la isla desde el muelle hasta la playa y luce como un bulevar, y dos avenidas paralelas no se afectan cuando se presenta un aguaje, mientras que el resto de la población debe lidiar permanentemente con el agua hasta la cintura cuando la marea sube.
En las horas de marea baja, en barrios como El Progreso o La Florida solo se observa lodo, sobre el cual se levantan casas de caña y solo algunas sostenidas por columnas de hormigón. Por allí surgen cientos de diminutas jaibas que no distinguen entre el centro poblado y la playa.
Los niños caminan descalzos, acostumbrados al barro pegajoso que forman la arena y el mar. En ese medio también crecen animales como cerdos y vacas, que sirven de sustento a las familias.
El viernes pasado, Carmen Rosado (26 años), del barrio El Progreso, se lamentaba porque cuando llevó a su hijo mayor a la escuela, cargándolo sobre su espalda para evitar que se mojara, él cayó al agua enlodada que rodeó su casa.
Paúl Vélez, quien el 23 de marzo pasado no logró reelegirse en representación del partido Avanza, dejó a medias la construcción de una vereda de casi un metro de altura que permitiría a las familias salir hasta el centro de Muisne sin mojarse. Esa fue una de sus promesas cuando asumió la Alcaldía en septiembre de 2012, luego de promover la destitución de Ángel Bernal por supuestos actos de corrupción.
A eso se suma la ausencia de alcantarillado y de un sistema adecuado de manejo de desechos. En los barrios más pobres cada familia cuenta con un pozo séptico, pero en general, todos los desechos que se producen en Muisne van directamente al mar. Y los desechos sólidos se depositan en un lote baldío en el área continental, sin ningún tipo de procesamiento o control sanitario. En la isla, enfermedades como la malaria, el dengue o una simple diarrea son constantes, pues las familias acumulan el agua en baldes.
Caos por amenaza de tsunami
El 1 de abril pasado, un terremoto en Chile desató una alerta de tsunami en todo el perfil costanero. Esa noche el caos se apoderó de Muisne. “Usted no sabe lo que vivimos aquí con esa gabarra. Unos cayeron al agua, otros corrieron sin zapatos, era un desastre. Las lanchas exigían que pagáramos para llevarnos al otro lado. De dónde íbamos a sacar dinero en esa emergencia, parecía que nos decían ‘mueran ahí’ y no nos quisieron pasar. Si tuviéramos el puente cogeríamos un triciclo o la gente correría y saldría de aquí”, relató Adela Montesdeoca (50 años).
Aunque el desarrollo de Muisne es bastante limitado, solo fue posible con la gabarra. Quienes bordean los 35 años recuerdan que cuando niños la ciudad solo contaba con triciclos y que frente a una enfermedad, era necesario cruzar al continente para acceder a medicinas.
En diciembre pasado, previo a la campaña electoral, una obra mal planificada en la parroquia rural de Bolívar, hizo que el exalcalde Vélez enviara una de las dos gabarras con equipo caminero. El exceso de peso ocasionó que se hundiera y hasta ahora está bajo el agua.
La única gabarra que actualmente transporta a los muisneños y turistas es la que donó la Armada del Ecuador en mayo de 2012, una vez que se inauguró el puente Bahía de Caráquez-San Vicente, en Manabí. De ahí que su deterioro es evidente y el costo es alto, pues un vehículo pequeño debe cancelar $ 5 por ida y vuelta.
El asesinato de Walquer Vera, quien debía asumir la Alcaldía el 14 de mayo, menoscabó la esperanza de la gente. “Nos iba a sacar de esta pobreza. Nos duele porque la gente confió en él”, se lamenta Zaida.
Ahora el reto es de Eduardo Proaño, el concejal electo como vicealcalde para que sustituya en el cargo a Vera. “Con Walquer ya teníamos todo definido y presupuestado. En Muisne no se ha hecho nada, tenemos que empezar poniendo la casa en orden”, sostiene el muisneño de 33 años.
LEA MAÑANA
El nuevo Alcalde recibió una institución desmantelada. Eduardo Proaño enfrenta tres grandes retos.