Ataúd reposa en una sala
El último héroe de Perú no puede descansar en paz
Cerca del mediodía, Julia Panta volvió a intentarlo. Ya sin ánimo, golpeó por tercera vez la puerta de la Cripta de los Héroes, la construcción funeraria que guarda los restos de quienes, por su labor al servicio del país, fueron declarados como insignes peruanos.
Fue en vano. Nadie abrió la puerta de la construcción ubicada en el cementerio Presbítero Maestro. Panta dio la vuelta para encarar la triste circunstancia: detrás suyo, una decena de excombatientes del Cenepa cargaba un pequeño ataúd blanco con los restos del mayor Luis Alberto Rojas García, el último héroe de Perú.
Es 29 de enero y hace calor en Lima. El grupo que carga el ataúd no se inmuta bajo el sol, ni bajo el desplante que el Ministerio de Defensa, encargado de rendir los honores más altos a un héroe nacional, acaba de hacer. Entonan, a cambio, todos juntos el himno ‘Los Gigantes del Cenepa’ para darse ánimos mientras tratan de entender por qué el país, por el que Rojas García dio la vida, ahora solo les muestra las espaldas.
Hace 21 años, también un 29 de enero, el mayor Rojas encabezó el ataque aéreo de un grupo de helicópteros hacia tropas ecuatorianas, desplazadas en el Alto Cenepa. Piloteando un helicóptero que no era de combate, el mayor Rojas no pudo esquivar los misiles que desde tierra repelían su ataque. Una bola de fuego cortó el horizonte y fue a estrellarse en lo más hondo de la selva.
A más de una década del hecho, en 2006, Julia Panta, viuda del héroe, logró que el Estado reconociera como heroica la acción en la que su esposo perdió la vida, otorgándole la mayor jerarquía peruana para un acto de esta categoría. Este reconocimiento incluyó la orden de que sus restos fueran depositados en la Cripta de los Héroes, junto a los de Miguel Avelino Cáceres, Miguel Grau, Francisco Bolognesi, entre otros insignes peruanos.
Pero aún así, el Ejército de Perú no cumplió con lo ordenado. Fue necesario que Julia Panta demande al Estado para exigirle el cumplimiento de lo dispuesto por la ley.
En 2012, el Poder Judicial ordenó al Ministerio de Defensa que fijara la fecha del traslado de los restos del mayor García Rojas. Cuatro años después, el pasado viernes 29, fecha pactada para su ingreso al nicho de los héroes, no hubo ningún representante del Ministerio, el Ejército o la Presidencia.
Hoy, el sarcófago blanco ocupa la sala en la casa de Julia Panta. Reposa ahí hace una semana. El Ministerio de Defensa ha dicho que la ceremonia fue cancelada debido a la circulación de invitaciones no oficiales que ponían en peligro a los invitados del alto mando militar.
Panta, quien realizó unas 50 esquelas para invitar a sus familiares más allegados, señaló su confusión: no entiende por qué no le anticiparon la cancelación y la hicieron cargar los restos de su marido de un lado a otro. (I)