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El peligro de estos mecanismos es que se conviertan únicamente en una herramienta de comunicación política

Ecuador, Bolivia y Venezuela tienen las constituciones más participativas

En las elecciones pasadas en Uruguay, el país que más ha celebrado consultas por iniciativa ciudadana, se decidió sobre la imputabilidad de los adolescentes. Foto: Archivo.
En las elecciones pasadas en Uruguay, el país que más ha celebrado consultas por iniciativa ciudadana, se decidió sobre la imputabilidad de los adolescentes. Foto: Archivo.
06 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Política

La llegada de la izquierda al poder en América Latina significó un aumento de los mecanismos de participación ciudadana en la región. En ese marco, Ecuador, Bolivia y Venezuela, que como parte de este proceso celebraron asambleas constituyentes, son los países con una Carta Magna más participativa.

Ese fue uno de los ejes del primer día de la conferencia ‘Democracia participativa e izquierdas’, que inició el martes pasado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en Quito. Expertos de Venezuela, Alemania, Brasil, Uruguay y México analizaron esta temática en un foro con escasa participación. En el auditorio estaban poco más de 10 personas.

La uruguaya Alicia Lissidini ha hecho un estudio de las reformas constitucionales de América Latina, desde que la región superó las dictaduras militares y retomó la democracia. En todos esos cambios, en unos casos más y en otros menos, se han incorporado mecanismos de participación ciudadana.

Hay 3 tipos de participación ciudadana: la proactiva, que se presenta para promover una ley o reforma; la reactiva, que busca derogar una norma o política, y la relacionada con el referéndum, que es la consulta al pueblo en determinada situación, por ejemplo aprobar una nueva Constitución.

En esa división, Ecuador cumple los 3 ítems, al igual que los países andinos antes citados.

Lo contrario ocurre en países del Cono Sur, como Chile y Argentina, que tienen constituciones hechas por las antiguas dictaduras militares. Y aunque estas cartas magnas han sido modificadas parcialmente, la participación aún es pobre.

Una excepción representa Uruguay. Allí, para evitar el hiperpresidencialismo, se prohibió al presidente convocar referendos. Sin embargo, el país tiene mecanismos de iniciativa popular que lo han convertido en el Estado latinoamericano que más ha usado esta herramienta.

Lissidini contó la experiencia uruguaya. Los sindicatos evitaron, en el auge del neoliberalismo, las privatizaciones. Esa fue la ventaja que tuvo Montevideo. Lo contrario ocurrió en la vecina Argentina, donde Carlos Menem privatizó casi todas las empresas públicas, pese a las protestas, y sin que nadie lo detuviera porque no hay allí mecanismos de participación ciudadana. “Déjenme hacer”, pidió en aquella época el presidente argentino, recordó Lissidini.

Si el neoliberalismo dejó a un lado la participación, la izquierda la retomó. Muestra de aquello son las experiencias mexicana y brasileña. Wagner Romao, de la Universidad Estadual de Campinas, manifiesta que con la llegada al poder del Partido de los Trabajadores (PT) se doblaron las iniciativas de participación ciudadana. En Brasil existen consejos y conferencias que más bien son espacios de diálogo con la ciudadanía,  o entre el gobierno federal y los Estados.

En ese sentido, los temas de salud, educación y derechos de los niños son los que más han convocado estos encuentros, cuyas conclusiones no son vinculantes.

En total se han organizado alrededor de 30.076 consejos de participación, que son los mecanismos más básicos.

Algo parecido ocurrió en México DF, donde la alcaldía, liderada por el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), promovió la participación ciudadana.

Andrés Manuel López Obrador aprobó una ley local sobre esto, y su sucesor, Marcelo Ebrard, presentó el mecanismo más exitoso: la formulación de un presupuesto participativo para la ciudad.

Así lo contaron Luis Fernández y Emiliano Rosales, de la Asociación Participando por México.   

Ciento cincuenta mil personas intervinieron en los debates sobre el presupuesto para 2014. Su opinión incidió en el reparto de al menos $ 60 millones. Es la iniciativa más exitosa porque las otras, como el referendo, enfrentan obstáculos institucionales muy difíciles de superar.

Y esa es una de las dificultades para aumentar la participación ciudadana en la región. Todos los conferencistas proponen bajar el número de firmas que se deben recoger. En México, por ejemplo, debido a su numerosa población, una iniciativa requeriría más de 2 millones de firmas, lo que demanda recursos que solo podrían afrontar instituciones.

A eso se añade que los referendos pueden ser promovidos por el legislador, por lo que resulta más fácil conseguir un padrino que convocar a la ciudadanía.

Todos concordaron en que la participación ciudadana mejora las democracias porque las vuelve más transparentes y conecta a los gobernantes con los ciudadanos. Y ese es un pedido que se da en todo el mundo, desde las manifestaciones de junio pasado en Brasil y Turquía, hasta los indignados españoles y los Ocupa de Wall Street.

Ahora hay un problema que fue advertido por los panelistas: que estos mecanismos se conviertan en una herramienta de comunicación política, es decir que sean usados por los gobernantes para ganar legitimidad o refrendar sus decisiones.

Por ejemplo, los uruguayos fueron consultados en las recientes elecciones para bajar la edad de imputabilidad (de 18 a 16 años). Acosados por la inseguridad, grupos de derecha promovieron esta idea.

Al principio las encuestas vaticinaban un rotundo triunfo del sí, pero al final venció el no gracias a la activa participación de los jóvenes, contó Lissidini.

El otro punto es que no se puede preguntar todo. El alemán Wolfang Merkel, de la Berlin Social Science Center, excluye los derechos de las minorías. En ese marco presentó el caso de Suiza, un país europeo famoso por su democracia participativa.

Allí se ha consultado sobre los derechos de los migrantes, recientemente. Y hace un año se preguntó sobre la prohibición de minaretes, las tradicionales torres de las mezquitas. En ambos casos ganó el sí, lo que escandalizó a la propia Unión Europea y organismos de derechos internacionales. Iniciativas similares están siendo promovidas en Reino Unido y Francia. Por eso Merkel advierte sobre las restricciones que deben tener las consultas para evitar las tiranías de las mayorías.

Al final surgió el caso ecuatoriano, pese a que los organizadores habían dicho que el tema era general, desde una perspectiva latinoamericana y europea.

La coyuntura saltó con Francisco Carrión cuando le preguntó qué consejo daría a Rafael Correa en el tema de la consulta popular sobre la reelección. Merkel dijo que probablemente sería despedido si fuese asesor presidencial porque se opone a largos períodos en el poder. Incluso criticó a Helmut Kohl, quien fue canciller de Alemania por 14 años. Su argumento es que la excesiva continuidad aumenta la corrupción y disminuye la transparencia. Lissidini fue más contundente. Para ella, Correa no debe presentarse en 2017, como tampoco debió hacerlo Evo Morales, ni Hugo Chávez en su momento. “La renovación de las élites políticas es un concepto de las izquierdas”, concluyó.    

Datos

En casi todos los países de Europa Occidental, los mecanismos de democracia directa registraron una concurrencia de votantes inferior a la de los comercios parlamentarios.  

En Europa, cuanto más frecuentes son los referendos, mayor se torna la diferencia de participación entre las elecciones nacionales y los mecanismos de democracia directa, salvo Suiza que es la excepción.

En Suiza, solo el 10% de las iniciativas populares tiene éxito, mientras que los referendos de los partidos de gobierno logran el 60% de aceptación.

La mayor influencia de los partidos en los referendos se registra en Suecia, Gran Bretaña, Países Bajos y Austria. En los países europeos, los partidos tienen una incidencia alta o extraordinariamente alta. En Europa actualmente existe en las consultas una tendencia conservadora populista.

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