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Bonil: “La caricatura es arte y periodismo”

Sociólogo, caricaturista, autor de nueve libros, ganador de 17 premios nacionales e internacionales.
Sociólogo, caricaturista, autor de nueve libros, ganador de 17 premios nacionales e internacionales.
Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
10 de junio de 2018 - 00:00 - Carla Maldonado

Sus dos perros alborotan el cálido ambiente de su casa en Tumbaco. En una pared de la sala está un óleo de él del pintor Christian Mera. También una caricatura de su padre, el periodista Gonzalo Bonilla, fallecido hace más de 30 años. Xavier Bonilla, llamado Bonil, conversó con Diario EL TELÉGRAFO sobre su participación en el Oslo Fredom Forum Human Rights Fondation y sobre la caricatura y la política.

¿Cuál fue la acción que presentó en el Foro de Oslo la semana pasada?

Mi acción fue colectiva, hice un mural con la caricatura de Maduro, Cabello y un militar que representan la “dictadura” en Venezuela. Se veía a Maduro pateando a la gente, con niños y equipaje, que representaban  a la diáspora venezolana. Todo estaba cubierto con papelitos, eso significa que ese Gobierno tapa todo. Y los activistas de Oslo sacaron esos papelitos y develaron lo que ocurre en ese país.

¿Cómo es la relación entre la caricatura y la política?

La caricatura es un matrimonio antiquísimo, cuyas pelas conyugales han sido escuchadas siempre por todo el barrio. Unos las disfrutan, otros se disgustan de la relación. Pero nunca dejará de ser un lenguaje para expresar puntos de vista, percepciones y transmitir subjetividades.

¿El humor gráfico puede ser objetivo?

No. Es una información. Parte de ella para dar una percepción, el lector aplica también su subjetividad para recibir ese mensaje.

¿El ambiente para opinar o dibujar cambió?

Hoy en Ecuador vivimos un cambio de aire, de ambiente. No solo para la caricatura, sino para el periodismo en general, y para los ciudadanos. Eso es positivo. Pero todavía hay temas que no sé si se cumplen. Por ejemplo, la Ley de Transparencia es un derecho a la información. Encontré dos casos de dos ministros que no han dado la información requerida a un periodista.

El presidente Lenín Moreno les dio un plazo a los ministerios para transparentar la información en la web.

Tal vez debió darles un plazo como a “Guacho”, eso hubiera sido mejor. De todas formas es alentador y hay que mantenerse a la expectativa.

Usted fue perseguido por el Gobierno anterior.

Fui uno de los primeros a los que se aplicó la Ley de Comunicación (LOAC). Fue tan burdo y significativo pedir una rectificación a una caricatura. No se puede rectificar un cuadro o el arte, eso llamó la atención internacional. La caricatura es arte y periodismo en la medida en que das cuenta de la actualidad del país.

¿Por qué cree que a algunos les disgusta tanto el humor gráfico?

Por la intolerancia y por egos gigantes. Esas personas  sueñan con verse retratados en estatuas y museos. Entonces fantasean con que la gente los mire así. Y, siempre, a esos monumentos les nacen caricaturistas que son las palomas. Ellas circundan por esas estatuas e inevitablemente hacen su labor y dejan manchas sobre esos personajes.

¿Se autocensuró?

A fines del año pasado, escogía dibujos para mi libro de los 10 años de Correa.  Eran más de 3.000 y me di cuenta de que eran excesivamente sutiles, ya no me decían mucho ni me impactaron. Comprendí que cuando los hice trataba de ser sutil, quizá para no causar problemas. Era ese yo, muy interno, que se conoce como autocensura y temor.

¿Hoy se siente más libre para hacer sus trazos?

Sí, más relajado y liberado. Dibujo temas que antes no hice. Por ejemplo, caricaturas de los hermanos Alvarado: Vinicio y Fernando, que fueron intocables en los 10 años del anterior Régimen. Ellos fueron el motor de la maquinaria del hostigamiento. Fernando se dedicó a la descalificación y al insulto. Él dio botes a un ciudadano al bajarse de un avión. Son arrogantes defensores de Odebrecht.  

¿Qué dibujó sobre los Alvarado?

No hice ninguna caricatura sobre ni debajo de ellos, aunque nos pisotearon.  Durante el correísmo me resultaba difícil hacer la cara de Fernando Alvarado porque es especialmente descarado. En este régimen los dibujé sobre una montaña de dinero. Han salido revelaciones sobre su fortuna de 160 millones de dólares. De ella, apenas aparecieron nueve millones como gasto. A muchos ecuatorianos al final del sueldo les sobra el mes. Entonces, no se entiende que a ellos les sobren 150 millones dólares.

También hizo caricaturas sobre Gustavo Jalkh.

Él siempre ha sido muy discreto, pero indiscutiblemente fue una pieza importante y clave en la impunidad y en el castigo a los críticos del correísmo. El Consejo de la Judicatura manejaba a discrecionalidad el error inexcusable, que se inclinaba a favor de los intereses personales, disfrazados de intereses del Estado.

¿Cómo dibujar la impunidad?

Hice algunas caricaturas sobre este tema. Acabamos de leer que a Carlos Pólit, excontralor y a su hijo, Jhon Pólit, los sentenciaron a seis y tres años, respectivamente, por concusión. No los acusaron de peculado que no prescribe. Ellos se quedaron felices fuera del país y no me extrañaría que hasta les rebajen la sentencia. Guardo la esperanza de que el secuestro de Fernando Balda devele al responsable.

¿Quién es el responsable?

Rafael Correa. Antes teníamos la sospecha y nos dejaba ese mal olor. Pero, hoy, los actores de su Gobierno: Rommy Vallejo, exsecretario de la Senain y Luis Chicaiza, agente de la Policía nos dieron pistas sobre quién dio la orden para secuestrar a Balda. Quieren lavarse las manos, pero tienen responsabilidad política. Ya sucedió en casos de los dictadores del Cono Sur y de Fujimori. Los jueces comprendieron que ellos eran responsables por su jerarquía. Me siento ofendido cuando hacen una cena de beneficencia para reunir fondos para la defensa de Glas, en Roma. (I)

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