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El Telégrafo

El nuevo período lo marca una “revolución cultural”

El nuevo período lo marca una “revolución cultural”
19 de febrero de 2013 - 00:00

Con la reelección del actual Gobierno uno de los ejes que se prevé concretar es la llamada Revolución Cultural, planteada en el plan de Gobierno que presentó el Movimiento PAIS para los comicios generales recientes. Un eje que, a grosso modo, propone deshacerse completamente de unas líneas excluyentes instauradas por los gobiernos antecesores de corte neoliberal e implantar una visión más ecuménica de las manifestaciones culturales.

Aquello se percibe desde una de sus argumentaciones: La exclusión de un amplio sector de la población de lo que se definía de forma elitista como la alta cultura, las artes y el espacio de creación e innovación cultural fue uno de los resultados de las políticas de la oligarquía en el campo cultural, que desplazaba a las grandes mayorías y a la ciudadanía de la producción cultural.

Inclusive, se deduce un impacto de aquellas prácticas: Se tradujo en la construcción de estereotipos sobre las clases populares, las mujeres y los grupos étnicos, como sujetos de menor categoría, determinados por sus costumbres, sus oficios, su localidad, sus mitos y sus tendencias “naturales”, y por tanto, incapaces de dialogar con los otros, de crear comunidad política o de innovar culturalmente.

Con ello el discurso que se maneja desde el Ministerio de Cultura, ente creado en el primer período del actual Gobierno, ha propuesto una descolonización de la cultura nacional en las dimensiones de representación, relación Estado-artista e intercambios entre comunidad, Estado y creación artística. Y, para salvaguardar esto, se delegó al Ministerio Coordinador de Patrimonio Natural y Cultural ya no solo como un ente que cuida bienes muebles, sino que se fija en saberes y prácticas intangibles precisamente de esos grupos minoritarios relegados.  

“Impulsar la protección, salvaguardia y difusión del patrimonio cultural inmaterial, en especial aquellos en riesgo, como las lenguas, los saberes ancestrales, rituales sagrados y las tradiciones orales de la Patria diversa”, dice el eje del plan en una de sus 18 líneas de acción. A esto se suma la línea que expone la protección desde la fuerza pública: Proteger y conservar nuestra memoria cultural y los elementos materiales de nuestra identidad, con mecanismos idóneos para la lucha contra el saqueo, el comercio y tráfico ilícito de bienes patrimoniales que se encuentran en el exterior.

La propuesta que define el rol del Estado con la comunidad y artistas precisa lo siguiente: “Fomentar políticas de conocimiento y valoración de nuevas identidades sociales, migrantes, urbanas y electivas. Incorporar las políticas públicas de fomento a la creación y difusión de bienes y servicios culturales, que son las directrices concretas para la inserción de las diversidades, con sus lenguajes, participación de sujetos y apropiación social intercultural”.

Incluso se propone desde el Gobierno hacer nexos con gobiernos seccionales, con la idea de que esas alianzas y acuerdos con los gobiernos autónomos descentralizados posibiliten incentivos y procesos de convocatoria pública mediante fondos concursables. Y a esto se adiciona un respaldo a los derechos de autor: “Promover el reconocimiento de la propiedad intelectual sobre conocimientos, ciencia y tecnologías ancestrales”.

Y, tal como se ha dispuesto desde el Ministerio de Cultura, la creación debe articularse con otras áreas al “promoverse e impulsar las relaciones entre ciencia, tecnología, arte, saberes ancestrales y las iniciativas creativas comunitarias, asociativas, cooperativas y privadas” .

Para ello aún queda pendiente la aprobación de la Ley de Culturas cuyo informe final de los resultados de la consulta prelegislativa fue entregado para que vaya a segundo debate en la Asamblea Nacional. Una vez aprobada la Ley debe “organizar y articular el Sistema Nacional de Cultura (SNC) para fortalecer la institucionalidad y la corresponsabilidad pública y privada, generando mecanismos de gestión cultural descentralizada y desconcentrada”.

Otro plano de acción es la formación que se prevé lograr al “consolidar y expandir la presencia de centros culturales comunitarios en el espacio urbano y rural del país, como un vehículo de desconcentración e integración de experiencias interculturales para la convivencia y participación. Ampliar los centros interculturales comunitarios hacia la creación de un sistema nacional desconcentrado de bibliotecas públicas, videotecas y centros de interpretación de la memoria y el patrimonio social”.

El área educativa influirá notablemente porque para el eje de la Revolución Cultural “es indispensable difundir una conciencia ecológica, promover la valoración activa de la creación regional y forjar herramientas para el consumo crítico de productos de difusión masiva (la prensa, la televisión y la radio)”; y para eso se incluirán en la malla curricular de las escuelas y colegios contenidos culturales con enfoque local y de diversidad; además de formación en artes y de públicos”.

Por último, se prevé también, este año, la instauración de la Universidad de las Artes que estimulará a los creadores en las distintas disciplinas artísticas.

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