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El Telégrafo

El anecdotario de los protagonistas: la película que no se ve en la sala

El anecdotario de los protagonistas: la película que no se ve en la sala
19 de febrero de 2013 - 00:00

En el departamento de Andrés Crespo, al norte de Guayaquil, afiches  de “Blow Up” y “Taxi Driver” cercan un juego de muebles color castaño y, en la mesa de centro, las cervezas sudan frío. El ambiente es propicio para la conversación. De a uno van llegando los miembros del reparto principal de “Mejor no hablar (de ciertas cosas)”, película del manabita Javier Andrade que hace poco -cuando se estrenó- dio más bien bastante de qué hablar, y que continúa en las salas comerciales de varias provincias y se exhibe en distintos centros culturales públicos.  

El plan es soltar algunas impresiones sobre lo que implica hacer un filme, desde la perspectiva de los actores. La discusión comienza, sin embargo, con un sensible saldo en contra: Leovanna Orlandini y Francisco Savinovich -la pareja/eje de la cinta- no podrán estar. La primera va en un carro rumbo a la playa y el segundo tuvo un percance en su casa, al otro lado de la ciudad. De todos modos, Víctor Aráuz, Andrés Crespo, Alejandro Fajardo y Maribel Solines están dispuestos a compartir un anecdotario, desconocido hasta ahora, sobre el rodaje; además de opinar sobre la actualidad del cine, sus experiencias con la TV y las peculiares formas de trabajar sus personajes.

Como actores enfrentados a un intenso proceso de rodaje, a todas las complicaciones propias de la producción, ¿qué fue lo más difícil?

VA: Yo veía complicado hacer esta escena que para Javier era muy importante, la de la matanza... Era un plano secuencia bien maldito, y todos estábamos un poco estresados con ese asunto. Solo esa escena se iba a grabar esa noche; había preocupación de que todo saliera bien...
AC: ... porque, en un momento del plano secuencia, la cámara se quedaba con Pancho en el baño, y había que cambiar a toda la gente afuera, moverse despacio...
AF: Javier resuelve muy bien los planos secuencia. Hubo uno que salió a la primera, el de la pelea en la casa. Son momentos muy valiosos...
AC: Él está seguro de lo que quiere, pero igual deja que la gente vacile un poco...
MS: Yo le reconozco la disciplina de haber persistido durante años para sacar su proyecto adelante, a pesar de que al principio se le cayó...
AC: Aquí, como en todo el mundo, las posibilidades de hacer una película son muy complejas. Si nos remitimos al cine nacional, solo recordemos que en “Entre Marx y una mujer desnuda”... ¡se demoraron cuatro años filmando!
VA: Nosotros, una vez que entramos al rodaje, jamás paramos. Es decir, nunca paramos por cosas de producción, sino por accidentes...

¿Qué accidentes?

VA: ¡El caballo de porcelana se rompió! Hubo que pegarlo, reconstruirlo, una gracia que costó 600 dólares...
AF: Al camarógrafo le cayó la cámara en un dedo...
MS: Luisa Cuesta se enfermó, le dio dengue o algo así... El director de fotografía era un neurótico que manejaba la luz al detalle. No se soltó sino hasta el último día. Pero durante todo el rodaje mantuvo un comportamiento casi estoico, aguantándose un calor del diablo, una comida que no conocía...
VA: Yo me rompí la nariz con el bate ese... tenía las manos sudadas y se me resbaló, y como el bate era de aluminio... Si hubiera sido con fuerza cargaría la nariz en el bolsillo.
MS: Es que Víctor es muy delicado. Es una niña. Se quema con facilidad, se enroncha, nunca había fumado un cigarrillo...
VA: Me cargaban en el centro de Portoviejo con un paraguas... Y sí, es verdad, no fumo...

¿Es verdad que fumaban una mezcla de tabaquería y repostería?

VA: Cigarrillo con chocolate... Pero cuando la gente me pregunta si era base le digo que sí. Me preguntan: ¿rompen una guitarra Gibson Les Paul de verdad?, y yo digo sí... Suena bien...

¿Cómo trabajaste los rasgos de tu personaje?

VA: Toda la vida, desde que veía esta nota de los actores, de la preparación radical, a Gary Oldman que hasta se golpeaba cuando no le salía algo bien, siempre dije que quería vivir algo así. Vivir el personaje antes de entrar a escena, rodar, etcétera... Haciendo tele, o teatro -y no quiero sonar ofensivo, porque son cosas que también hago- no se puede. En tele, porque todo es muy rápido, y en teatro, porque es “circo chamorro”, es autogestión... estamos pensando en la escena, pero al mismo tiempo preguntando “¿quién llegó?”, “¿hay gente?”. No tienes la concentración que deberías, aunque al final salga todo bien. En este caso, viví en Portoviejo, y fui Luis. Fui Luis mucho tiempo. Y créeme, no lo hacía tan conscientemente, pero ahora lo veo... Así lo hice: fui portovejense de verdad y, a la larga, los “manes” que se suponía eran amigos del personaje terminaron siendo mis amigos... Lo de la droga no lo sentí mucho. Cuando tengo un personaje trato de buscarle una palabra, una sola palabra que lo defina, y Luis, para mí, es pasión. Una vez que encontré la palabra todo fluyó con mayor facilidad. Creo que a este personaje lo determina su pasión por la música, así que hice de la droga un asunto más bien secundario, así como la homosexualidad... Creo que Luis, por la música, sería capaz de empeñar hasta a su madre, ¿por qué no habría de empeñarse a sí mismo?

Andrés, tú hiciste el casting...
AC: Sí. Primero tratábamos de identificar a gente que tuviera pasado actoral... aunque no, es decir, eso era parte del casting, pero desde que Javier me llamó (tres años antes de iniciar el proceso) me dijo que quería encontrar gente natural, que coincidiera con las características del guión. Entonces pensé en Leovanna y Pancho, y fue bacán, porque cuando Javier los vio se levantó de la cama... Hacíamos el casting en mi cuarto, en Urdesa. Él se acostaba en la cama, yo al lado, y se sentaba en una silla Daniel Llanos, que era el otro director de casting... Entonces, cuando el “man” lo vio aparecer a Pancho, se interesó inmediatamente. Caminaba por el cuarto. Tabaqueaba. Y luego, con Leovanna, lo primero que le gustó fue la voz... Y bueno, hay que destacar el compromiso, la disciplina que ambos mostraron durante el proceso. No faltaron a ningún ensayo. Eso genera confianza.

En la prueba, básicamente, se le preguntaba a la gente algo sencillo: “¿qué harías en esta situación; cómo dirías esto?”... pero esa era la segunda parte del esquema, realmente. En la primera, se les pedía a los asistentes que contaran historias, y la gente hablaba una cantidad increíble de h****das... Contaban historias íntimas, creían que estaban con un psiquiatra y que podían contar cualquier cosa. Hablaban de las drogas que habían usado, de las cosas que se habían robado. Cualquier cosa. Sí que nos reímos viendo eso... Luego pasamos  a que hicieran una escena. Allí Pancho ensayaba, por ejemplo, la voz en off, o hacía una escena con un teléfono...
MS: Yo no recuerdo haber contado ninguna historia...
AC: Es que tú ya ibas en otro dato, ya ibas como actriz...

19-2-13-cultura-Victor-Arauz¿Cómo trabajaste tu personaje, Maribel?

MS: Se trata de un personaje que es totalmente diferente a mí; pero yo le puse cierta dulzura que quería imprimirle a los textos... Aunque es una  dulzura extraña, casi el parapeto de una madre que quiere engañarse, convencerse de que sus hijos son como ella los crió; por eso  da la espalda a los problemas, toma un avión y se larga...

¿Alejandro?

AF: Cuando acudí al casting por primera vez me senté a hablar con Leovanna y con Javier, y no trabajamos sobre el guión, sobre el texto puntual, sino sobre situaciones compatibles con los personajes. Pero cuando me llegó el guión, me di cuenta de que mi personaje era un poco diferente de lo que  había pensado. El asunto de la homosexualidad no lo tenía claro hasta que leí el texto completo. Y me di cuenta de que iba a ser complicado en la medida en que, a diferencia de lo que le pasa a Víctor con Luis, para mi personaje ese es un aspecto mucho más relevante, y había que trabajarlo. Le di vueltas y vueltas, y conversar con el director me ayudó bastante... Un tipo como Javier te apoya mucho en la construcción del personaje. Empecé a echar mano de recursos para esa construcción (nada complicado, en realidad) o, mejor dicho, para esa deconstrucción del personaje que constaba en el guión.
MS: La construcción empieza desde el estudio de mesa, el estudio de texto, y leímos mucho...
VA: Eso fue en Guayaquil, en el teatro de la Espol, y fue el primer encuentro del elenco con todo el equipo. Allí comenzó la buena vibra.
AC: Tardes de chaulafán...
MS: Realmente la película empieza allí...
VA: Sí, porque una cosa es leer el guión en casa, o saber que fulano o mengano es el actor con el que trabajarás, pero otra cosa es verlos allí...
MS: Escuchar las voces de tus compañeros cambia todo. Un personaje se va construyendo en tensión y relación con los otros... Luego viene la ropa, el maquillaje...
AF: Lo único que yo le dije a Javier en ese sentido fue: “Loco, mi personaje debe usar bigote”. Y ahora veo que no hubiera sido lo mismo sin ese bigote...
MS: Yo comienzo mis personajes por los pies. El sonido específico de un taco, un ritmo especial al caminar, todo eso me va dando pautas. Formas de manejar mi cuerpo y de desplazarme...

¿Se cambiaron los diálogos?

AC: Javier era muy abierto frente al asunto de que le metiéramos mano a los diálogos. Incluso hubo escenas reescritas. Creo que todo director que se maneja sensiblemente apunta de manera directa a que los actores transformen el diálogo. Eso es vital.
AF: Porque la película va mutando, creciendo, y cada uno aporta cosas diferentes que, de pronto, en el texto no están. Y quedan.
VA: Trabajábamos de martes a domingo, y el resto del tiempo era una fiesta en el hotel. Jodiendo y chupando. Nos íbamos a bailar a un antro terrible que había en Portoviejo. Javier, en cambio, se iba a la oficina a revisar lo que había filmado durante la semana y eso le daba la perspectiva de lo que debía cambiarse o fortalecerse, entonces empezábamos a probar cosas...

¿Y todo ese trajín les dejaba tiempo para pensar en otros proyectos? Ahora que terminaron el rodaje y que frente a la buena respuesta  siguen con la difusión, ¿qué piensa hacer cada uno, qué posibilidades se han abierto?

VA: No soy muy planificador de mi vida. Ahora tengo trabajo con mi grupo de teatro, y la banda Los Propios, como se sabe, existe...
AF: Eso está buenísimo. ¡La película parió una banda!...
VA: ... en marzo, me parece, comenzamos con la grabación del disco, de la mano de Toño Cepeda... La agenda se amplía...
AC: Yo tengo un par de papeles pequeños en películas de este año (“Instantánea”, de Alexandra Mora, y otra que no tiene título, de Micaela Rueda). Estoy escribiendo, además, para hacer una película en Guayaquil...

¿De qué va?

AC: Está muy verde... es como una historia íntima y a la vez épica de Guayaquil, al pie del Estero Salado, y que incluye sexo y brujería...

Pero sexo y brujería son lo mismo...
AC: Ajá, ¿no?

19-2-13-cultura¿Ustedes?

MS: Fue mi primera experiencia en cine, un sueño cumplido. Me sentí muy bien: protegida, cuidada, incluso consentida... Me encantó trabajar con la sutileza con la que nos lo exigía  Javier. Poner atención a los detalles, a las inflexiones de voz; es un trabajo meticuloso que no puedes hacer en TV... la TV es una fábrica de salchichas que uno necesita para tener ingresos, hacerse conocer... En cierto tipo de teatro uno está a expensas de lo que el público quiere ver, pues, si la gente no va, no se paga la producción. Es complicado... Tengo academias, y mucha de la gente que va lo que quiere es salir en TV a como dé lugar. Pero esos son sueños cortos.  Efímeros. Aunque por allí alguno despunta...
AF: Yo este año vuelvo a hacer teatro, con Jaime Tamariz. Vamos a montar... bueno, no sé si te lo pueda decir todavía... Ok, la idea es montar “El método Grönholm”. Aparte, me encantaría buscar alguna película, desde luego... incluso me gustaría arriesgarme con algún papel de la obra para niños que Jaime hace a finales de año; pero habría que ver si existen posibilidades, aún falta...
MS: necesitamos un esquema de entrenamiento de actores para cine...

En ese sentido, ¿qué debe pasar con los gremios?

AC: Yo creo que se pueden armar los gremios, aunque sea con poca gente. A la larga habrá que conformar uno de actores, que representan el sector del audiovisual más explotado, sobre todo a nivel de TV y de publicidad, que son los dos agentes de explotación más “puros” y legendarios que hay...

Han definido a la TV como una fábrica de salchichas, pero  podría ser otra cosa...
AC: Debería... pero si en un horario adulto vemos comedias que ni siquiera son del todo adultas, no sé qué podemos esperar... porque no vamos a decir que “El combo amarillo” es un programa para adultos, o que “La pareja feliz” es para adultos... es decir, lo son, pero aun así resulta todo muy ambiguo... debería haber una serie para adultos que la den a las diez de la noche...
VA: ¿CSI Guasmo?... La gente de la TV a veces no tiene voluntad de cambio; y es gente que no lee. Que cree que el arte y la TV están reñidos a muerte. Un ejecutivo de un canal debe leer...
AC: Es que muchos se sienten bastante cómodos considerando a otros como inferiores intelectuales. Ese es el placer que tiene la mayoría de la gente que trabaja en TV. Lo más fácil es decir: “No, si a esos ‘manes’ les gusta ver es estupideces”...

El otro día conversaba con un amigo que planteaba la perversidad de la comedia televisiva local en estos términos: La comedia, desde Aristófanes hasta Chaplin, se burla del poder; en cambio nuestra comedia se burla del homosexual, del negro, de la mujer... es decir, de aquellos que en algún momento han sido sectores oprimidos... está todo al revés...

AC y VA: Sí, sí, sí. AC: Mira, en todos lados, desde Alemania a Estados Unidos, hay TV asquerosa y también buena. Aquí parecería a veces que solo hay de lo primero...
MS: Y sin embargo, todos hemos trabajado en la TV...
AC: Ah, por supuesto, imagínate, yo hacía “Archivos del destino”. Hice como 22 capítulos. Era diseñador de producción, me pagaban... bueno, mejor ni hablemos...
(Risas)

De vuelta a sus consideraciones sobre el hecho actoral, y de cómo se fue formando su vocación...

AF: A mí lo que me impulsó a decidirme por esto fue el detallado proceso de construcción -intelectual y emocional- de los personajes. He estudiado teorías y métodos, pero cuando veo una gran interpretación -Daniel Day-Lewis en “Pandillas de Nueva York”, que es una mezcla de perversidad y perfección- lo celebro intensa e intuitivamente.
AC: Yo en cambio no me fijo en las actuaciones. Es raro, no recuerdo haber visto una película y decir: qué gran actuación...
MS: ¿Y qué ves tú?
AC: La historia, y más que eso, la grandiosidad del director. A mí sí me golpea cuando veo que es un director que tiene toda una propuesta estética, y que la historia solo la hubiese podido contar él de esa manera...
AF: El lenguaje y la propuesta del director son esenciales, pero el actor, en tanto ejecutor de un concepto, establece una relación con el público que es muy poderosa... Por ejemplo, volviendo a  mi personaje en “Mejor no hablar (…)”,  al principio me saltó la pregunta de qué tanto grado de feminidad, y en qué momentos, debía tener mi personaje. De qué manera encarnaría la homosexualidad, y eso fue lo que discutí con Javier...
AC: Yo creo que sí hay algo femenino en el personaje, en la medida en que es pulcro, en que maneja su cuerpo con orden... eso me parece un rasgo muy femenino; pero más allá de eso, es un personaje que mantiene una masculinidad muy “efectiva”, en todo eso de asumir la prepotencia del poder y “saber” qué hacer con él...
AF: Además de que tiene un hembrón, que quizás no tienen los “machos” verdaderos...
MS: Pero el proceso de intelectualizar a los personajes puede resultar peligroso, aunque sea necesario...
AC: Yo escuché un conversatorio larguísimo de Annette Bening ahora que estuve en La Habana. Es una actriz de teatro con años de estudio, una intensa formación, etcétera; y al respecto dijo que lo importante era saber todas esas cosas, para, al momento de grabar, olvidarlas...
AF: Pero, obviamente, haber aprendido esas cosas te da herramientas. Eso es indudable...

¿Cómo trabajaste entonces, Andrés, esa escena del hospital?

AC: Mintiendo de verdad. Creyendo y convenciéndome con gestos. Además de que las escenas que prefiero son aquellas en las que no tengo que hablar. Eso para mí es la gloria. Yo podría hacer cine mudo. Ahora, hay una anécdota que sí  nutrió mi personaje. Me parece que vi la historia en algún canal de TV. La Policía había agarrado a un pusher con un kilo de hierba y dos de coca. El tipo era un “man” agarrado, todo tatuado, y lo tenían contra el piso. Era una casa de mierda, pero el tipo tenía un perro precioso, un perro de raza increíble, y desde el piso le decía al primo: “Loco, llévate al perro por favor, que se va a quedar aquí sin comer. Llévatelo,  tú sabes que es lo único que tengo en mi vida...”; y el primo decía: “Ya, ya, ok. Vente Rocky, vente”... y tú veías que el pusher se quedaba allí en el piso, todo conmovido... Y yo me acordaba del “man” en el rodaje. Decía: He allí un sujeto sensible, pero dueño de mucha violencia. (FDM)

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