El índice de desocupación subió al 13,7% en el primer trimestre del año
Una gran huelga nacional contra Temer paraliza a Brasil
La primera huelga general en dos décadas paralizó ayer a Brasil contra el gobierno del presidente Michel Temer y sus reformas del sistema de jubilaciones y la flexibilización laboral. Desde temprano, el paro de transporte público en todo el país detuvo la actividad en las grandes ciudades, como Sao Paulo y Río de Janeiro.
Cientos de miles de personas se manifestaron luego de ser convocados por las nueve centrales sindicales en la primera huelga general desde 1996.
El asunto social se presenta crítico para el gobierno de Temer, que empujado por las patronales asumió una agenda neoliberal tras haber empujado a la destitución a la presidenta Dilma Rousseff: el índice de desocupación subió al 13,7% en el primer trimestre, con lo cual 14,2 millones de personas se encuentran desempleadas, informó el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE). Son 3,1 desocupados más de los que dejó el gobierno de Rousseff.
“El paro fue un éxito total”, dijo el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, exsindicalista que afirmó que “pararon las amas de casa, los operarios y los pequeños comerciantes”. Sin embargo, para el gobierno, el paro fue “un fracaso”, en palabras del ministro de Justicia, Osmar Serraglio, quien acusó a “desestabilizadores” los cortes de ruta.
Por su parte, la Iglesia católica brasileña, mediante un centenar de obispos, se adhirió a las protestas, en el marco de las críticas realizadas en una carta del papa Francisco a Temer sobre sus soluciones “de mercado” para la crisis.
La Cámara de Diputados dio el miércoles media sanción al texto base de una ley para flexibilizar los contratos de trabajo, otorgando más poder a los acuerdos colectivos y eliminando la contribución obligatoria a los sindicatos.
Temer movilizó al ejército
Desde temprano, los bloqueos de carreteras en Sao Paulo fueron realizados con la quema de neumáticos: en el centro de la ciudad hubo 16 detenidos por cortar la estratégica avenida Sao Joao, en medio de una represión policial que había sido anunciada por el gobernador Geraldo Alckmin, un aliado de Temer y precandidato presidencial.
La falta de trenes, el metro y los autobuses paralizaron la mayor ciudad del país y otras 24 capitales de estados. Hubo enfrentamientos entre manifestantes y otras personas no identificadas en los aeropuertos, donde los aeronavegantes cumplieron la medida de fuerza con poca adhesión. En Sao Paulo, las manifestaciones sindicales y de movimientos sociales se manifestaron para marchar por la noche rumbo a la casa de Temer.
En Brasilia, Temer movilizó a la policía del Ejército para proteger los edificios públicos frente a la manifestación en la capital federal.
En Río de Janeiro, el transporte comenzó a funcionar al mediodía, pero fue fuerte el impacto entre los empleados públicos y los petroleros, que fueron los que a las cero comenzaron la protesta.
Las huelgas con movilizaciones más el cese del transporte tuvieron éxito en grandes capitales como Porto Alegre, Belo Horizonte, Recife, Bahía, Fortaleza y Manaos. En las ciudades menores hubo paro en el comercio minorista.
La protesta llega cuando Temer tiene en el piso su aprobación, pero mantiene el control en el Congreso: una encuesta de Ipsos otorgó el 4% de apoyo a la gestión de Temer y el 87% de rechazo a su figura, la segunda peor del país entre los políticos, detrás del detenido por corrupción Eduardo Cunha, su aliado que encabezó el impeachment contra Rousseff.
El tamaño de la huelga era discutido entre los medios identificados con Temer y que apoyan el ajuste neoliberal: incluso la cadena Globo, la más grande del país, nunca llamó paro o huelga a la jornada, sino que las trató como asuntos de tránsito o paralizaciones.
El presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, la mayor central del país, estimó que la huelga es la mayor desde la histórica de 1989.
“Allí se contabilizaron 35 millones de personas en huelga, hoy somos muchos más. Pero el responsable de esto es el gobierno de Temer, con su agenda de hacer pagar el ajuste a los trabajadores”, dijo Freitas. Los metalúrgicos, bancarios y docentes también contribuyeron a vaciar las ciudades. El análisis que hacía el gobierno era si tendrá los votos, después de este paro nacional, para confirmar la reforma laboral en el Senado y la reforma del sistema de jubilaciones.
El sistema de pensiones cambia radicalmente la situación de los trabajadores debido a que serán obligados a trabajar de los actuales 30 años para 40 años. El gobierno sostiene que la red previsional quebrará si no hay un ajuste.
“Las reformas seguirán, es lo que necesita el país para retomar la senda del crecimiento”, dijo el ministro Serraglio, convertido en portavoz de un cada vez más disminuido Temer, apenas sostenido por la clase política y la promesa hecha a los empresarios de que les rebajará sus gastos, en nombre del ajuste fiscal.
El gobierno sigue de cerca el éxito o el fracaso de una huelga a la que se sumaron algunos de sus aliados, como Paulo Pereira da Silva, presidente de la central Força Sindical y diputado de Solidariedade, partido de la base de Temer, que amenaza con pasar a la oposición si las reformas se aprueban sin modificaciones. (I)
DATOS
Una asesora de la Central Única de Trabajadores (CUT), ligada a la izquierda, dijo que la protesta se extendía por los 26 estados y el Distrito Federal, y aseguró que los incidentes registrados habían sido menores.
Michel Temer, que tiene un apoyo de la población de apenas un 10%, reemplazó en 2016 a la presidenta Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), destituida por el Congreso bajo la supuesta acusación de manipular las cuentas públicas.
La reforma en el Código de Trabajo de 1943, creado por el entonces presidente Getulio Vargas, llamado por eso “pai dos pobres” (padre de los pobres) fue votada con 296 votos a favor (177 en contra). Ahora el Senado deberá tratarla ya con otro contexto político, sobre todo porque el próximo paso es la reforma jubilatoria, que aumenta los años de aportes a los trabajadores. (I)