Tres lugares en el mundo donde no se puede nacer, ni morir
Las razones son distintas, pero el resultado es el mismo: no pueden morir en ese lugar. En otros, en cambio, no se puede nacer.
Las personas han tenido que adaptarse al entorno durante toda su vida, pero en ciertas zonas no se puede morir, por lo que es obligatorio ir a otro país para ser enterrado.
Eso sucede, por ejemplo, en Longyearbyen, en el archipiélago Svalbard. Este lugar, que forma parte del Reino de Noruega, tiene una temperatura tan baja que los cuerpos simplemente no se descomponen.
Esto se sumó al temor de que varios enterrados podrían conservar rastros de la gripe española que mató a mineros en 1918 y, por eso, desde 1950 no se puede enterrar a personas. Sí se puede depositar las cenizas, pero muchos optan por ir a la parte continental de Noruega para morir.
En Brasil, en la isla de Fernando Noronha, ninguna mujer entra en labor de parto. No hay una ley que lo prohíba, pero al ser uno de los santuarios mejor conservador del Atlántico Sur, la Coordinación de Salud del Archipiélago es la encargada de llevar a las mujeres a Recife para que den a luz.
En el Vaticano tampoco se puede nacer. Allí no hay un lugar apto para un procedimiento así. Las únicas personas que están en ese lugar tienen la vocación de servicio y no hay ciudadanos.