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El Telégrafo
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Sequía deja sin ganado y comida a habitantes del Cuerno de África

Sequía deja sin ganado y comida a habitantes del Cuerno de África
22 de julio de 2011 - 00:03

El keniata Abdi Sheij Musa perdió más de tres cuartas partes de sus cabras, en su aldea de la región nororiental de Wajir, a causa de una sequía que devasta el Cuerno de África y   deja a los campesinos sin ganado y con poca comida.

“Tenía 200 cabras, pero solo me quedan cuarenta y en muy mal estado”, se lamenta Abdi Sheij Musa.

A unos   metros de su finca, de ambos lados de la carretera, se ven carroñas tan secas que ya no atraen a los gallinazos. “Esto es lo que les ha pasado a nuestros animales. Antes de la catástrofe podíamos vender una cabeza de ganado para pagar el uniforme escolar de nuestros hijos y atender las demás necesidades de la familia, pero en la actualidad dependemos enteramente de donantes”, deplora.

Las necesidades son inmensas, confirma Benjamin Makokha, de la oficina local del Programa Mundial de Alimentos (PAM). “Cada día que pasa se agrava la situación”, añade el responsable de esta agencia de las Naciones Unidas.

Según Naciones Unidas, unos 12 millones de personas están afectadas en el Cuerno de África por una terrible sequía, la peor, según ellas, en sesenta años.

La ONU, que declaró el miércoles a dos regiones del sur de Somalia,  Bakool y Baja Shabelle, controladas por rebeldes islamitas,  en estado de hambruna, habla también de la más grave crisis alimentaria en África en los últimos 20 años.

Casi la mitad de la población somalí, unos 3,7 millones de personas, está en una situación de crisis humanitaria, de los cuales 2,8 millones residen en el sur, según   datos facilitados por las Naciones Unidas.

La subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Valerie Amos, vaticinó que la hambruna que azota a cientos de miles de personas, a causa de la sequía y de los conflictos armados, va para largo.

“Esta no va a ser una crisis corta. La ONU y sus socios esperan estar haciendo frente a esta situación al menos durante los próximos seis meses”, advirtió Amos en una intervención en Ginebra.

Si no actuamos -agregó la responsable de la OCHA-, esta hambruna se extenderá al resto del sur de Somalia en dos meses  y sus efectos se pueden extender al resto de países de la región. Amos subrayó: “No utilizamos con ligereza la palabra hambruna” tras recordar que la última vez que Naciones Unidas hizo una declaración de este tipo en el caso de Somalia fue hace 19 años.

En la aldea Elaada (Kenia), Mahmud Abdi, de 80 años, sufre también por la sequía. Él tenía 150 vacas, ahora solo le quedan cuatro. “Y esas cuatro solo tienen de vacas los cuernos. Son esqueletos que se mueven”, expresa. En esta región, donde seres humanos y animales salvajes se codean todos los días, las hienas y las jirafas también han sucumbido a la sequía, cuentan los habitantes.

Ante la adversidad, algunos ganaderos han tomado la dirección del sur, hacia Harakhokthot, a más de 100 km de Elaada. En este lugar, cabras, ovejas, camellos y chacales beben en un estanque bajo las miradas de hombres desocupados, jóvenes en su mayoría.
Los ganaderos han llegado todos hasta aquí, desde las regiones de los alrededores, pero en el camino han dejado los cadáveres de muchos de sus animales, comprueba.

“Nuestros animales han perecido, y si esto sigue, corremos el riesgo de que nos pase lo mismo”, añade el responsable. “Ya no hay más mercado, más empleo, no hay más fuente de ingresos, la gente no tiene nada que vender”, enfatiza.

A 60 km más al sur, en Dilmanyaley, algunas vacas raquíticas están tiradas a las  orillas de la carretera, y mientras aparece la inmensa llanura más se va borrando esa apariencia de vida.
La monotonía del paisaje solo es rota por unos arbustos endebles, así como por carroñas de vacas cubiertas en parte por la arena y sobre las cuales los gallinazos se ensañan.

A comienzos de año llovió en Elaada, Harakhokthot y Dilmanyaley, pero más al oeste de esta región cercana a Somalia, en Lolkuta, el recuerdo de las lluvias es más remoto. “Desde el año 2006 no llueve”, afirma el director de la escuela local, Mohamed Adan.

Desde su nacimiento, algunos de sus jóvenes alumnos jamás han visto caer unas gotas de lluvia. Estoy seguro de que cuando eso ocurra muchos se pondrán a llorar, dice.

Naciones Unidas no tiene cifras concretas sobre el número de fallecidos, pero habla de decenas de miles de personas muertas y de cientos de miles  que fallecen de hambre, según la descripción que hizo Amos.  La ONU no puede conocer las cifras exactas porque no tiene acceso a amplias zonas del centro y el este de Somalia, especialmente las que están bajo el dominio de la milicia islamista   de Al Sahaab.

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