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Rousseff da un inédito “no” a la Casa Blanca

Rousseff da un inédito “no” a la Casa Blanca
19 de septiembre de 2013 - 00:00

El ‘no’ de Dilma Rousseff a Barack Obama se transformó en un grito inédito de la política externa brasileña. Al estilo brasileño, sin estridencias pero con la profundidad de la mayor economía latinoamericana que tiene como principal socio comercial a China, el escándalo de espionaje revelado por el exagente de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), Edward Snowden, ha abierto la primera gran grieta entre dos países que son aliados estratégicos, una definición precisamente inaugurada entre los dos gobernantes.  

Ambos presidentes, la primera mujer mandataria en Brasil y el primer afrodescendiente en Estados Unidos, acordaron publicar en los comunicados para informar la cancelación de la visita de Estado prevista para el 23 de octubre que la decisión había sido en forma conjunta. Fue tres semanas después de que la TV Globo divulgara documentos de Snowden que indicaban que Rousseff y el entonces presidente electo mexicano, Enrique Peña Nieto, en junio de 2012, fueron blanco de espionaje en sus teléfonos y computadoras.

“Las prácticas ilegales de interceptación de las comunicaciones (...) constituyen un hecho grave, atentatorio a la soberanía nacional”
Cancillería brasileña


“Hay un malestar creciente de Brasil. Al Gobierno de EE.UU. no le va a gustar esta decisión de suspender un viaje”
Cristina Pecequilo,
especialista en política internacional
En el caso de Rousseff, el programa invasor captó hasta la navegación en su Ipad, donde acostumbra leer libros antes de dormir. En esa fecha, junio de 2012, Rousseff presidía la conferencia de la ONU sobre desarrollo sustentable Rio+20, donde repercutió fuertemente el juicio político express del Congreso que sacaba del poder en Asunción al presidente paraguayo, Fernando Lugo. Coincidencias: el lunes llegó a Brasilia la nueva embajadora, Liliana Ayalde. Fue la misma al frente de la embajada de su país en Asunción durante la destitución de Lugo.

El comunicado brasileño ofreció argumentos para cancelar o postergar la visita: “Las prácticas ilegales de interceptación de las comunicaciones y datos de ciudadanos, empresas y miembros del gobierno constituyen un hecho grave, atentatorio a la soberanía nacional y a los derechos individuales y es incompatible con la convivencia democrática”.

“Teniendo en cuenta la proximidad de la programada visita de Estado a Washington -y en ausencia a la tempestiva investigación de lo ocurrido con las explicaciones correspondientes y el compromiso de cesar las actividades de interceptación- no están dadas las condiciones para la realización de la visita”. La Casa Blanca explicó en un comunicado que la decisión había sido conjunta entre Rousseff y Obama para que el “episodio” no monopolice las discusiones en una eventual visita.

El ‘no’ de Rousseff a Obama tuvo la ‘bendición’ del jefe político de la mandataria y antecesor, Luiz Lula da Silva, quien había atacado duramente al jefe de la Casa Blanca a quien le exigió “pedir perdón al pueblo y al gobierno brasileños”. El caso había sido tratado por Obama y Rousseff en la cumbre del G-20 en San Petersburgo. Allí Obama se comprometió a entregar explicaciones. Nunca llegaron.

La visita iba a ser una retribución a la que Obama hizo en marzo de 2011, tres meses después de la asunción de Rousseff al poder. El 19 de marzo de 2011, desde Brasilia, en su primer día de visita, Obama autorizó el bombardeo estadounidense como parte de la acción de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La diplomacia brasileña sintió eso como un acto, como mínimo, incómodo y desprolijo.

El gobierno y sus fuerzas aliadas estaban divididos sobre los réditos de cancelar el viaje: para los que optaban por la opción del ‘no’ a la visita, el momento era propicio: la presidenta, tras las manifestaciones de protesta de junio, logró recuperar popularidad, posicionarse como favorita a la reelección dentro de 13 meses en las encuestas y mostrar que la diplomacia del gigante sudamericano seguirá dominada por la línea iniciada en 2003 de optar por las relaciones Sur-Sur (Mercosur y Unasur) y juntarse a los gigantes emergentes en el Grupo Brics, con Rusia, India, China y Sudáfrica como nuevo polo de multilateralismo. “Hay un malestar creciente de Brasil. Al Gobierno de Estados Unidos obviamente no le va a gustar esta decisión de suspender un viaje, algo que nunca había ocurrido. De todos modos el problema no es estructural, sino puntual. Y a nivel interno la presidenta gana apoyo de ciertos grupos, pero la gran mayoría de la población está más preocupada por el rumbo de la economía, el control de la inflación”, dijo a EL TELÉGRAFO la especialista en relaciones Washington-Brasilia, Cristina Pecequilo, de la Universidad Federal de Sao Paulo (Unifesp).

Otro punto a tener en cuenta, según Pecequilo, es que el escándalo del espionaje fue manejado por una diplomacia presidencial luego de la salida de la cancillería de Antonio Patriota y la llegada de Luiz Figueiredo a inicios de septiembre. “Patriota era más proamericano, desde que él se fue este caso lo asumió personalmente la presidenta”, comentó. El canciller Figueiredo estuvo buscando, en vano, explicaciones de la consejera de seguridad nacional, Susan Rice. Ambos en Washington la semana pasada buscaron salidas para la continuidad de la visita de Estado.

La presidenta brasileña la semana próxima abrirá, como es habitual para Brasil, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ante la cual denunciará el espionaje y se pondrá al frente de una gobernanza global del ciberespacio para evitar que las centrales de datos mundiales pasen por Estados Unidos. En la visita de Estado que finalmente fue cancelada, ninguna de las partes iba a recibir novedades.

Ni Obama iba a darle apoyo a Brasil para su aspiración de ser un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto y voto, ni Rousseff iba a llevarle a Estados Unidos el sobre cerrado con un contrato en la carrera por la compra de 36 cazas bombarderos con transferencia de tecnología -un negocio de 6 mil millones de dólares- en la cual compiten la estadounidense Boeing con los Superhornet, la francesa Dassault con los Rafale y la sueca Saab con los Gripen.

El espionaje estadounidense, revelan los papeles de Snowden, también buscó datos en Petrobras, la empresa que dominará con el 30% obligatorio todas las concesiones del petróleo submarino de los megayacimientos de la capa geológica pre sal, frente a las costas de Sao Paulo y Rio de Janeiro, considerada la mayor frontera de hidrocarburos descubierta en las últimas tres décadas.

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