Río de Janeiro recuerda a 12 niños asesinados en su escuela
Río de Janeiro intenta recuperarse del dolor causado por la matanza de doce niños en una escuela pública, a los que hoy han recordado y homenajeado familiares y amigos con una docena de cruces, velas y ramos de flores depositados en la fachada del colegio.
Los vecinos de Realengo, un humilde barrio de la periferia de Río de Janeiro, se han congregado desde primera hora de hoy en los alrededores de la escuela Tasso da Silveira para rezar por los doce estudiantes que ayer fueron asesinados por un joven de 23 años en el interior del centro.
Centenares de personas abarrotan desde este mediodía el cementerio del barrio para acompañar la sepultura de varias víctimas, en un acto solemne presidido por el luto, el desconsuelo y el sufrimiento de familias y vecinos.
El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, también acompaña a los familiares en su dolor y ha visitado las capillas donde son velados algunos de los menores asesinados a tiros por un exalumno de la escuela, al parecer desquiciado, que se suicidó cuando fue rodeado por la policía.
Debido a la suspensión de las actividades lectivas, el colegio permanece cerrado y custodiado por un dispositivo policial, que sólo permite la entrada del personal de limpieza para acondicionar las aulas y de dos peritos que trabajan en la reconstrucción del crimen.
La Policía confirmó que Wellington Menezes de Oliveira, autor de la matanza que ha estremecido a Brasil, quemó su ordenador personal para no dejar pistas a los investigadores de cómo preparó la masacre.
Hijo adoptivo de una familia de cinco hermanos, cuyos padres ya fallecieron, Menezes de Oliveira dejó su casa destrozada antes de dirigirse a la escuela para cometer los crímenes.
"Era un chico tímido y muy callado. Nunca quiso tener amistades", relató una vecina del asesino a periodistas, descripción que coincide con las de todos los que lo conocieron, quienes lo retratan como "retraído", "introvertido" y "distante".
La investigación de la tragedia se centra ahora en descubrir cómo el joven, que no tenía antecedentes penales, consiguió dos revólveres y empleó en el crimen un equipamiento profesional que le permitió cargar las armas con extrema rapidez para disparar a los alumnos.
Junto a las doce cruces blancas y a la docena de ramos de flores, en homenaje a cada una de las víctimas, los vecinos de Realengo han depositado cartas en las que expresan su dolor y consternación por la peor matanza registrada en un colegio público del país.
Entre las muchas historias conmovedoras de la tragedia está la de la familia Rocha Tavares, una de cuyas hijas, Bianca, de 13 años, murió en el tiroteo, mientras que su hermana gemela aún permanece hospitalizada para recuperarse de las heridas sufridas.
El horror golpeó igualmente a la familia de Larissa dos Santos Atanásio, asesinada por el pistolero, que ayer a mediodía se presentó en un hospital de Realengo al desconocer si la niña, de trece años, se encontraba entre los muertos o heridos.
Abatida y rota por el dolor, la abuela de Larissa se desmayó hoy en el velatorio de su nieta y tuvo que ser asistida por sus familiares.
Un día después de la tragedia, en otra escuela de la ciudad se vivieron momentos de pánico cuando dos delincuentes que huían de la policía irrumpieron en un centro educativo del barrio de Bangú, donde fueron detenidos.