La reunión que se celebrará del 3 al 8 de abril en la capital de Tailandia es la primera desde que los ministros de Medio Ambiente acordaran el pasado diciembre en la ciudad mexicana de Cancún establecer un fondo especial para ayudar a las naciones más pobres a combatir el calentamiento global.

También se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura de la Tierra a menos de dos grados centígrados sobre los niveles pre-industriales, un tope considerado insuficiente por la mayoría de los científicos.

La de Bangkok es la primera de dos reuniones preparatorias previas a la cita de noviembre en Durban, que los expertos ven como última oportunidad para lograr un consenso global antes de que expire en 2012 el protocolo de Kioto.

Por ello, la secretaria ejecutiva de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, Christiana Figueres, espera que las reuniones de los próximos días consigan desatascar los debates y allanen el camino antes de la Cumbre de noviembre.

La costarricense destacó la semana pasada que en Bangkok se debe mantener el "impulso" necesario para seguir avanzando en los objetivos de Cancún, donde "el mundo estaba ante una encrucijada y optó por la vía hacia un clima seguro".

Figueres cree que 2011 es un año "crucial" para que los gobiernos resuelvan las cuestiones pendientes sobre el futuro de Kioto, aunque es realista y admitió recientemente que la meta de un acuerdo "ambicioso, justo y vinculante" en Durban es un "cuento de hadas".

El problema es superar el obstáculo de la división en el enfoque entre ricos y pobres.

Canadá, Japón y Rusia -tres de los 47 países que ratificaron el documento- ya han dejado claro que no quieren extender Kioto más allá de 2012 y apuestan por un nuevo acuerdo que abarque a todos los grandes países contaminantes.

Sin embargo, los emergentes -liderados por China y la India- insisten en que se les pueden exigir los mismos compromisos que al resto para que no se vea perjudicado su crecimiento económico.

Uno de los temas más relevantes de la agenda es el mecanismo de financiación del llamado "Fondo Verde", dotado con 100.000 millones de dólares pero del que todavía no se sabe cómo será sufragado por los países donantes.

Entre éstos últimos se hallaba hasta hace un mes Japón, que acaba de sufrir el triple golpe de un terremoto, un tsunami y una crisis nuclear que han dejado maltrecha su economía.

Otras naciones industrializadas estarán muy pendientes del rol que decida asumir el Gobierno nipón para calibrar su contribución al presupuesto y ver si mantienen o suben los niveles de contaminación que están dispuestos a reducir antes de 2020.

Además, los delegados también tiene previsto continuar las conversaciones sobre traspaso de tecnología, fórmulas de adaptación, evaluación y mitigación del cambio climático, combatir la deforestación y el mercado de emisiones de dióxido de carbono.