Entrevista / lUCÍA tOPOLANSKY / sENADORA Y esposa del presidente josé mujica, con una larga trayectoria revolucionaria y una de las más críticas de los procesos progresistas
“Que la izquierda latinoamericana se ponga las pilas y se siente a discutir”
Las aventuras y desventuras de Lucía Topolansky no pueden ser contadas en un párrafo introductorio. Bástenos un bosquejo: su militancia política empezó en la adolescencia y se acentuó con la facultad, en una Latinoamérica convulsa y revolucionaria. En 1969 se autorreclutó en el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, un grupo armado de izquierda marxista, al entregarles en bandeja los registros en negro de la financiera Monty, en la que trabajaba. Tenía 25 años. El subsiguiente golpe llenó las arcas de los tupamaros, expuso los lazos corruptos de la entidad con el Gobierno e hizo de Lucía una de las líderes más buscadas del grupo. Fue en esta etapa que conoció brevemente a su futura pareja, José Mujica. Después, entre golpes, clandestinidades y fugas, pasó cerca de 14 años en la cárcel: entró a los 26 y salió a los 40.
Una vez que recuperó la libertad, al igual que sus compañeros, abandonó la vía armada y se integró al Frente Amplio, una organización política que agrupaba la enorme variedad de ‘izquierdas’ del país. Entonces, tras un trabajo de décadas, el 1 de marzo de 2010 hizo historia al ser ella misma quien tomó juramento a su marido como Presidente de Uruguay. En ese mismo proceso electoral fue nombrada Presidenta del Senado, culminando un trabajo de décadas, de la cárcel al Gobierno.
Se ha hablado mucho de tu forma de vida con Pepe, ¿qué valores la guían?
Bueno, Pepe y yo nos definimos como luchadores sociales. Estamos aquí por una causa. Además, militamos desde muy jóvenes, mucho antes de ser pareja, desde una corta edad te diría yo, entregados a esa causa como sentido principal de vida.
En esta larga peripecia tuvimos una época en la vía armada, cuya expresión en Uruguay fue de ‘políticos con armas’. Eso fue en los años 60, por el influjo de la Revolución Cubana, como una buena parte de la juventud del continente. Esa vida era clandestina y muy azarosa: podías estar vivo hoy y muerto mañana, libre hoy y preso mañana. Por tanto, nosotros aprendimos algo que Machado dice de forma muy bonita, a “andar livianos de equipaje, como los hijos de la mar”. La felicidad no pasa por tener un gran equipaje, sino por las relaciones humanas, por el amor y la amistad, por tener tiempo para hacer las cosas que te motivan.
Después vino un largo aprendizaje de la cárcel, en la que vivimos condiciones extremas, sobre todo Pepe. Esto, viendo lo positivo, nos enseñó a sacar la paja del trigo y ver lo esencial de la vida. Cuando volvimos a la realidad, decidimos no complicarnos. No vivimos así por un culto al pobrismo ni por figurar, ni por estoicos: vivimos así porque disfrutamos. Es una opción consciente y serena. Así nos hemos liberado de un montón de prejuicios y de ataduras. Nos sentimos más libres.
En estas elecciones se cierra tu primer ciclo de participación en el senado, ¿qué destacarías?
Estoy conforme con este quinquenio que se cierra. Estoy contenta porque el objetivo verdadero de la política es la gente, y en este aspecto hemos conseguido rebajar sustancialmente la pobreza. Estamos en un 11% y la indigencia prácticamente desapareció. La desocupación está ahora mismo en el 5,9%, un número histórico para Uruguay. Y, sobre todo, la infraestructura del país se ha desarrollado mucho, y es esto lo que nos va a permitir dar el salto a generar un avance sostenido, para que ningún ventarrón pueda tirarlo abajo.
Desde el punto de vista de los números gruesos, te puedo decir que nosotros no tenemos ningún vínculo de dependencia con el FMI, algo que fue una reivindicación histórica de la izquierda uruguaya. El Banco Nacional tiene un paquete de reservas que nunca había tenido, que le va a permitir a la siguiente administración mayor despliegue en infraestructura. El PIB se triplicó y todos los porcentajes que tenemos destinados a mejoras sociales son sobre ese producto nuevo.
¿Qué otros avances se han producido en estos 10 años de gobierno de la izquierda?
Hicimos una reforma tributaria que tiene un símil en Ecuador, porque el presidente Correa planteaba la consigna “que pague menos el que tiene menos”, y nosotros decimos “que pague más el que tiene más”. Más en positivo la formulación que la de Rafael, pero la esencia es la misma (risas). También se cambió la matriz energética del país. Antes teníamos dos formas de producir energía: las represas y el petróleo. Con las grandes sequías del cambio climático teníamos que recurrir al petróleo, un gasto enorme porque nosotros no somos productores. Para solucionar eso introdujimos la energía eólica, y para 2016 vamos a ser el país de Latinoamérica que tiene más cantidad de generación eólica per cápita. También impulsamos la energía fotovoltaica, la de biomasa, el biocombustible… Eso ha bajado los costos y los va a bajar aún más. Además, cualquiera que viene a hacer un emprendimiento te va a preguntar: “¿Qué disponibilidad de energía tengo?”, y yo ahora le voy a poder contestar: “Sin techo”. Eso es muy importante desde el punto de vista del desarrollo.
Usted siempre ha luchado por la igualdad de género, ¿qué rumbo debe seguir una sociedad para llegar a la equidad?
Bueno, yo en algunas cosas estoy en minoría, pero te voy a confesar: yo creo que muchas cosas no se consiguen pidiendo, sino luchando. Y yo a las mujeres uruguayas les digo: “Hay que luchar”, lo único que nos asegura la victoria es no abandonar la lucha. La única lucha que se pierde es la que se abandona. Por tanto, no es que yo pida que me den una cuota de esto o de lo otro, eso de repente hay que hacerlo, pero son bastones, cosas transitorias. El derecho a conseguirlo por medio de la lucha es más sólido. Crea un estamento más fuerte. En ese sentido nosotros trabajamos en leyes de reglas domésticas, que en general caen sobre la mujer y el niño, sin embargo, el trasfondo es siempre de educación: hay que desarmar la cabeza machista de la sociedad.
¿Incluirías en este tema la ley del aborto?
Uy no, es distinto. Esa ley en tres períodos la discutí. En el segundo obtuvimos la aprobación, pero después hubo un veto presidencial. En este logramos aprobarla. Fue una larga lucha, que pasa por la transparencia y el sinceramiento de la hipocresía de la sociedad, que no quiere ver lo que está sucediendo y, por lo tanto, no quiere regularlo y ayudar. Desde nuestro punto de vista, es una ley por la vida y, de hecho, se han eliminado las muertes de madres y las secuelas peligrosas, porque el mecanismo habilita la seguridad. Además, hay muchas mujeres que desisten, ya que se encuentran con un equipo disciplinario que les ayuda a resolver el problema económico, de perjuicio social, por lo que continúan con el embarazo en un feliz término. Esa ley ahora está firme y es muy importante. Por supuesto tuvo gente a favor y en contra, aunque es un país donde la Iglesia y el Estado están separadas. Y eso ayudó mucho.
Tú eres senadora, el hijo de Raúl Sendic es candidato a la Vicepresidencia, el Pepe es Presidente… ¿Está concluyendo el movimiento revolucionario que empezaron hace tanto tiempo?
(Respira, se lo piensa) Bueno, nosotros cuando arrancamos con el Movimiento de Liberación Nacional estábamos en otro mundo, en otra América y en otro Uruguay. El contexto es siempre importante. Pero sin embargo, hay un leitmotiv que viene desde allí. En esos años planteábamos la cuestión de la tierra, y ahora, a través del Instituto Nacional de Colonizaciones, estamos dando tierra a la uruguaya: formando grupos de pequeños productores que trabajan en colectivo. No podemos dar la tierra de a uno, de forma individual, porque eso sería mandarlos a la ruina, ya que en un mundo globalizado no pueden competir. La única forma del pequeño de agrandarse es unirse. Los ayudamos a estar unidos. Estamos socializando, estatizando, ponele (sic) el nombre que quieras. Ese es nuestro modelo de reforma agraria, es lo que pensábamos en aquel momento. Hoy lo estamos haciendo.
Pero, en general, ¿están cumpliendo con el proyecto que tenían?
Nuestro proyecto iba en etapas. Primero decíamos que la lucha tenía que ser continental, porque Uruguay es un país con las fronteras abiertas, y si no capaz que nos invaden los brasileños (risas). Después de una etapa de liberación nacional, para la construcción socialista, está la lucha a nivel continental, que hoy se ve en la creación de todos estos organismos nuevos como la Celac, Unasur o Mercosur. En eso le hemos puesto mucho trabajo, porque nosotros concebimos la Patria Grande, pero tenemos un problema: en la época en la que formulamos estas ideas el mundo real socialista era otro, ese mundo que se derrumbó, entonces hay que rediscutir la cuestión, no abdicar del socialismo, sino debatir cuál es su rol en el siglo XXI. En esto estamos teniendo dos o tres experiencias, como por ejemplo, la autogestión obrera en emprendimientos industriales o de servicios.
¿Cuál sería el tema de esa discusión?
Algunos de nosotros en el Frente Amplio creemos que es necesario que la izquierda latinoamericana se ponga las pilas y se siente a discutir y a teorizar sobre el socialismo que estamos construyendo. Porque si no le ponemos un respaldo teórico sólido a esos procesos puede pasar que se diluyan y que queden como una anécdota de la historia. Es importante que no tengan retroceso. Ahora, ¿por qué es importante que nos sentemos juntos? Porque la realidad de Bolivia es diferente a la de Uruguay. Precisamos una elaboración teórica en la que cada pueblo pueda aportar lo más sustantivo, para crear un respaldo sólido y de futuro, para que las generaciones que vienen puedan beber de esa fuente y continuar.