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Especial La Iglesia católica en crisis

La indagación en Pensilvania y la compensación en Irlanda

El cardenal Donald Wuerl (centro) fue obispo en Pittsburgh, en el estado de Pensilvania.
El cardenal Donald Wuerl (centro) fue obispo en Pittsburgh, en el estado de Pensilvania.
Foto: Archivo / El Telégrafo
31 de diciembre de 2018 - 00:00 - Redacción y Agencia EFE

En agosto, una amplia investigación de la Corte Suprema de Pensilvania en Estados Unidos halló evidencia creíble contra más de 300 curas acusados de abusos e identificaron a más de mil víctimas menores de edad en décadas de abuso sexual encubierto por la Iglesia católica en ese distrito federal.

“Creemos que el número real (de niños abusados, incluidos aquellos cuyos dossiers se perdieron) está en los miles”, señala el informe de 1.400 páginas sobre el abuso sexual de menores en todas las diócesis del estado de Pensilvania.  

El fiscal general del lugar, Josh Shapiro, indicó: “Para muchas víctimas este informe hace justicia”.

A los menores le dieron alcohol y los manosearon o abusaron sexualmente, dice el reporte. También cita que a otros los violaron oral, vaginal o analmente.

El jurado criticó que todos los casos fueron dejados de lado por los líderes de la iglesia “que prefirieron proteger a los abusadores y a la institución”.

Como consecuencia del encubrimiento, casi todos los casos son demasiado antiguos como para ser juzgados, ya que la mayoría son anteriores al año 2000, aunque el jurado subrayó que emitió acusaciones contra un sacerdote de la diócesis de Greensburg y otro de la de Erie, que presuntamente abusaron de menores en la última década.

Entre los testimonios que más sorprenden consta el de un cura en Erie, Chester Gawronski, quien acariciaba sexualmente a niños y decía que tenía que “hacer una revisión de cáncer”.

En 1997, después de las quejas en su contra, Gawronski se presentó a la diócesis con una lista de 41 posibles víctimas y confirmó a 12 menores. Pese a su confesión voluntaria, él permaneció en el Clero.

Otro sacerdote, Michael Lawrence, le dijo a monseñor Anthony Muntone: “Por favor ayúdeme, abusé de un niño”.

Muntone anotó la confesión en un memorándum confidencial escrito a mano, pero el sacerdote de la diócesis dictaminó: “Esta experiencia no será necesariamente un trauma terrible para la víctima”. Lawrence permaneció activo en la iglesia durante años.

El pasado 1 de agosto, la diócesis de Harrisburg, una de las implicadas, publicó una lista de 71 religiosos y seminaristas, algunos de ellos ya fallecidos, “acusados” de abusos sexuales a menores desde 1940.

Ante el escándalo, ya que es el primer reporte con pruebas, el papa Francisco señaló que es necesario “condenar con fuerza esas atrocidades”.

Greg Burke, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, indicó: “Hay dos palabras que pueden expresar los sentimientos frente a estos horribles crímenes: vergüenza y dolor. La Santa Sede condena inequívocamente el abuso sexual de menores”.

“El reloj está andando para todos nosotros en el liderazgo de la Iglesia”, señaló el cardenal Sean O’Malley de Boston, un alto consejero del Papa sobre abuso sexual. Admitió que “los católicos han perdido la paciencia con nosotros y la sociedad civil perdió la confianza en nosotros”.

Compensaciones financieras en Irlanda

El papa Francisco reconoció en Irlanda su “vergüenza” y “sufrimiento” ante “el fracaso” de la Iglesia católica para afrontar de forma adecuada “los crímenes repugnantes” del clero en ese país.

Jorge Mario Bergoglio se encontró con una sociedad muy diferente a la que en 1979 recibió a Juan Pablo II. Ahora aprobaron en referendo el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto.

La jerarquía eclesiástica católica, protegió durante tantos años a sacerdotes y monjas, que abusaron sexualmente de niños, adolescentes, mujeres embarazadas y vulnerables. En compensación el gobierno estableció un dispositivo público de compensaciones financieras, al que se dirigieron más de 14.500 personas.

Pese a esta mea culpa, ofrecida en agosto durante su visita a este país, el Papa recibió una dura reprimenda pública del primer ministro irlandés Leo Varadkar (foto).

El primer ministro irlandés, Leo Varadkar (der.), junto al papa Francisco, en Dublín.El primer ministro irlandés, Leo Varadkar (der.), junto al papa Francisco, en Dublín. Foto: Archivo / El Telégrafo

El joven premier, un gay declarado, le exigió a Francisco “acciones y no solo palabras” para enfrentar las masivas violaciones y abusos sexuales perpetrados por el clero de este país.  

“El fracaso de las autoridades eclesiásticas en afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica. Yo mismo comparto estos sentimientos”, reconoció el Papa, en una intervención muy esperada.

Los católicos irlandeses, la isla más católica de Europa occidental, abandonaron su conservadurismo después de que el país fuera conmovido por una serie de escándalos sexuales contra menores, madres solteras encerradas, abusadas y explotadas en Lavandería Margaret y Casa de bebés. “Ya no va el 92% de la población a misa, como en 1979, en la visita del papa Juan Pablo II”, indicó Varadkar.

En una exposición en el Encuentro Mundial de las Familias, la razón por la que el Santo Padre fue a Irlanda, Marie Collins, víctima y sobreviviente de abusos sexuales de la iglesia y presidenta de la fundación que lleva su nombre, le marcó las condiciones al Papa antes de su aterrizaje.

La Iglesia católica “debe estar asustada de actuar en los abusos clericales por el miedo a saber cuán profundo o cuán amplio va a ser el escándalo. Pero cada manzana podrida debe ser eliminada y eso debe suceder ahora”, enfatizó Collins.

El Encuentro Mundial de Familias en Dublín, inaugurado por el papa Juan Pablo II en 1979 en Irlanda, es un foro que está sirviendo para convocar a todos a apoyar a los sobrevivientes de los abusos sexuales clericales de la manera más fuerte posible.

Pero, al mismo tiempo, exigir cambios fundamentales en la manera en que la Iglesia católica lidia con la protección de chicos y adultos. Las víctimas irlandeses quieren que los sacerdotes, monjas abusadoras y las jerarquías que los protegen sean denunciados a la justicia civil y no a la iglesia, que los ayuda y les da cobertura legal.

El “taoiseach”, como se llama el premier en Irlanda, está a favor de una separación de la Iglesia del Estado y apoya la libertad religiosa en su país. (I)

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