Su plan de gobierno plantea reformas en los sectores de educación y sanidad pública
Pedro Sánchez, el nuevo rostro del PSOE para suturar viejas heridas
Consciente del vacío que dejó la retirada de José Luis Rodríguez Zapatero en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) o, mejor dicho, la nefasta repercusión electoral que tuvo su sucesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, la plana mayor del socialismo español optó el pasado año por un candidato joven, atractivo para la mercadotecnia política y con apariencia de querer comerse el mundo.
De hecho, los barones del PSOE parecían más interesados en contrarrestar con Pedro Sánchez la frescura que supuso la irrupción de Podemos en el panorama político español que en suturar las heridas abiertas en su partido por el acercamiento al PP en materias tan sensibles como la demolición de los pilares del Estado del Bienestar.
El cambio fue radical. Y, por el momento, parece que la arriesgada apuesta encamina a los socialistas a decir, al menos, su última palabra. Hoy, este madrileño de 43 años, 1,90 metros de altura y perfil cinematográfico, es la estrella de un PSOE que sigue pagando la hipoteca de no plantar cara a los poderes financieros que llevaron a España al borde de la bancarrota. Su misión: demostrar que el transformismo vale y que todavía es capaz de hipnotizar a su gente. Claramente, Pedro Sánchez ha pasado a la ofensiva en medio de una campaña electoral que puede acabar siendo su tumba política, si no logra unos resultados que lo acerquen a La Moncloa.
A pesar de ello, la de Sánchez no es solo una maniobra de supervivencia para el PSOE. El candidato socialista recorrió la geografía española de punta a punta en varias ocasiones y utilizó la televisión como elemento aglutinante con apariciones en programas de aventuras o en tertulias personales organizadas en su propia casa. Desde su perspectiva todavía hay tajada política que sacar en unas elecciones que deben servir para variar el rumbo de una crisis que ha sacudido a los más desfavorecidos del país.
Sin embargo, Sánchez sigue sin develar el contenido real de una reforma constitucional que se antoja inevitable abordar en la próxima legislatura. Tampoco está exento de polémicas. Una de las más graves son las subvenciones ilegales que su partido repartió en Andalucía, donde gobierna hace décadas.
En los últimos meses, Pedro Sánchez cesó a sus dos principales dirigentes sin batir una sola pestaña. A uno, Tomás Gómez, por escorar su discurso demasiado a la izquierda y al otro, Antonio Miguel Carmona, por apoyar la investidura de Manuela Carmena como alcaldesa de la capital sin consultarlo con la ejecutiva federal. Si sus medidas ensancharon las grietas abiertas bajo el suelo del socialismo español, estas pasaron inadvertidas. Por el momento. “Para seguir siendo la única esperanza de la izquierda hay que ser realistas”, sentenció.
Ese es precisamente el mensaje que Sánchez trata de transmitir a los votantes que aún dudan entre el PSOE y Podemos, electores cansados de fallidas promesas de cambio, incertidumbres políticas y desastres económicos. Por eso, subsiste el interrogante entre el PSOE y cuenta nueva. O, pura y simplemente, Pedro Sánchez y vuelta a empezar. (I)
--------------------------------------------------------------------------------
Aún hay 25% de votantes indecisos
El socialista acorraló a Mariano Rajoy
El conservador Mariano Rajoy y el socialista Pedro Sánchez regalaron a la audiencia indecisa un inmisericorde intercambio de reproches en el último debate programado en España antes de las elecciones del domingo.
Nadie puede aventurarse a explicar si su cara a cara del lunes servirá para despejar las dudas del 25% de los votantes que aún no ha decidido su sufragio, pero nadie podrá negar que ambos candidatos se fajaron frente a las cámaras de televisión como si para ellos no hubiera un mañana.
Desde el primer segundo, Rajoy y Sánchez se despedazaron sin compasión llevando el debate a unos extremos de tensión que pusieron en aprietos al propio moderador, especialmente cuando el tema de la corrupción desplegó sus envenenadas espinas sobre la mesa.
Los insultos intercambiados avivaron las llamas del debate y sirvieron para llenar el vacío que supuso la ausencia de Albert Rivera y Pablo Iglesias. “En el fondo, el cara a cara ya no refleja la realidad política en España”, apuntó ayer una de las periodistas de referencia en España, Angels Barceló.
Sin embargo, la audiencia resultó espectacular. Casi 10 millones de personas siguieron el debate retransmitido por TVE para el resto de las cadenas e internet. La mayoría consideró que el vencedor es el candidato del PSOE. (I)