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Chile y un nuevo terremoto: minutos de horror y otra vez la bravura del mar

Los habitantes de Santiago salieron a la calle, asustados, por el fuerte sismo. Hasta el cierre de esta edición se mantenía la alerta. Foto: AFP
Los habitantes de Santiago salieron a la calle, asustados, por el fuerte sismo. Hasta el cierre de esta edición se mantenía la alerta. Foto: AFP
17 de septiembre de 2015 - 09:19 - Agencia AFP

Minutos de horror, una noche de pesadilla y un viejo conocido en las costas chilenas: un tsunami. Chile vivió así el potente terremoto de 8,3 grados que sacudió el centro-norte del país dejando hasta ahora 11 muertos.

El océano Pacífico volvió a mostrar su bravura cinco años después de arrasar con pueblos enteros del sur de Chile tras el terremoto del 27 de febrero de 2010, dejando esa vez un saldo de más de 500 muertos.

Arrastrados por las olas, barcos, botes de pesca, camiones, autos y los desechos de decenas de casas y puestos callejeros se dejaban ver este jueves en el borde costero del puerto de Coquimbo, como el reflejo del brutal paso de las olas.

Ajenos al drama de cientos de familias que perdieron sus puestos de trabajo y viviendas levantadas a orillas del Pacífico, medio millar de pelícanos custodiaban con su vuelo el andar de damnificados y turistas, que con caras de desazón y asombro transitaban por el balneario soportando el fuerte olor a pescado y basura.

Cuando empezó el temblor, de una magnitud de 8,3 grados, "pudimos salir. Si nos hubiéramos quedado aquí hubiéramos perecido", dijo María Zamorano, de 60 años, matriarca de una gran familia que tenía su vivienda y su puesto laboral a escasa distancia del océano, en este puerto ubicado 400 km al norte de Santiago.

Según el último reporte de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi), el sismo dejó 610 albergados y 526 viviendas dañadas, en su mayoría en Coquimbo.

"Lo perdimos todo, había televisores, camas, cocina (...) Fue la naturaleza que nos afectó en lo material, pero estamos bien fortalecidos en el Señor y estamos bien en lo espiritual, sabemos que vamos a salir adelante", agregó la mujer, mientras sus hijos y nietos trabajaban para limpiar un terreno lleno de escombros, barro y agua que hasta el miércoles en la noche era su hogar.

A pocas cuadras de la casa de María, Paula cargaba en una camioneta algunas bolsas con ropa mojada, televisores y otros electrodomésticos que sobrevivieron a la noche de terror.

"Esta vez (la evacuación) funcionó y salimos rápido (...), pero el dolor de no tener nada pega duro", dijo dolida la mujer que prefirió no dar más detalles de su identidad.

 Amor al mar

A escasos metros de las olas, otros cientos de pescadores miraban con dolor la destrucción que el tsunami produjo en sus puestos de venta de pescado y mariscos.

"No podemos luchar contra la naturaleza", lanzó Pedro González, que lamentó la muerte de uno de sus amigos víctima del tsunami.

Pero, asando pescados con sus amigos y compañeros de labor en el lugar donde hasta ayer se levantaba su puesto de trabajo, este pescador juró seguir su idilio con el mar: "Nosotros nacimos en el mar, somos gente de mar (...) vendemos pescados y mariscos y así será", dijo.

Olas de casi 4,5 metros azotaron a varias comunas de la región de Coquimbo, que fue declarada el jueves bajo estado de excepción constitucional de emergencia, lo que la deja a resguardo de las Fuerzas Armadas.

Una noche de horror

En Illapel, una pequeña localidad 230 km al norte de Santiago, cercana al epicentro del sismo, la luz del día reveló las marcas de la tragedia.

Entre los escombros de un muro caído, Ana Cortes, de 35 años, rememoró lo que fue la noche: "Fue el momento más espantoso, el horror más grande que se puede vivir (...) se movía todo y no terminaba nunca", relató.

Algunas casas construidas de materiales livianos en el suelo, la destrucción de estanterías en comercios y el caos del cementerio local con decenas de cruces, jarrones y tumbas hechas añicos, era el panorama que mostraba Illapel pocas horas después del sismo.

"Vivimos una noche de pesadilla, el movimiento fue mucho y fue largo, demasiado largo y siguió con las réplicas, fue terrible", comentó María Ramírez, mientras barría la puerta de su casa.

Llegar a Illapel fue una odisea para los turistas que el sismo pilló en la ruta en víspera de un fin de semana largo, o para quienes fueron hasta allí para reunirse con familiares tras el sismo.

Recorrer los 230 km que separan a Illapel de Santiago llevó unas diez horas.

"El temblor fue tan fuerte que me costó controlar el auto, pero lo peor era saber que mi hija estaba en mi casa sola", comentó con voz angustiada Freddy Gómez, vecino de Illapel, que logró llegar a su ciudad en la noche.

El sismo ocurrió a las 19:54 locales y tuvo su epicentro 42 km al oeste de la pequeña localidad de Canela Baja, unos 230 km al norte de Santiago.

En Ecuador se esperaban olas de hasta un metro

Al respecto, en Ecuador, el Instituto Oceanográfico de la Armada (Inocar) informó vía Twitter: "Este sismo no reúne las características necesarias para generar un tsunami en las costas ecuatorianas y la región insular".

Sin embargo, la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) dijo: “Se experimentará el equivalente a una marejada entre fuerte y mediana en toda la Costa, a pesar de que la altura de las olas estará entre 0,3 m y 1 metro”. Se tenía previsto que el oleaje llegara a Puerto Bolívar, provincia de El Oro, a las 22:25, y a Baltra, en las islas Galápagos, a las 23:20 (hora continental), indicó la entidad.

Hasta la medianoche de ayer la SGR informó que en Puerto Bolívar y Galápagos no había novedades. En algunos balnearios se estaban asegurando las embarcaciones. La SGR pidió a los dueños de las naves que tomaran precauciones: si estaban en el mar debían permanecer costa afuera, y si se estaban en tierra firme no debían ingresar al mar. (I)

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