Nicaragüense revive los horrores de la guerra civil
Con 16 años peleó por la revolución en las montañas de Nicaragua. Allí vio morir a compañeros y perdió una pierna por un proyectil RPG-7. Pero nada es comparable. No hay un día que Álvaro deje de llorar por su hijo que lo mataron el pasado 21 de abril.
Sentado en la sala de su humilde casa en el barrio Monimbó, en la ciudad rebelde de Masaya, Álvaro Gómez revive traumas heredados de las guerras civiles de los años 1970 y 1980, igual que muchos nicaragüenses en la ola de violencia que ha dejado más de 250 muertos en casi tres meses.
Su hijo, de 23 años y llamado como él, trabajaba en una fábrica y estudiaba finanzas. Murió en una barricada en Monimbó, tres días después de estallar las protestas contra una reforma al seguro social, que derivaron en el reclamo de la salida del poder del presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo.
“Cuentan que lo agarraron, lo golpearon y le pegaron un balazo en el pecho. Lo arrastraron ya muerto. Fueron policías. Cuando me avisaron, no me impacté porque pensaba que mi hijo trabajaba. Fui a ver a la morgue: Era él”, relata con la voz entrecortada.
Hace calor. Sudor y lágrimas bajan por su rostro indígena y el silencio domina por momentos la estancia. En una pared está una pizarra con operaciones de cálculo de raíz cuadrada, que este profesor de física matemática, de 48 años, enseña a resolver
“Hay mucho temor de que la historia se repite. Es desesperanzador. La población presenta expresiones de miedo relacionadas al peligro actual, pero también a volver a la situación que tanto trauma provocó en el tiempo de la guerra”, explicó la sicóloga Adriana Trillos.
“Sandinista, no danielista”
El “profe” tenía nueve años cuando triunfó en 1979 la insurrección popular que, comandada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, izquierda), derrocó al dictador Anastasio Somoza. En la década de 1980, durante la cual gobernó Ortega, peleó en la guerra entre sandinistas y contrarrevolucionarios.
“La familia Ortega-Murillo está haciendo lo mismo que Somoza. Siento coraje porque luchamos por la revolución y mandan a matar a los hijos y a los nietos de quienes llevamos a Daniel al poder en 1979 y luego peleamos por mantenerlo ahí”.
Paramilitares y antimotines del gobierno, apoyados por francotiradores, han creado pánico en ciudades y pueblos, adonde llegan fuertemente armados y encapuchados a desmontar barricadas, según el gobierno, que las levantaron “golpistas” y “delincuentes”.
Monimbó, su barrio, es símbolo de la resistencia sandinista y hoy levantado contra Ortega, aún tiene muchas barricadas.
“Soy lisiado de guerra y me siento inútil. Desde la muerte de mi hijo siento impotencia y coraje de ver tantas muertes y no poder hacer nada en esta guerra desigual. Ellos (fuerzas de Ortega) andan con armas; los jóvenes, piedras y morteros”, expresó el profesor, quien dijo que aún es sandinista, pero “no danielista y mucho menos murillista”.
Los sueños y recuerdos
En Monimbó muchos sienten volver al pasado. Ángela Alemán, de 69 años, dijo que su madre fue baleada y tuvo varios familiares presos y torturados por Somoza en la guerra. “Hoy vivo con angustia porque mis hijos van a las trincheras”, aseguró Ángela Alemán.
Según la sicóloga Adriana Trillos, regresaron los temores a “las desapariciones, los encarcelamientos arbitrarios, las torturas, y que, también, los hijos desaparezcan y reaparezcan, pero muertos”. (I)