El sueño americano atrae también a los niños
Pese a la dura y peligrosa travesía que afrontaron para llegar a la frontera de Estados Unidos con México, el sueño de los niños migrantes continúa intacto y siguen convencidos de que es el país donde quieren labrarse un mejor futuro.
Mientras espera en un albergue de Arizona un plato de comida, Sarai, de 5 años, dice que quiere ser pintora cuando sea grande.
Del viaje de ocho días que realizó con su madre, Blanca, desde Guatemala hasta Arizona, la pequeña solo recuerda que sintió “mucho miedo al cruzar el río”.
Y lo hace mientras sostiene una muñeca a la que llama “Estrella” y que ha sido la única que le ha provocado una pequeña sonrisa desde su arribo a Estados Unidos.
Sarai es una de las decenas de personas que llegaron de Guatemala, Salvador y Honduras en el último grupo que las autoridades migratorias liberaron en el albergue de Montevista, en Phoenix (Arizona).
La mayoría de las familias venían con menores, algunos con apenas meses de nacidos, que eran atendidos por el personal médico por deshidratación o resfriado.
Después, los pequeños tuvieron una celebración por el Día del Niño, que conmemoró este martes buena parte de la comunidad hispana en Estados Unidos.
Sarai es uno de los cerca de 9.000 menores que fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza desde marzo. Muchos de ellos son adolescentes, pero también hay menores de 12 años que a veces viajan con “coyotes” contratados o son llevados por grupos de desconocidos.
La pequeña Dina, de 5 años, no dejó de cascabelear (castañear) los dientes la noche que durmieron en el monte, explica su madre, Leticia Guerra, después de que huyeron de los “coyotes” mexicanos cuando los perseguían.
“Fue un viaje en el que corrimos gran riesgo, pero lo más triste es ver que mandan a niños solos. Iban dos menores de 12 y 13 años, que tienen que vivir solos esto”, lamenta la guatemalteca.
Apoyado en la pared y con la vista fija en el horizonte, el pequeño Marciano, de 2 años, cuenta que cruzó el río en los hombros de su madre, Maribel.
El niño quedó enredado entre los arbustos y su madre lo perdió por un momento en el río por la “confusión” que reinaba.
“Pobrecito, lloraba tanto, pero está ilusionado de volver a ver a su hermanita, de 4 años, y estar en este país, donde, dice, hay muchos juguetes”, indica Maribel.
Edwin, de 12 años, dice que viene a Estados Unidos porque quiere ser un doctor cuando sea mayor y asegura que está feliz de llegar al país, aunque para eso haya tenido que permanecer “tres días sin bañarme”.
Del viaje recuerda el momento en que fueron abordados en el desierto de Altar, en el estado mexicano de Sonora, por personas que traían “unas pistolotas”, quienes despojaron del dinero a todas las personas que iban en el grupo de migrantes.
Justin, de 12 años, también se siente feliz de estar en Estados Unidos y, afirma, desde que los “agarró la ‘migra’ (Inmigración) no había comido un plato de comida tan rico como el de la iglesia”.
Este adolescente, de ojos grandes y sonrisa amplia, tiene la meta de ser cirujano y, asegura, piensa lograrlo, pues presume de que siempre fue el “abanderado” en su escuela de Guatemala.
Pero también hay pequeños, como el bebé de 10 meses que sostiene su madre Biel, de 18 años, que recuerda que tuvo que pasarlo por un agujero de tierra donde “casi pierde la vida” para cruzar la frontera.
Marisol, de 10 años, quien estuvo detenida por las autoridades estadounidenses de inmigración, también atravesó el mismo agujero.
“Cruzamos por un hoyo de tierra, como que lo habían escarbado. Sentí miedo porque era de noche y el espacio era muy pequeño”, comenta la niña. (I)