Si la Unión Europea (UE) se sometiera hoy a un examen médico se ordenaría su inmediato ingreso hospitalario. Por la vía de urgencias. La rotunda derrota cosechada por Matteo Renzi en el referéndum de la reforma constitucional del domingo incrementó la gravedad de sus dolencias pese a que los 19 ministros de finanzas del Eurogrupo, reunidos ayer en Bruselas, trataron por todos los medios de maquillar los síntomas de la enfermedad que aqueja al continente con un simple y contundente mensaje: “Se trata de un asunto interno italiano que no va a afectar a la unión monetaria porque los mercados ya contaban con este resultado”.

Pero este tranquilizador análisis realizado al término de la reunión por el presidente del grupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, no se ajusta a la realidad sobre todo tras conocerse que el consorcio de bancos italianos gestionado por JP Morgan y Mediobanca aguardaban el triunfo del ‘Sí’ a la reforma para empezar a recapitalizar la maltrecha situación de entidades como Monte Paschi di Siena con inyecciones de dinero por fases hasta alcanzar los 5.000 millones de euros estimados ($5.388 millones). No es de extrañar, por lo tanto, que la victoria del ‘No’ solo haya servido para resucitar al fantasma de la inestabilidad política, no ya en la tercera economía europea, sino en toda la UE.

La incertidumbre llegó ayer a un nivel que hasta el comisario de Asuntos Económicos de la UE, el francés Pierre Moscovici, decidió comparecer para sosegar a los enloquecidos mercados financieros ciñéndose con delicadeza al guion marcado sobre “el impacto local del referéndum” y remarcando las enormes virtudes económicas que atesora Italia.

“Es un país sólido en el que tenemos confianza. Necesitamos más integración, la respuesta es más Europa”, subrayó Moscovici aunque sin anticipar las posibles consecuencias del resultado italiano y la anunciada renuncia de Renzi a su cargo de primer ministro.

Pero la decisión estaba en manos del presidente de la República, Sergio Mattarella, quien pidió ayer a Renzi que aplazará su renuncia para garantizar la aprobación de la ley de presupuestos 2017. “Acepté por sentido del deber”, comentó el primer ministro.

Desde ayer se escuchan las primeras peticiones para que adelante las elecciones que deberían celebrarse en 2018 procedentes especialmente desde las trincheras de las tres formaciones euroescépticas que han salido reforzadas del descalabro del Partido de la Democracia (PD) de Renzi, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) del cómico antisistema Beppe Grillo y las ultraderechistas Liga Norte de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi.

Pero si se convocan elecciones anticipadas, algo que obligaría a las dos cámaras parlamentarias a retocar previamente el sistema electoral por culpa de una sentencia reciente del Tribunal Constitucional, tampoco será ningún trauma en un país que tuvo 41 jefes de Gobierno en los últimos 70 años.

Un récord insuperable en Europa si se compara con los 15 de Reino Unido y los ocho de Alemania. “No es que irrumpa la inestabilidad, es seguir como siempre”, explicaba ayer un analista político en la RAI 1. Dicho con otras palabras, aquellos que vaticinaban el resultado del referéndum comenzaron a desvincular el fracaso de Renzi de los últimos percances para el proyecto europeo, como el Brexit, incluso la victoria de Donald Trump. Pero la realidad es que si Beppe Grillo cuenta ahora con más posibilidades que nunca de gobernar Italia es porque la clase política tradicional no ha hecho más que darle la razón. Su consigna siempre ha sido echarlos del poder y la gente comparte ese deseo en lo más profundo de su alma. (I)