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Macri, a un mes de decretocracia

Macri, a un mes de decretocracia
15 de enero de 2016 - 00:00 - Por Valeria Puga Álvarez

En un mes de gobierno Mauricio Macri no ha tomado ni una medida a favor de los argentinos. Ni siquiera un gesto republicano. Todo lo contrario, en apenas semanas ha entregado los primeros Golden Globes a sus sponsors y ha comenzado a arrasar con el legado del kirchnerismo en contra del pueblo, de la nación y de los principios más elementales del juego democrático.

De lo superficial a lo profundo. A su falta de discurso -por demás redundante y vacío-, intenta compensarla con un baile kitsch. A su amateurismo lo blinda con los relatos cómplices de sus padrinos mediáticos. Y lo más grave, Macri en su revanchismo e inseguridad pretende anular por la fuerza a su oponente instaurando un régimen de rasgos dictatoriales.   

Ciertamente, no habrá más cadenas informativas -como en la era K-, más que por el deseo de Macri de cumplir con el estribillo de campaña, por la falta de destreza que lo caracteriza y, obviamente, por la ausencia de obra (para el pueblo). Así tampoco habrá muchas tantas cosas más. El diálogo que era el más invocado en su propuesta es el gran ausente de su arranque.

Macri a menudo, ni siquiera discute la toma de decisiones con su aliado y responsable duro de su salto electoral por fuera de Buenos Aires, la Unión Cívica Radical (UCR). Intenta pasar vacías conversaciones por diálogo para la foto. Un diálogo serio, en política, implica discutir los puntos sustanciales y convertirlos en acuerdo, en acción. No es un escuálido encuentro.

La forma que Macri escogió para el traspaso del poder, a través de una medida cautelar que fijaba un tiempo de caducidad a la administración saliente de Cristina Fernández de Kirchner, dio la tonada de lo que vendría: cien días de gobierno decretista y cero de democracia.

El decretazo se ha empleado para todo: nombrar jueces de la Corte Suprema, recortar a la mitad el presupuesto de la educación, eliminar las retenciones al agro y, esta última semana, derogar el decreto que disponía devolver el 15% de la coparticipación del Estado a las provincias.   

De profunda gravedad son los cuatro Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), dos de ellos destinados a favorecer los monopolios mediáticos y destruir la institucionalidad creada por la Ley de Medios de 2009.

Los restantes inciden en el ámbito penal como la suspensión de la entrada en vigencia del nuevo Código Procesal Penal y el traspaso de las escuchas judiciales a la Corte Suprema.

Claramente la debilidad de Macri en ambas cámaras, en donde el Frente Para la Victoria (FPV) sigue siendo la fuerza mayor, ha redundado en su inseguridad al gobernar. La interpretación sesgada de la Constitución y de la ley que reglamenta los DNU, la 26.122 coloca en duda la legitimidad de su primer mes, pues no existen las condiciones de excepcionalidad para que sean emitidos.

Macri, además de sortear el debate legislativo, ha buscado silenciar vengativamente todas las voces fuertes del kirchnerismo. Desde el programa de análisis político y mediático 6-7-8 hasta la reciente censura en contra de Víctor Hugo Morales.

Aquello, en clara sintonía con la disolución de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), que a pesar de dos fallos judiciales en contra, sus oficinas se hallan cercadas de policías para impedir la entrada de su directivo, Martín Sabbatella.

Las medidas del macrismo son tan escandalosas y deleznables que hasta sus propios aliados, como ‘La Nación’ y ‘Clarín’, se  descolocaron en sus narrativas periodísticas, dando “marcha atrás” en sus titulares para justificarlas.  

El despido de empleados públicos -incluso con violenta represión- por el “pecado” de haber sido contratados durante el kirchnerismo ronda los 15.000 y en el sector privado la cifra ascendería a 10.000.

Después del Decreto Ley 4161, de 1956 que proscribía al peronismo y a cualquiera de sus expresiones, lo que está haciendo Macri con el legado kirchnerista es lo que más se le parece en plena era democrática.

El retrato del pasado al que los gobiernos posneoliberales pensaron que no se podía volver está en curso ahora mismo en Argentina.

El desmantelamiento del Estado en beneficio de las corporaciones y las élites reaccionarias apenas ha iniciado y arrojado un escenario al que ya es imposible revestirlo como un colorido vodevil.  

Pero, si bien Macri está empeñado en su tarea de borrar cualquier rastro de kirchnerismo en las leyes, en las políticas públicas, en el ejecutivo y en el espectro mediático, no le será fácil retirarlo de su paso ni en el Legislativo y peor aún de la calle, donde los militantes y empoderados K “abrazan” a los afectados del macrismo y “resisten con aguante”. (O)

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