Entrevista
“Los pocos avances sociales logrados en los últimos años molestan a muchas de las capas más privilegiadas”
Brasil transita por uno de los momentos políticos más difíciles en más de una década gobernada por el Partido de los Trabajadores (PT), en el que se juega, no sólo la estabilidad política y social, sino el destino de un proyecto que comenzó un 1° de enero de 2003 con Luiz Inácio Lula da Silva como presidente electo y representante, desde la primera hora, del pueblo humilde y trabajador. Este derrotero viene surcando por episodios peliagudos que han ido armando el escenario para interrumpir este proceso, y como la vía electoral falló en las últimas elecciones de 2014, ahora la derecha apela al “impeachment” contra la presidenta Dilma Rousseff, legitimado por las multitudinarias marchas que colman las calles de las principales ciudades brasileñas. Ahora el golpe que contempla este escenario es contra el ex presidente Lula, vinculándolo a la operación “Lava Jato” que envuelve a la estatal Petrobras por casos de corrupción. Este golpe de carácter judicial intenta deteriorar aún más la imagen del gobierno y la de Lula como parte de una campaña de desprestigio en su contra, situándose como un momento bisagra tanto para la vida política del gobierno conducido por Dilma, como para la del ex presidente, quien sigue siendo una amenaza latente para los poderes fácticos de su país.
Asimismo, para aproximarnos a esta cuestión de manera más clara y precisa, conversamos con el historiador brasileño Bruno Pereira de Lima Aranha, graduado de la Universidad de San Pablo en Brasil y Magíster en Integración de América Latina por el Programa de Integração em América Latina de la misma universidad (PROLAM-USP), quien analiza el contexto político actual con una visión retrospectiva para entender estos sucesos que tiñen la realidad brasileña, afirmando que “se habla mucho de una crisis económica, ella existe, pero no se puede compararla con otras crisis que han ocurrido en el país en la década de 1980 o incluso 1960, donde había escasez de alimento en el país.” Sin embargo, sostiene que la crisis actual es esencialmente política.
“Hay una división clara de quien apoya y quien no es compatible con la salida de Dilma”, aseguró el historiador, quien observa que el panorama de manifestaciones no es abruptamente a favor de la destitución de la presidenta, tal como los muestran los grandes medios de comunicación como la Red Globo y que del otro lado hay manifestaciones en apoyo que son “silenciadas”.
En tal sentido, asevera que es posible que ocurra un golpe de Estado en el país, tomando nota de la comparación que se hace con el golpe de 1964 que terminó derrocando al entonces presidente João Goulart y trazando algunas similitudes con aquella época, pero considera que para que haya un golpe no necesariamente tiene que darse por medios militares, por lo que “un golpe similar a lo que ocurrió en 1964, es imposible hoy en día”.
¿Cómo observas la situación política en Brasil?
Se habla mucho de una crisis económica, ella existe, pero no se puede compararla con otras crisis que han ocurrido en el país en la década de 1980 o incluso 1960, donde había escasez de alimento en el país. Creo que la crisis actual es esencialmente política. Para entenderlo, tenemos que retroceder al año 2002, en vísperas de las elecciones que eligieron a Lula. El candidato a continuación, dio a conocer un documento llamado “Carta a los brasileños”, que mostró un tono conciliador con los sectores de la elite brasileña que temían las posibles medidas a ser tomadas por el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Quizás el momento que más simboliza este “pacto” es la frase del banquero Olavo Setúbal, del Banco Itaú, quien, antes de su muerte, pronunció las siguientes palabras: “Lula fue el presidente más grande de nuestra historia.” Es decir, los banqueros se beneficiaron demasiadamente con este gobierno. En mi punto de vista, parece que este pacto se ha roto en el primer mandato de la presidenta Dilma, y aún más intensificada a partir del segundo mandato.
¿Consideras que esto es una forma de desgastar al gobierno de Dilma Rousseff para que dimita antes de finalizar su mandato en 2018?
¡Por supuesto! Numerosos intentos de la oposición se han dirigido a debilitar el gobierno de Dilma, incluyendo el apoyo masivo de los grandes medios de comunicación de Brasil, sobretodo del Grupo Globo. Poco se habla de ello, pero la cuestión de género también tiene un gran peso, Dilma fue la primera mujer en llegar a la presidencia de Brasil, creo que eso tiene un enorme peso simbólico, y por supuesto, molesta a muchas personas.
¿Se respira un clima destituyente en las calles? ¿Cómo lo percibe la población a lo largo del país?
Hay una división clara de quien apoya y quien no es compatible con la salida de Dilma. Los medios brasileños (y también los medios de comunicación internacionales) pasan la impresión de que hay manifestaciones masivas a favor de la destitución. Estas manifestaciones son representativas y legítimas, pero el otro lado es simplemente “silenciado”. Aunque hoy en día hay más pluralidad de posiciones, sobre todo con los avances que vienen de la internet, quien acaba formando opinión siguen siendo los grandes medios de comunicación, especialmente los sectores relacionados con el Grupo Globo.
¿Estamos en los prolegómenos de un golpe de Estado? ¿Cuál es tu visión al respecto?
Muchos comparan la situación actual con lo que ocurrió en 1964 con el golpe militar que derrocó al presidente João Goulart. Hay algunas similitudes, un ejemplo: los mismos sectores que apoyaron el golpe de Estado en 1964, ahora quieren la salida de Dilma. Sin embargo, creo que la cuestión que se debe considerar es que existen diversas formas de hacer un golpe, que no necesariamente tiene que ser por medios militares. Creo que un golpe similar a lo que ocurrió en 1964, es imposible hoy en día. Pero, las estrategias utilizadas por los sectores de la oposición y los medios de comunicación son, en efecto, claramente golpistas. En este sentido, creo que es posible ocurrir un golpe.
¿Qué análisis haces de las multitudinarias marchas en contra de Dilma y Lula da Silva?
Reforzando lo que he dicho anteriormente, son multitudinarias y son representativas, pero no representan la mayoría absoluta del pensamiento del pueblo brasileño. Hay intereses de la oposición y de los medios de comunicación para pasar un cierto punto de vista sobre estas marchas.
¿Cómo interpretas la detención de Lula y su traslado a declarar en el caso Petrobras por la fuerza pública, en lugar de ser citado como cualquier ciudadano que tiene que presentarse voluntariamente ante la justicia? ¿No hay una provocación con esta actitud por parte del poder judicial?
¡Seguramente! Es muy claro que hay miembros del poder judicial interesados en exponer lo que el propio Lula llama “show mediático”. La justificación de la acción coercitiva utilizada por el juez Sergio Moro, fue muy cuestionada por los sectores del propio poder judicial. La justicia debe ser ciega, pero no lo es, es más bien parcial.
¿Qué opinión te merece esta frase que dijera Lula luego de su detención: “Nunca pensé que poner un plato de comida en la mesa de un pobre generaría tanto odio de una elite que se harta de tirar comida a la basura todos los días”? ¿Qué impresión te produjo estas palabras del ex presidente?
Es una frase fuerte, no voy a entrar en el fondo que puede ser o no sincero. Pero es obvio que hay un choque de clases en Brasil, y esto también se aplica a la cuestión racial. Mucho se ha dicho con respecto al racismo existente en los Estados Unidos, pero, en mi opinión, Brasil es un país mucho más racista. Los Estados Unidos, con todos los problemas que existen allí, ven, no estoy diciendo que no hay racismo en ese país, formaron una clase media negra relativamente fuerte. ¿Y en Brasil, dónde está la clase media negra? Ella no existe. Los pocos avances sociales logrados en los últimos años, con el gobierno del PT, molestan a muchas de las capas más privilegiadas. El caso del debate sobre la ley de los trabajadores domésticos es un buen termómetro para esta discusión. ¡La legislación relativa a los derechos de los trabajadores domésticos se promulgó sólo en 2015! No antes de generar una gran polémica. Creo que esto es un gran retraso, y no se puede dejar de pensar en el hecho de que hemos sido una sociedad esclavista hace poco más de 100 años.
-¿Es casual que ciudades como San Pablo y la capital Brasilia hallan concentrado la mayor cantidad de manifestantes que pidieron el “impeachment” a la presidenta? ¿Hay una explicación sociohistórica para este fenómeno, tomando en cuenta lo que representan en Brasil estos grandes centros urbanos?
Hay una idea de la asimetría entre el sur, más rico y más desarrollado, y el norte, más pobre. Pero la explicación no es tan simple, hay una falsa idea de que San Pablo es un Estado rico. Hay un enorme producto interno bruto, pero al mismo tiempo, las desigualdades sociales también son enormes, por lo tanto, en efecto, hay mucha pobreza en San Pablo. La llamada “clase media blanca” no es representativa sólo en San Pablo y en el sur de Brasil, si vemos las imágenes de las manifestaciones en las ciudades del noreste de Brasil, incluyendo Salvador de Bahía, una ciudad de población mayoritariamente negra, en el caso de las manifestaciones por el impeachment, quien estaba allí era en su mayoría de la clase media blanca.
¿Piensas que el proceso de derechización que atraviesa la región está generando un efecto rebote en la sociedad brasileña?
Sectores de la derecha han sido siempre muy fuertes en Brasil, lo que ocurrió fue que estos sectores no estaban acostumbrados a la oposición, y ahora están empezando a atacar con la “más pesada artillería”.
¿Crees que la figura de Lula saldrá fortalecida para una posible candidatura en 2018 después de estos acontecimientos?
Es imposible decir algo ahora, todo depende del curso de los acontecimientos en las próximas semanas. De todos modos, la polarización política que hay acá es aterradora, y vienen a la memoria los años de la Guerra Fría, si usted me pregunta esto un par de años antes, yo diría que era imposible que suceda esto en el siglo XXI, pero sucedió.