Globo mantiene campaña mediática contra Lula
Los movimientos sociales rechazan el plan golpista contra Rousseff
“Dilma, guerrera, de la patria brasileña”, cantaban más de 20 mil personas en los suburbios de Sao Luiz, capital del estado Maranhao, uno de los más pobres de la región noreste, adonde la mandataria se dio el pasado fin de semana un baño de pueblo contra el golpismo y comenzó a blindarse con los movimientos sociales contra la manifestación opositora que el próximo domingo 16 reclamará su destitución del cargo.
La mandataria entregó en Maranhao, estado gobernado por el comunista y aliado Flavio Dino, 4.417 casas para 18.000 personas, en el marco de una de sus principales referencias de gestión, el plan Mi Casa Mi Vida, el mayor programa de vivienda popular de la historia de Brasil, con más de tres millones entregadas.
Es con esto, con gestión, movimientos sociales y política, que Rousseff empezó a enviar señales frente a la ola conservadora que reclama su salida, en medio de una crisis política y económica que ha dejado desinflado a mínimos históricos al Poder Ejecutivo y ha colocado al Congreso como timonel de una turbulencia que mantiene en vilo al país. Mucho tiene que ver con la baja de la popularidad de Rousseff (de apenas 8%, según una reciente encuesta realizada por Datafolha) el clima político instalado por la investigación de corrupción entre exfuncionarios de la petrolera estatal Petrobras con empresas constructoras.
“Renueva, renueva la esperanza, que Dilma es guerrillera y de la lucha no se cansa”, cantaban los manifestantes, empujados por la Unión de la Juventud Socialista. Y el gobernador Flavio Dino levantó a la tribuna al entonar el cántico “No habrá golpe, no habrá golpe”.
Fue el primer acto en el cual las fuerzas de izquierda aliadas al Partido de los Trabajadores de Dilma y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) le mostraron al resto del país -donde domina la agenda mediática el estado de Sao Paulo, controlado por la oposición- que habrá resistencia popular en caso de una destitución de la mandataria.
“Esto que ocurrió en Maranhao es una clara demostración de la fuerza política de Dilma, es un gesto para quien cree que Brasil está dormido, para quien cree que no habrá resistencia a quien intente un golpe en la estabilidad democrática”, afirmó el presidente nacional de la Unión de Juventudes Socialistas, Renán Alencar.
“Rechazamos el vale todo, el querer hacerle creer a la población brasileña que “cuanto peor, mejor”, sostuvo por su parte Rousseff.
Maranhao es gobernado por Flavio Dino, el primer gobernador del Partido Comunista do Brasil (PCdoB), fuerza que tiene a su cargo el ministerio de Ciencia y Tecnología y es un aliado fiel del PT.
“Defendemos la democracia contra cualquier intento de golpe”, afirmó Dino. Días antes había rechazado a los movimientos a favor de un juicio político por Rousseff supuestamente por haber realizado ajustes contables en el presupuesto de 2014 “apenas porque una encuesta otorga popularidad baja”.
El gobierno se enfrenta a una semana en la cual deberá ganar volumen político contra la manifestación convocada por la ultraderecha opositora que reclama la destitución de Rousseff y por el candidato presidencial derrotado el año pasado, Aecio Neves, presidente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
En ese marco, el Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB) del vicepresidente Michel Temer ha jugado sus fichas luego de anunciar que romperá con el gobierno en 2018, en las futuras elecciones presidenciales.
El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, del PMDB que se pasó a la oposición, promete aprobar medidas que aumentan el gasto público para contrarrestar el ajuste fiscal que emprende Dilma. Sin embargo, el titular del Senado, Renán Calheiros, también del PMDB y uno de los hombres más cercanos al poder real del país, ha negociado una serie de medidas para imponer una “Agenda Brasil” y pacificar el ajuste que emprende el ministro de Economía, Joaquim Levy. “La sociedad no quiere que pongamos fuego en la hoguera”, dijo el presidente del Senado, un aliado que se ha revelado crítico al gobierno y que ahora quiere mostrarse como timonel de la negociación política.
Contrarrestar la marcha opositora del próximo domingo -que es alentada desde la radio y televisión privada- incluye también la posibilidad de poner a Lula como ministro en el gabinete para ofrecerle al gobierno de Dilma mayores resistencias políticas y mejor tránsito con el empresariado y los sindicatos.
Lula se encuentra “bajo fuego” de los ultraconservadores. Hace dos semanas el Instituto Lula de Sao Paulo fue víctima de un atentado de una bomba casera y las principales revistas de derecha del país, Veja y Epoca, esta última del grupo mediático opositor Globo, tejieron hipótesis de que debería ser involucrado en el escándalo de Petrobras, parte del cual ocurrió durante su gestión. Incluso está detenido por supuestamente haber lavado de dinero de empresas constructoras y de comandar la red de sobornos en Petrobras José Dirceu, expresidente del PT y exjefe de ministros de la gestión Lula entre 2003 y 2005.
Daltan Dallagnol, fiscal del caso, dijo al canal televisivo Rede TV! que ni Lula ni Dilma están siendo investigados. La ofensiva mediática contra Lula no es novedad, ya que es política de Globo -el grupo mediático más importante de América Latina y el quinto en el mundo- arreciar contra el exsindicalista metalúrgico desde el regreso de la democracia. (I)