44 migrantes fueron hallados muertos en el desierto la semana anterior
Libia, un paso obligatorio de alto costo en la ruta hacia el continente europeo
Los migrantes no conocen por adelantado su fecha de salida rumbo a Libia. En general, son colocados en la parte trasera de un vehículo que lleva entre 20 y 29 pasajeros, sentados sobre bidones o maletas.
¿Equipamiento obligatorio, y de pago, para poder soportar la arena y el calor? Pasamontañas, guantes, gafas de sol, chaqueta, bidón de agua. Desde que la Policía prohibió las salidas, estas se hacen hacia las 2 o las 3 de la madrugada.
“Hay 750 km y tres días de carretera hasta la frontera”, explica un traficante de personas que pide el anonimato. “Conducimos las 24 horas. Paramos solo para tomar un té y cinco minutos para ir al baño. Yo llevo hasta 26 personas, vamos en convoy, nunca solos”.
“No paramos porque tenemos miedo de los bandidos y de la Policía. Los bandidos están armados. Te pueden quitar el vehículo y dejarte en el desierto. Y eso es la muerte.
Les ocurrió a unos amigos”, agrega. En caso de ataque, “intentamos esconder el Thuraya (teléfono vía satélite), enterrarlo. Disparan ráfagas. Si no hay forma de huir, yo paro.
Ya me ocurrió, perdí el vehículo. Afortunadamente, otros amigos me recogieron. Los bandidos tienen a gente en la ciudad y cuando un vehículo sale de allí, les informan”.
“El Ejército no dispara, te detiene y te lleva a la ciudad”. En ese caso, el vehículo es confiscado. “Es realmente un riesgo, pero no tienes elección, solo tienes esto para ganarte la vida. Aunque, sin riesgo no hay placer”.
Para los migrantes, expuestos al sol y a la arena, la ruta es difícil. Hay que agarrarse para no caer y racionar las reservas. Muchos sufren vómitos en carretera y todos llegan a destino extenuados.
Es frecuente que algunos mueran por el camino. Al menos 44 migrantes, entre ellos bebés, fueron encontrados sin vida en pleno desierto a principios de junio. “Este desierto está lleno de cadáveres de migrantes”, lamenta el ministro del Interior de Níger, Mohamed Bazoum.
La mayoría de migrantes que regresan de Libia describen una anarquía apocalíptica con grupos armados que roban, explotan, extorsionan, encierran y torturan.
Unos estuvieron recluidos en prisiones ‘privadas’ y fueron liberados solo a cambio de rescates pagados por sus familias. Otros trabajan por sueldos miserables o en condiciones cercanas a la esclavitud. Este país, sin embargo, sigue siendo un punto de paso obligatorio para subir en alguna precaria embarcación rumbo a la soñada Europa. (I)