El exgobernante introdujo primero la Constitución de 1934
Getulio Vargas, un fantasma en la política (Video)
A primera vista, Brasil ha aparecido históricamente como aquel país donde la herencia del ‘populismo’, y su encarnación específica, el varguismo, habría sido ‘superada’ a partir de la emergencia de un partido de izquierda como el Partido de los Trabajadores (PT), a principios de la década del 80. En su surgimiento, este partido se anunciaba justamente como crítico respecto de las formas de ejercicio de la política propias del sindicalismo tradicional varguista. Con el paso del tiempo, y con intensidad progresiva, la herencia legada por Getulio Vargas se ha ido revelando como el fantasma inconfesado de la política brasileña.
Al asumir la presidencia de Brasil, en 1995, Fernando Henrique Cardoso declaró que venía a dar vuelta a la página de la herencia de Vargas. La pretensión de Cardoso de erradicar lo que el historiador Daniel Aarao Reis denominó la herencia ‘nacional-estatista’, a partir de una serie de privatizaciones que se había propuesto, no terminó en buen puerto, ya que se enfrentó con la oposición del PT y el sindicalismo. Un ejemplo de ello resultó cuando este expresidente intentó privatizar la estatal Petrobras y debió retroceder por la oposición de esos sectores.
Por el contrario, durante su mandato y en forma progresiva, Luiz Inácio Lula da Silva asumió con respecto a Getulio una posición de reivindicación. En la campaña actual por la reelección de Dilma Rousseff de este año, Lula ha señalado que “están queriendo hacer con nosotros lo que ya hicieron con Getulio, hasta llevarlo a la muerte” (15/06/2014, Folha de S. Paulo). La tradición populista inaugurada por el varguismo resultó una ayuda para el líder nordestino cuando se vio presionado en momentos clave de su gobierno, como el ‘mensalao’, donde las acusaciones derivadas de este escándalo de corrupción supusieron un importante escollo para las perspectivas de continuidad de su mandato, particularmente de cara a la reelección de 2006.
En ese entonces, Lula declaró que no estaba dispuesto a bajar su cabeza frente a las élites, hablando de forma directa a sus electores por medio de viajes al interior del país y trazando un típico clivaje (escisión) político que recuperaba la retórica y emotividad del populismo clásico brasileño. Como ejemplo, en su discurso pronunciado en plena campaña el 26 de septiembre de 2006 en Belo Horizonte, afirmó: “Es por eso que no caigo. Porque yo no estoy solo. Cuando ellos arranquen mis piernas, yo voy a andar con las piernas de ustedes; cuando ellos arranquen mis brazos, voy a gesticular con los brazos de ustedes; cuando ellos arranquen mi corazón, voy a amar por el corazón de ustedes (…). Llegaron a decir que conmigo era importante solo hacerme sangrar, sangrar, sangrar, para que al llegar al final de la campaña yo no tuviera fuerza para disputar las elecciones (…) solo que ellos olvidaron que (…) el pueblo brasileño me dio una gota de su sangre para que yo pudiera resistir y enfrentarlos hasta el día 1 de octubre” (27/09/2006, Folha de S. Paulo).
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La herencia ‘nacional-estatista’, como marca Aarao Reis, fue forjada a lo largo de los años en Brasil, y no se aflojaría fácilmente dentro del imaginario popular. Dilma proviene incluso de esta tradición, pues su trayectoria estuvo ligada al Partido Democrático Trabalhista (PDT) de Leonel Brizola, uno de los más importantes dirigentes varguistas, ingresando recién en 2001 al PT. Como ejemplo de ello, tal como señala Aarao Reis, durante la campaña de 2010, Dilma dijo que Lula le había encomendado cuidar al pueblo, reforzando esta imagen paternalista recuperada del getulismo.
El asombroso porcentaje de popularidad -el 80% de aprobación- con el cual Lula se retiró de su gobierno, hace pensar, según el cientista político André Singer, en el retorno de un ‘padre de los pobres’, denominación con la cual la propaganda del Estado Novo exaltaba la figura de Vargas, dictadura que este último condujo entre 1937 y 1945. En definitiva, la herencia de Vargas, como señala el historiador Jorge Ferreira, remite a la idea de una tradición de soberanía nacional desde arriba, protección del mercado interno y autonomía en las relaciones internacionales, elementos que los gobiernos de hegemonía del PT han ido recuperando progresivamente.
Derrotó al integralismo
Vargas introdujo primero la Constitución de 1934 con ciertas garantías liberales, para posteriormente proclamar la Constitución de 1937 realizada por Francisco Campos, de corte autoritario, que basaría su modelo de representación corporativa en la Carta del Lavoro de Mussolini. Sin embargo, la herencia de Getulio difícilmente puede ser asociada al fascismo, considerando que Vargas se encargó de derrotar al integralismo, movimiento profascista en Brasil, así como de combatir la infiltración de agentes alemanes en el sur del país, rompiendo con el Eje y alineándose con Estados Unidos, lo cual le propiciaría la oportunidad para la construcción de una importante siderúrgica, Volta Redonda.
Cuando en 1945 fue expulsado del poder por los militares, Vargas se refugiaría en San Borja, su tierra natal, en una especie de exilio interno, pero que sería el preámbulo para su retorno al poder. Después de este interregno, en la campaña de 1950, Getulio volvió, en ‘brazos del pueblo’, a disputar la Presidencia de la República. Pero esta vez en elecciones democráticas, con un discurso en favor de la industrialización y de los trabajadores. Fue acusado con desconfianza por las clases medias y la prensa conservadora de ser el exdictador que volvería para implantar el autoritarismo y -lo que en definitiva era más temido para estos sectores- potencialmente a activar a las masas, seducidas por su discurso ‘demagógico’. La Unión Democrática Nacional (UDN) incluso levantaría el argumento de que, para asumir, el candidato precisaría una mayoría absoluta, tesis levantada posteriormente a su incuestionable triunfo electoral con el 48% de los votos.
El rival político más importante de Getulio, que formaría parte de los acontecimientos que lo conducirían al suicidio, fue Carlos Lacerda. Este político udenista había comenzado en el comunismo su oposición a Vargas, frente a las restricciones autoritarias impuestas por la dictadura varguista durante el denominado Estado Novo. Posteriormente el ‘Cuervo’ -tal como lo nombraría luego el periódico varguista Última Hora- se convertiría al catolicismo. Gregorio Fortunato, fiel servidor de los Vargas por más de 30 años, y miembro de la guardia presidencial, entendió a partir del mensaje que circulaba por allegados al presidente que debería darle una lección a Lacerda, que a través de la TV Tupi, Radio Globo y su periódico Tribuna da Imprensa conmocionaba con su gran oratoria a los sectores medios cariocas, con el propósito de descalificar el gobierno de Vargas desde la crítica a la corrupción. Un Lacerda más reflexivo admitiría al final de su vida: “Yo difundí la tesis de que la vuelta de Getulio al poder significaba una alianza, en el sur del continente, aparentemente contra Estados Unidos, pero que en realidad era contra la democracia, y que era una alianza principalmente entre Perón y Getulio, y que el instrumento de esa alianza, el portavoz y correo de esa alianza, era Jango Goulart” (Depoimento, Editora Nova Fronteira, 1978).
Entrar en la historia
El enviado de Fortunato falla en el atentado contra Lacerda, asesinando a quien se encontraba con él, el mayor de aviación Rubens Vaz, lo cual le traería a Getulio una crisis profunda con la Aviación y el Ejército, que hasta entonces se hallaban divididos entre un ala nacionalista y un ala que buscaba mayor alineamiento con los capitales transnacionales.
La Aviación dispone a sus anchas para investigar el crimen, instalando la denominada ‘República de Galao’, donde investigan a los implicados en el asesinato de Vaz. A partir de allí, las condiciones para la preservación de Getulio en el poder se tornan insostenibles. Un manifiesto divulgado por los militares exigiendo su renuncia pone fecha de vencimiento al gobierno de Vargas, que elige el suicidio y “salir de la vida para entrar en la historia”, como diría en su carta-testamento, que se convertiría en un documento clave del sindicalismo brasileño de izquierda.
A través de la escritura de su propio diario, se puede ver cómo la idea del suicidio se encontraba profundamente arraigada en la cosmovisión integral de Vargas. La necesidad de un sacrificio para salvar a la nación del desastre y de sus enemigos provenía de los tiempos en que encabezó la Revolución de 1930. “Solo muerto saldré del Catete”, había declarado Vargas cuando irrumpió la crisis de agosto de 1954.
Frente al suicidio, en la madrugada del 24 de agosto, la reacción de las masas fue explosiva. Sus enemigos temieron por los efectos de su muerte. El periódico O Globo fue atacado, así como Tribuna da Imprensa. Se cumplió la pesadilla que sus rivales jamás imaginaron, el triunfo en las elecciones de 1955 de la fórmula Juscelino Kubitschek-Joao Goulart, que representaban la continuidad de la herencia varguista.
A partir de los llamados ‘Bohemios Cívicos’, una serie de asesores en materia económica que trabajaron con autonomía y sin descanso durante la presidencia de Vargas, se definió una serie de proyectos de cuño desarrollista, entre ellos la creación de empresas estatales estratégicas, que serían retomados con gran ímpetu durante la presidencia de Juscelino Kubitschek.
Sin dudas, el sentido del sacrificio de Getulio no deja lugar a muchas interpretaciones: murió para salvar al varguismo y su legado de la desintegración.
DATOS
Entre 1930-1945, los 4 períodos presidenciales de Getulio Vargas demostraron importantes avances democratizadores para la sociedad brasileña.
Durante la II Guerra Mundial (1942), Brasil participó en la contienda junto a los aliados. Un golpe militar en octubre de 1945 provocó su caída. El Ejército se oponía cada vez más a su administración.
Vargas se suicidó con un tiro al corazón, el 24 de agosto de 1954, en Río de Janeiro, tras recibir serias amenazas golpistas que provenían del Ejército.
El 31 de marzo de 1964 se produce el golpe de Estado contra el gobierno de Joao Goulart. El 1 de enero de 2003 Lula da Silva asume la presidencia del gigante sudamericano. El 1 de enero de 2011 Dilma Rousseff sucede en el poder a su padrino político.