El laberinto financiero de Eduardo Cunha, el villano favorito de Brasil
La Justicia brasileña ordenó bloquear 238 millones de reales (74 millones de dólares) y una flota de vehículos de lujo al exdiputado Eduardo Cunha, gestor del impeachment de Dilma Rousseff, detenido en la víspera por el escándalo de corrupción en Petrobras.
Pero hasta este jueves solo había conseguido inhibirle 3 millones de dólares en cuentas en el extranjero, algunos miles de reales que estaban a nombre de su esposa, Claudia Cordeiro, también investigada, y los autos.
El resto de las cuentas de su sinuoso laberinto de sociedades offshore, trusts e inversiones bancarias en Suiza y Estados Unidos, estaban vacías.
"Eduardo Cunha es un franciscano", ironizó un funcionario judicial consultado por la AFP acerca de ese magro resultado.
El cruce de datos permitió a los fiscales determinar que ya en 2007 Cunha amasaba un patrimonio 53 veces mayor al que había declarado.
"La habilidad del acusado para ocultar y disimular sobornos en cuentas secretas en el exterior, que no han sido totalmente identificadas ni embargadas, permanece incólume", escribió el juez federal Sergio Moro en la orden de arresto.
Moro es el emblema de la lucha contra la corrupción en Brasil y de su pluma salieron pesadas condenas a políticos y empresarios que parasitaron la estatal petrolera Petrobras.
Cunha, el hombre que se jactó de haber motorizado el proceso que derrumbó la saga de cuatro gobiernos consecutivos de izquierda, deshoja ahora las horas en una pequeña celda de Curitiba (sur), a la espera de declarar ante el temido magistrado.
En la fiscalía sospechan que en 2011 hasta financió la boda de su hija -también bajo la lupa de la Justicia- en el lujoso hotel Copacabana Palace, de Rio de Janeiro, con dinero público.
Y creen que aún queda mucha fortuna por desvendar.
"Permanece oculto un patrimonio de aproximadamente 13 millones de dólares. Y no hay conocimiento de la localización de posibles cuentas existentes a nombre de Cunha en Estados Unidos", afirmó el organismo al solicitar su detención.
Como jefe de la Cámara de Diputados, llegó a ser el segundo en la sucesión presidencial, luego de que su aliado conservador Michel Temer reemplazara en mayo a la suspendida presidenta Dilma Rousseff, como antesala de su destitución definitiva en agosto.
A sus 58 años, lejos parece quedar el tiempo en que reinaba en la Cámara de Diputados entre los turbulentos meses de febrero de 2015 y julio del 2016. Renunció al borde de las lágrimas, ya suspendido por la corte suprema, que lo acusó de usar su cargo para entorpecer las investigaciones en su contra.
El rumor de que ahora evalúa adherir a un programa para colaborar con la justicia a cambio de una reducción de condena corre como pólvora encendida en Brasilia.
Cuando aún capitaneaba la cámara de 513 diputados durante el proceso de impeachment de Rousseff, el diputado izquierdista Silvio Costa profetizó ante su mirada impávida que sus delitos lo llevarían a hacer "la mayor delación premiada del mundo". (I)