“El golpe fue contra mi padre”
Desde Sao Paulo.- Brasil se retuerce por su historia de sangre reciente. La Comisión de la Verdad instalada por la presidenta Dilma Rousseff para investigar los crímenes de la dictadura militar (1964-1985) abrió una caja de horrores de la vida nacional brasileña. El gigante sudamericano convive con la impunidad de la Ley de Amnistía de 1979, que impide juzgar a los militares y policías responsables por desapariciones, torturas, secuestros y asesinatos.
Entre los casos más enigmáticos de la historia brasileña está el de João Goulart, el presidente laborista derrocado por un golpe militar el 31 de marzo de 1964, que murió en 1976 en el exilio en Argentina. La Comisión de la Verdad anunció la exhumación de los restos de Goulart para investigar si fue envenenado en el marco del Plan Cóndor, la red de la represión sudamericana.
El hijo del derrocado presidente, João Vicente Goulart, en una entrevista con El Telégrafo evalúa la importancia de este ajuste de cuentas con la historia, frente a la sospecha de que su padre fuera envenenado. También repudia la permanencia en su cargo del presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol y del comité organizador del Mundial 2014, José María Marín, gobernador de Sao Paulo durante un año en la dictadura (1981) y colaboracionista parlamentario del régimen de los generales. Marín es acusado por la familia de Herzog y el ex futbolista y diputado Romario de haber hecho un discurso en Sao Paulo que motivó el secuestro y asesinato del periodista Vladimir Herzog, en 1975.
¿Cómo evalúa la decisión de exhumar el cadáver de su padre para que sea sometido a pericias y determinar si fue un asesinato?
Fue una victoria y una lucha de más de 6 años desde que iniciamos un pedido ante la Fiscalía. En esto debemos destacar a la Comisión de la Verdad y a la ministra de Derechos Humanos, María do Rosario Nunes. Brasil debe demostrar avances en este campo porque sería muy lamentable y doloroso que no investiguemos la muerte de un ex presidente. Ahora debemos esperar cómo será hecha la tarea de análisis de la pericia, de la que participarán peritos y antropólogos argentinos y uruguayos también.
¿Ustedes ya sostienen que la muerte de Goulart fue un asesinato?
La verdad no podemos afirmar eso: hay tremendos indicios de que puede haber sido un envenenamiento por parte de agentes de inteligencia brasileños, argentinos o uruguayos. Todos los días deseo que haya muerto en forma natural. Pero informes de inteligencia hablan de que hubo seguimientos cercanos. Incluso un informe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) de Brasil habla del seguimiento para Goulart en su exilio y hasta se metieron en su escritorio, robando cartas que le habían mandado dirigentes políticos como Tancredo Neves y Ulysses Guimaraes hasta el argentino Juan Domingo Perón, que lo llamaba de “Janguito” y al que visitamos en Madrid, cuando preparaba su regreso a Buenos Aires, en 1972. Perón le hablaba a mi padre sobre la resistencia que había que ejercer en América Latina contra los golpes.
Por otra parte, queremos saber quién fue el llamado Agente B que figura en los archivos militares y que convivía con mi padre y que ingresaba a su casa de campo en Mercedes, provincia argentina de Corrientes. Además, hay registros de una reunión en Montevideo en 1976 tres meses antes de la muerte, en la que participaron funcionarios estadounidenses, para decidir sobre qué hacer con mi padre. Pasaron de una fase de seguimiento a otra de exterminio.
João Goulart gobernó desde 1961 hasta 1964 Brasil. Había sido ministro de Trabajo del presidente Getulio Vargas en los años cincuenta cuando instituyó la red de protección social laborista en Brasil. De ahí conocía bien a Perón, el tres veces presidente argentino fallecido en 1974. Con su familia, el primer exilio fue Uruguay, hasta que en 1973 llegó la dictadura militar allí, cuando se mudó a la Argentina del tercer gobierno de Perón. Su muerte ocurrió en la frontera argentino brasileña. No hubo autopsia antes del entierro realizado en Sao Borja, ciudad brasileña vecina a la Argentina. Mario Neira, un ex agente de inteligencia uruguayo preso en Brasil, confesó que Goulart pudo haber sido envenenado. Su testimonio es clave para la Comisión de la Verdad.
El Telégrafo: ¿Cómo cree que Brasil recibirá el informe de la Comisión de la Verdad previsto para el próximo año, a 50 años del golpe de Estado contra su padre, y al mismo tiempo que la organización del Mundial esté comandada por un ex gobernador de la dictadura, en un país gobernado por una presidenta que combatió y sufrió la tortura de la dictadura?
Debemos decir a las nuevas generaciones que hubo muchos héroes en la resistencia brasileña. El Mundial 2014 es un gran evento que obviamente está en la sangre de todos los brasileños. Es urgente, necesario, hacer una reflexión. Antes del Mundial 2014, se cumplirán 50 años del último golpe de Estado en Brasil. Esta revisión cicatrizará viejas heridas. El golpe fue contra las reformas de base de mi padre, reforma educativa, reforma agraria, leyes de remesas de lucro de las multinacionales. Es necesario reflexionar sobre el golpe que detuvo la distribución de renta en el país.
¿El caso de José María Marín al frente del fútbol brasileño ante los ojos del mundo lo incomoda?
Soy solidario a la familia de Vladimir Herzog. En el fútbol brasileño hubo años de corrupción y ahora nos encontramos con este episodio. Haremos una Copa del Mundo y este señor estará sonriendo en la cara de los brasileños a quienes ayudó a que sean torturados.
¿Cree que con la Comisión de la Verdad se podrá dar impulso político a la derogación de la Ley de Amnistía, como piensan algunos organismos de derechos humanos?
Lamentablemente la Corte Suprema (en 2010) sepultó la revisión de la Ley de Amnistía. Brasil no puede firmar tratados internacionales y no juzgar crímenes imprescriptibles, de lesa humanidad. Argentina, Chile y Uruguay revisaron sus leyes y discutieron estos temas. Brasil no puede convivir más con los crímenes de lesa humanidad.
¿El legado de Goulart y el laborismo del siglo XX en Brasil se refleja en gobiernos como el de Luiz Lula da Silva o el de Dilma Rousseff?
La herencia del laborismo es de los trabajadores, de nadie más. Es claro que Lula como un ex obrero representa mucho esto, pero el nudo para mí radica en la Constitución de 1988. No podremos hacer el socialismo en Brasil con una Constitución capitalista. Es un primer paso para trazar un camino. No podemos bregar por un socialismo democrático cuando tenemos un parlamento reaccionario y conservador. Las luchas laboristas fueron un gran paso, lamentablemente tuvimos la dictadura y ahora debemos hacer la reflexión sobre qué es lo mejor. La sociedad se enfrenta a un momento de madurez.