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Duque y Petro enfrentan su último combate en las urnas

Un ciudadano organiza las mesas de votación en el colegio electoral que se instala en Corferias, Bogotá (Colombia). Este es el centro electoral del país que recibe a más votantes.
Un ciudadano organiza las mesas de votación en el colegio electoral que se instala en Corferias, Bogotá (Colombia). Este es el centro electoral del país que recibe a más votantes.
Foto: EFE
17 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción y Agencias

Tras dos años de preparación, hoy 17 de junio se definirá en segunda vuelta electoral al presidente de Colombia para el período 2018-2022 entre dos corrientes ideológicas opuestas: derecha o izquierda. El ganador recibirá un país que implementa el acuerdo de paz con la disuelta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC) y se recupera económicamente tras la desaceleración global de los últimos años.

Más de 36 millones de electores están convocados a este balotaje sin precedentes, en el que se enfrentan el derechista Iván Duque y el exguerrillero Gustavo Petro; el primero representa el regreso al poder de la derecha conservadora y el segundo abre la posibilidad a un primer gobierno de izquierda en el país sudamericano.

Aunque Duque, el delfín político del controvertido y popular exmandatario Álvaro Uribe (2002-2010), es favorito en las encuestas, Petro considera que puede revertir la derrota del 27 de mayo y convertirse en el primer presidente que gobernará sin la amenaza de la disuelta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC) en seis décadas.

Precisamente el pacto que desarmó a esa organización comunista centra la campaña para elegir al sucesor de Juan Manuel Santos, quien se retirará del gobierno con el 80% de impopularidad.

El uribismo
A sus 41 años, Duque podría llegar a ser el gobernante elegido popularmente más joven de Colombia desde 1872. El candidato del Centro Democrático tiene la misión de recuperar la presidencia para la derecha más opuesta al acuerdo de paz con las FARC.

De aspecto jovial este excongresista, que triunfó en la primera vuelta con el 39% de los votos, tiene el apoyo de las élites políticas y económicas para sus objetivos: modificar el pacto de paz, bajar impuestos a las empresas y liderar la presión internacional contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

En concreto, quiere que los jefes rebeldes culpables de delitos atroces paguen un mínimo de cárcel y no ocupen ninguno de los 10 escaños parlamentarios del ahora partido FARC. También se propone endurecer las condiciones para el diálogo en curso con los rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Si bien la primera guerrilla dejó las armas y participó en las legislativas de marzo -en las que obtuvo el 0,5% de los votos- aún faltan por concretar aspectos claves del acuerdo, como la verdad y reparación para las víctimas y las reformas rurales para evitar nuevos conflictos.

De ser elegido, Duque tendrá mayorías en el Congreso para ajustar lo pactado, además del respaldo de los evangélicos y un sector ultraconservador que rechaza el matrimonio y la adopción gais.

Pero más allá de sus propuestas conservadoras aunque liberales en lo económico, Duque es cuestionado por la influencia que ejercería Uribe, el senador más votado en marzo, en su gobierno. Aunque “Duque no puede explicarse sin Uribe”, en el algún momento “buscará autonomizarse de la figura” de su mentor, señala Andrés Ortega, politólogo de la Universidad Nacional.

El reformismo
De 58 años y exalcalde de Bogotá, Petro lucha contracorriente para ser el primer presidente izquierdista de este país de 49 millones de habitantes, con el 27% de pobreza y primer productor mundial de cocaína.

En la primera vuelta obtuvo el 25% de los apoyos y para el balotaje recibió la adhesión de un sector del centro que quedó en el tercer lugar en la primera vuelta.

Petro no solo se ha comprometido a honrar los acuerdos que condujeron al desarme de 7.000 guerrilleros, sino a “profundizar la paz” mediante una batería de reformas que incluyen desde altos impuestos para los latifundios improductivos hasta el tránsito hacia una economía no dependiente del petróleo y el carbón, y centrada en la producción agrícola.  

Este exguerrillero del desaparecido M-19, llenó plazas y convocó a multitudes de jóvenes con su programa contra el cambio climático, a favor de las minorías y con un enfoque menos represivo contra el consumo de drogas y los campesinos cocaleros. Sin embargo, su discurso antisistema sirvió de pretexto para que los adversarios lo acusaran de ser un populista que busca implantar el “modelo fracasado” de Venezuela.

“La izquierda llegó a la final, es un triunfo fuerte pero no gana porque este país es demasiado de centroderecha”, opina el politólogo Andrés Ávila. (I)

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