Diplomacia opositora actúa contra Rousseff
Brasil se enfrenta a los propios fantasmas de sus intereses en América del Sur. El escándalo de la fuga de Bolivia del senador opositor Roger Pinto, condenado por corrupción, dejó al desnudo la existencia de una diplomacia paralela que actúa a contramano del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
El caso provocó que la presidenta Rousseff echara al canciller Antonio Patriota y abrió el debate sobre cómo actúan como células al servicio de otros intereses los diplomáticos brasileños, declararon a EL TELÉGRAFO dirigentes del gobernante Partido de los Trabajadores (PT).
Pinto, del derechista y opositor Convergencia Nacional, estuvo 455 días en la embajada brasileña en La Paz, donde el embajador Marcel Biato logró entregarle el asilo a fines de 2012, ya que se consideraba perseguido por el gobierno de Evo Morales a raíz de las demandas por corrupción de hace una década.
Como Bolivia negó el salvoconducto, el encargado de negocios de la embajada brasileña en La Paz, Eduardo Saboia, decidió “por razones humanitarias”, según dijo, el escape de Pinto. Fueron 22 horas en automóvil desde La Paz hasta la frontera con Brasil. Ya en territorio brasileño, el diplomático Saboia entregó a Pinto al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Eduardo Ferrraço, del PMDB, el partido del vicepresidente Michel Temer, la fuerza de centroderecha que otorga mayoría parlamentaria al gobierno de Rousseff.
Saboia, alejado del cargo, comparó la estadía del senador derechista en la embajada con un centro de torturas de la dictadura. Presa política por tres años y torturada por 22 días seguidas por la dictadura brasileña (1964-1985), la presidenta Dilma Rousseff afirmó que “es injustificable” lo que hizo el diplomático. “Yo estuve presa en la dictadura, la diferencia entre la cárcel de la dictadura y la embajada en La Paz es la misma que hay entre el cielo y el infierno”, dijo la presidenta, quien fue sorprendida con la llegada ilegal de Pinto a Brasil.
“Obviamente que hay sectores de la diplomacia que engañaron a la presidenta Rousseff sobre lo que se está haciendo en Bolivia”, dijo a EL TELEGRAFO el diputado Claudio Puty, quien estuvo en la embajada brasileña en La Paz y se quedó sorprendido por el desprecio que el personal brasileño tenía contra Evo Morales y su gobierno. “El embajador Biato y el encargado de negocios Saboia tenían comentarios racistas contra el gobierno de Bolivia. Decían que Bolivia “no es un país” y que gobernaba una “república de narcotraficantes”, aseguró el legislador del amazónico estado de Pará a este corresponsal. Biato había convencido a Rousseff de aceptar el asilo de Pinto. El ahora excanciller Patriota lo promovió para la embajada en Finlandia, pero el destino fue anulado en las últimas horas.
Varios dirigentes del Partido de los Trabajadores le advirtieron al gobierno “la diferencia de compás” entre la política externa de Brasil y lo que ocurría en La Paz. “La embajada se transformó en un centro opositor al gobierno de Morales. Se defendían los intereses de Pinto, los intereses de los terratenientes de la soja con campos en Bolivia, precisamente en la región de Pando y Santa Cruz de la Sierra, que domina la oposición”, evaluó el diputado Puty.
El escándalo de la llegada a Brasil de Pinto coincide con la gran repercusión que los grandes medios le otorgan a las críticas de la clase médica brasileña contra la contratación de 4 mil profesionales de la salud cubanos para ocupar puestos en 710 municipios de gran conflictividad social. El diputado Puty no encuentra relación ante una posible guerra fría con eje en las relaciones de Brasil con Bolivia y con Cuba, ante las denuncias de Bolivia por no cumplir Brasil las normas internacionales de asilo mientras se negociaba un salvoconducto.
En la misma línea opinó el secretario ejecutivo del Foro de Sao Paulo, Valter Pomar. “La presidenta Dilma y el gobierno fueron sorprendidos por la actitud criminal de los que organizaron la fuga. Estos criminales tienen prejuicios contra la izquierda boliviana porque con el prontuario judicial que tiene se llevan muy bien con el senador boliviano”, dijo Pomar.
De fondo, Pomar atacó el estilo que el canciller Patriota le imprimió a la diplomacia desde que el 1 de enero de 2011 asumió la presidencia Rousseff, reemplazando a un tándem que elevó la política externa brasileña en el mundo y en las relaciones Sur-Sur, como Luiz Lula da Silva y su canciller Celso Amorim.
“Evalúo positivamente el conjunto de la política externa brasileña desde 2003 hasta 2013, pero el período de Patriota fue una inflexión negativa respecto de la era de Amorim. En la gestión de Patriota hubo un comportamiento demasiado tolerante con las potencias imperialistas, al mismo tiempo que hubo reducción en la atención a las necesidades de la periferia del mundo, en la cual Brasil se incluyó”, dijo Pomar, quien en julio recibió a Evo Morales en Brasil como parte del cierre de la reunión del Foro de Sao Paulo, que agrupa a la izquierda latinoamericana.
El reemplazo de Patriota es Luiz Alberto Figueiredo, de 58 años, diplomático de carrera que encabezaba la misión en la ONU y que se ganó la admiración de Rousseff como negociador jefe de la conferencia RIo+20 sobre sustentabilidad realizada en 2012 en Río de Janeiro.