La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, rechazó ayer las credenciales del embajador de Indonesia en Brasilia, en un nuevo intento por evitar el fusilamiento de un brasileño condenado a muerte en el país asiático por tráfico de drogas.

“Creemos que es importante que haya una evolución en la situación para que tengamos claro en qué condiciones están las relaciones de Indonesia con Brasil”, dijo Rousseff después de una ceremonia en la que recibió las credenciales de embajadores de otros 5 países.

Aclaró, sin embargo, que solo se trata de “retrasar un poco” el reconocimiento protocolar del embajador indonesio hasta que haya una resolución del caso.

Rodrigo Gularte, de 42 años, está preso en Indonesia desde 2004, cuando intentó ingresar con 6 kilos de cocaína escondidos en tablas de surf.

Hace años su familia intenta probar ante las autoridades que Gularte padece esquizofrenia, según varios diagnósticos médicos, lo que le permitiría permanecer en un hospital siquiátrico en lugar de ser fusilado.

Aunque el Gobierno indonesio le negó en dos ocasiones el pedido de clemencia, Brasil todavía guarda las esperanzas de  evitar su ejecución.