Entrega especial. El papa Francisco pudo disfrutar el fin de semana de una pizza cuando Enzo Cacialli aprovechó que el papamóvil pasaba por su negocio, en Nápoles, se las arregló para acercarse y entregársela personalmente mientras la multitud lo aplaudía.

Hace poco, en una entrevista concedida a la cadena mexicana Televisa, Francisco había afirmado que no le disgustaba ser Papa, pero que lo que más añoraba era salir a comer una pizza. "Lo único que me gustaría hacer es poder salir un día sin que nadie me reconozca y comer una pizza", afirmó.

El Pontífice acude ahora al comedor comunal del hotel del Vaticano, donde se sirve a sí mismo de un menú tipo cafetería como el resto de los comensales.

"¡Papa, papa, pizza, pizza!", gritó Enzo tras saltar la valla de seguridad unos segundos antes de que se acercara el vehículo. Un agradecido Pontífice recibió la pizza.

Cacialli, dueño de la pizzería Don Ernesto, dijo al diario napolitano Il Mattino que usó tomates amarillos en vez de rojos para reflejar los colores de la Santa Sede. "Me tomó más amor que de costumbre", sostuvo Enzo al indicar que aquel fue "uno de los mejores días" de su vida.

Recalcó que estaba "muy contento de que haya aceptado la pizza directamente de mis manos".

Explicó, además, que dudó un poco en acercarse, pues tenía sus manos sucias con harina, pero luego pensó, "él es uno de nosotros (...) Francisco es una persona sencilla".

Enzo aprendió a hacer pizzas de su padre Ernesto, quien preparó la pizza para el presidente Bill Clinton en su visita a esa ciudad italiana en 1994.

El papa Francisco también recibió otras sorpresas durante su paso por Nápoles: galletas y dulces preparados por monjas de clausura que lo rodearon insistentemente mientras estaba sentado dentro de la catedral.