Ariana Grande, estadounidense de 23 años, inició su carrera artística en 2008 en Broadway con un papel en el musical 13, que le abrió las puertas para protagonizar la serie Victorious, de la cadena infantil Nickelodeon, a los 16 años. Desde entonces su carrera y su imagen se afianzaron con múltiples premios.

En 2016 fue elegida mejor artista del año por los American Music Awards y sus últimos dos álbumes fueron nominados a mejor disco pop vocal en los Grammy.

Con más de 40 millones de seguidores en Twitter y más de 100 millones en Instagram, Ariana está permanentemente en el ojo del huracán por lo que haga o diga. Hace años, luego de salir de fiesta, Ariana llegó con su novio a una pastelería. Cuando el vendedor les dio la espalda, la cantante aprovechó para tomar una dona lamerla y devolverla a la bandeja. La escena, grabada por las cámaras de seguridad, concluye con una frase de Grande a su novio: “Odio América”. El video fue difundido por revistas sensacionalistas y le provocó un aluvión de críticas, que incluso llegó a la Casa Blanca.

En 2016 una cadena de filtraciones de nuevos emails de WikiLeaks sacó a la luz que en septiembre de 2015, un par de meses después del incidente en la tienda de donas, la Casa Blanca organizó una gala para el expresidente Barack Obama en la que se vetó a Ariana Grande por sus controversias. En los correos filtrados, Zachary Allen, coordinador de finanzas del Partido Demócrata, preguntó abiertamente si era posible denegar el acceso al evento: “¿Podemos vetar a Ariana Grande?”.

Pero la cantante también quiere transmitir un mensaje positivo hacia las chicas, sobre todo en lo referente a su empoderamiento -su último álbum lo denominó Dangerous Woman (Mujer peligrosa)-. En sus espectáculos hay interludios de carácter feminista y frecuentemente repite mensajes contra la cosificación de la mujer.

Por todo ello, Ariana es un símbolo de esa cultura popular que está en la mira de los yihadistas del Estado Islámico. (I)