El próximo 20 de diciembre se realizarán los comicios generales en el país
Cataluña decide si quiere la independencia de España en unas elecciones cruciales
Cataluña, la comunidad autónoma más próspera y culta de España, celebra hoy unas peculiares elecciones plebiscitarias que podrían cambiar el rumbo del resto del país. El fin de campaña puso de manifiesto lo que hay en juego. Hasta Barcelona llegaron no solo los políticos nacionales más importantes sino hasta el expresidente de Francia Nicolás Sarkozy, que atravesó la frontera para apoyar la candidatura del PP al grito de “Viva Cataluña y Visca (Viva, en catalán) España”. De lo que nadie duda es que los comicios de hoy son, junto a las elecciones generales del próximo 20 de diciembre, la cita más trascendental de la historia reciente en España. Las dudas aumentan sobre cuál será la respuesta del gobierno de Rajoy en caso de que los vencedores de este plebiscito sean los independentistas y traspasen la línea roja para proclamar la soberanía de Cataluña de manera unilateral, tal y cómo han prometido.
Tantos complejos misterios juntos agotan a cualquiera. Hasta el favorito para ganar las elecciones de hoy es una amalgama de siglas con procedencias ideológicas tan diversas que en condiciones normales serían fieros rivales. Pero el gran mérito del partido conservador CDC, liderado por el actual presidente catalán Artur Mas, y de los republicanos izquierdistas de ERC que capitanea un generoso historiador llamado Oriol Junqueras, es haber convertido a la lista Junts pels Sí en una engrasada máquina de movilización independentista popular. A última hora del viernes, cuando faltaban pocos minutos para finalizar esta intensa campaña, ambos políticos prefirieron aparcar sus profundas diferencias ideológicas para centrarse en la desorbitada fortaleza que les une ante las más de 70.000 personas que se congregaron en los alrededores del estadio Olímpico clamando por la ruptura con España. Ahí fue donde se pudo escuchar vítores y proclamas épicas sobre el “alma propia” de Cataluña, la confianza en un futuro soberano y el reclamo del voto de la “libertad y la dignidad”. Entre sus seguidores había ecuatorianos, con banderas tricolores al viento otoñal de la noche barcelonesa. Uno de ellos era Juan, de Ambato, un panadero que habla catalán de forma fluida. “Mi familia no lo entiende bien. Dicen que mientras allá construyen la Patria Grande, acá devaluamos los países. Yo les digo que no es una separación violenta, que es un problema de identidad, de cultura y sentimientos propios”, explica a EL TELÉGRAFO.
A Juan y sus amigos no les produce ningún entusiasmo el inmovilismo mostrado por el gobierno de España en este tema. No se fían de Mariano Rajoy, que a última hora le dio por hablar en catalán, algo que hasta ahora no había hecho nunca. Pero como los idiomas jamás fueron materia predilecta del presidente y pronunciar bien la escueta frase “Units guanyem” (Unidos ganaremos) le resultó más complejo que finiquitar con éxito una compleja fórmula matemática. Y con los ánimos tan inflamados como están las calles en Cataluña a pocas horas de abrirse las urnas, puso en bandeja de sus rivales un sinfín de bromas facilonas. La respuesta del gobierno a tanta chanza independentista con el presidente fue imponer la seriedad de lo que hay en juego al advertir de que pase lo que pase hoy, el lunes Cataluña no será un nuevo Estado. “Cualquier paso que asuma dar el nuevo Parlament hacia el Estado propio acabará en el Tribunal Constitucional”.
El PP catalán cerró la campaña en el Palau de Congressos de Cataluña ante unas empequeñecidas 2.000 personas, pero con Nicolas Sarkozy de invitado excepcional. La derecha nacional, que en Cataluña puede quedar hoy convertida en una fuerza parlamentaria testimonial si se cumplen los vaticinios aportados por los sondeos, confía en una alta participación para evitar una debacle histórica. Rajoy no se anduvo por las ramas, ni tuvo el día para bromas porque las encuestas vuelven a oscurecer el futuro de su formación en las dos citas electorales trascendentales que se celebran antes de fin de año.
Aunque convertidos en una sombra de lo que un día fueron, los socialistas catalanes sueñan con salvarse de la quema que algunos les auguraban hace unos meses. El PSC, que en el pasado reciente peleaba a brazo partido con CIU por hacerse el gobierno de Cataluña, no espera mucho de estas elecciones pero, si se exceptúa la controvertida aparición de Felipe González del jueves, ha preferido centrarse en mejorar su imagen de cara a los comicios de diciembre navegando siempre entre dos aguas, la del Sí a la independencia y la del No a todo. “El problema de Cataluña solo se podrá solucionar si hay un gobierno socialista en Madrid”, dijo ayer un Pedro Sánchez, para quien Mariano Rajoy “es la imagen viva del fracaso”.
Unos ataques muy parecidos a los que paseó Pablo Iglesias por Barcelona, donde Podemos, que aquí concurre bajo la denominación de Catalunya Sí que es Pot, no ha resultado determinante. El líder de Podemos considera que la verdadera batalla se librará en diciembre y, como ha argumentado en varias ocasiones su compañero e ideólogo Juan Carlos Monedero, en estas elecciones catalanas “se decide menos de lo que parece”.
Quien se juega más de lo que parece es la emergente formación liberal Ciudadanos, liderada por Albert Riveras. Si logra un buen resultado, al PP comenzarán a temblarle las rodillas. Lo mismo que la CUP, una formación independentista que acude a las urnas con un programa de Estado propio y en el que no cabe Artur Mas ni su historia de pactos salpicada por casos obscenos de corrupción. Las cartas están sobre la mesa y el resultado es un enigma insondable. (I)