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Especial Fin de Año 2017

Cataluña causa la más grande crisis en España

Cataluña causa la más grande crisis en España
Foto: AFP
31 de diciembre de 2017 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

El conflicto catalán no ha concedido a los ciudadanos españoles ni un minuto de respiro. Esa conclusión es innegable. Durante 2017, el pulso sostenido entre el Estado y el Gobierno regional fue tan intenso que al día de hoy solo quedan vestigios políticos y ruinas morales.  

El gobierno nacional convocó unas elecciones el 21 de diciembre para que ejerciera de árbitro en un enfrentamiento parejo y eterno pero ha dado igual. Victoria del constitucionalismo con Ciutadans (Ciudadanos) y victoria parlamentaria para el bloque independentista. Es lo que algunos expertos han comenzado a denominar “gatopardismo puro”. Es decir, cambiar todo para que nada cambie.

Gobernar en Cataluña volverá a ser en 2018 lo más parecido a transportar nitroglicerina por un camino lleno de agujeros. Con el candidato a presidente huido de la justicia, con la mitad del Gobierno anterior en la cárcel y la otra mitad procesada, sin autogobierno propio, con su pujante economía dañada y, sobre todo, con un disloque identitario que, a veces, parece querer desenterrar capítulos de la historia más oscura europea, los pronósticos son nefastos.  

La mayoría de los analistas consideran que la situación no puede ser más desoladora: España se enfrenta sin ideas ni fuerzas a la mayor crisis de Estado desde la llegada formal de la democracia en 1978. El estrés mediático es asfixiante. La polarización en las redes sociales es extrema. Cataluña se ha convertido en el foco obsesivo de una ciudadanía que ha dejado en la oscuridad cualquier otra preocupación.

Cataluña prendió el fuego de la configuración territorial del país. Solo el jefe del gobierno español, Mariano Rajoy, de manera poco metódica y errática; y Carles Puigdemont, más efectista que generoso, fueron capaces de recuperar el arrebato racial que hoy enciende a la sociedad catalana. El recelo entre independentistas y constitucionalistas, casi a la par en número de votos y representación, ha crecido y la crispación ha llegado a un grado sin precedentes.

Si uno de los errores tácticos del presidente español ha sido ignorar o menospreciar la voluntad de casi el 50% de los ciudadanos catalanes, el gran equívoco del presidente regional fue trasladar la imagen de que el Estado español era más débil de lo que muchos catalanes creían. Millones de personas salieron a la calle para protestar contra el proceso independentista y desafiar, de paso, la falsa teoría de que la calle tenía dueño.

La movilización se mantuvo en las urnas, cuyo récord de participación del 82% dejó atónito a cualquier especialista. Y ganó el independentismo, pese a la victoria individual de Ciutadans, pero ganó. (I)

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