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El Telégrafo
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Entrevista / Sami Naïr / catedrático francés en Sociología y especialista en movimientos migratorios

"Caminamos hacia una muerte lenta de la UE"

"Caminamos hacia una muerte lenta de la UE"
Foto: Blog Canal Sur
03 de octubre de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

Su voz se convirtió en la voz de los desheredados de la Tierra hace más de una década. Quizá desde que escribió en 2002 un artículo titulado “Israel-Palestina: el cáncer”, junto con Edgar Morin y Danièle Sallenave, en el que criticaba abiertamente la política de humillación que aplica el gobierno israelí con los palestinos y que le valieron durísimas respuestas de grupos afines al lobby judío en Francia.

Argelino de nacimiento, Sami Naïr (1946) ocupó varios cargos políticos durante el gobierno socialista de Lionel Jospin antes de ser elegido eurodiputado como uno de los referentes de la conexión entre los países del Norte y los del Sur y creador del concepto de “codesarrollo”, según el cual los migrantes son un factor decisivo en el crecimiento de sus países de origen. Acaba de publicar un libro demoledor titulado “Refugiados” donde describe la catástrofe humanitaria que se vive en los campos de reclusión y en el que censura con dureza la política de la UE.

Asegura que el drama de los refugiados que hoy se vive en Europa tiene solución. ¿En qué consiste?

La idea es facilitarles un documento de tránsito que les permita circular por el espacio europeo y mundial. Se trata de una opción que el exAlto Comisionado para los Refugiados de la ONU, António Guterres, ha valorado positivamente y podría tener alguna posibilidad de salir adelante en un plazo breve de tiempo.

¿Ve al mundo en disposición de aceptar un documento así?

Es que no tenemos otra solución. Esas miles de personas que viven ahora en condiciones terribles en campos de internamiento de Grecia, República Checa y los Balcanes no podrán volver a Siria porque la situación en su país no se va a solucionar en mucho tiempo, ni tampoco a Irak, ni a Afganistán, ni a Eritrea.

Entonces, ¿qué solución damos? ¿Dejarlos en los campos como hicimos con los palestinos en 1948? El problema es que hoy la cifra de refugiados ya es estremecedora. Hay 12 millones de personas en esta situación. Hay que concienciar a las autoridades de que es urgente debatir una solución respetando los derechos humanos en profundidad.

Las cifras de acogida realizadas por los países menos desarrollados son muy superiores a las que registran los más ricos. ¿No es esta una prueba de que el interés por encontrar una solución es relativo?

Efectivamente. Los datos oficiales así lo señalan. Mientras Europa dilata la acogida de 160.000 refugiados, menos del 1% del total que hay en el mundo, países como Pakistán cobija a 10 millones de personas pese a que ocupa el puesto 147 en el ranking mundial de desarrollo humano. O Líbano, que con una población de 6 millones da refugio a un millón de seres humanos, Jordania, lo mismo.

Cuando se produjo la destrucción del estado libio, en 2011, yo estaba en Túnez y tuve la oportunidad de ver cómo miles de personas atravesaban la frontera sin que los tunecinos plantearan problema alguno. Al contrario, decían: “Bueno, no tienen a dónde ir y no podemos expulsarlos al desierto”. Ahora que se está normalizando la situación en Libia, casi la mitad de aquellos refugiados ya ha regresado a su país.

Usted ha visitado los campos de refugiados que hay en Grecia. ¿Cómo describiría la situación?

Fue una experiencia inolvidable, algo increíble, abrumador, que muchos deberían conocer en persona para hablar con argumentos reales sobre esta gigantesca crisis. Son campos de internamiento donde se vulneran los derechos humanos de forma sistemática.

Las divergencias sobre esta crisis amenazan seriamente la cohesión europea y ha provocado el resurgimiento de movimientos xenófobos en muchos países. ¿Teme que la UE termine rota?

Europa vive una profunda crisis que, probablemente, la está matando. Tanto el Brexit como la cuestión de los refugiados han dejado en evidencia la inexistencia de un acuerdo sobre los valores y sobre una política exterior común. Sin embargo, también es importante valorar que en Alemania comienza a producirse un cambio generacional y un agotamiento de la política de austeridad impuesta por el gobierno conservador de Angela Merkel, pero la salida de Reino Unido ha sido un golpe tremendo para la UE cuyas consecuencias son desconocidas aún para el contexto mundial.

A estas discrepancias se une también el rebrote de la rivalidad en el eje franco-alemán

Desde el rechazo de Francia a la constitución que trató de imponer Alemania, Berlín ha girado su estrategia hacia los países del este, hacia Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia. El sur de Europa ya no le interesa y no aceptan el euro débil que París impulsó con el fin de rehabilitar la economía. La última reunión europea resultó un fracaso incluso en temas intranscendentes, lo que da idea de la profunda desunión que se vive en este continente. Mi diagnóstico es que caminamos hacia una muerte lenta de la UE tal y como la conocemos ahora.

Algunos gobiernos europeos parecen combatir a los partidos de extrema derecha asumiendo parte de sus políticas racistas. ¿Es una táctica útil para desactivarlos?

Es jugar con fuego. En Francia, ha vuelto a utilizarse esa táctica pero es la vieja estrategia que ya empleó François Mitterrand para acaparar el apoyo en torno a su figura para frenar al Frente Nacional de Le Pen y ganar la presidencia en la segunda vuelta. En Alemania es diferente, tiene problemas más complejos, aunque habría que recordar que los movimientos ultraderechistas de este país fueron los primeros en exigir la salida de los Estados del sur de la UE bajo el argumento de que ellos no pueden seguir pagando sus deudas. Una falacia.

Califica el pacto suscrito entre la UE y Turquía sobre los refugiados como “el de la deshonra”. ¿Por qué?

Por dos razones. Uno, por el cambio semántico que introdujo Merkel en el texto final, migrantes en lugar de refugiados, para recuperar el apoyo de la opinión pública perdido tras los sucesos de Colonia en los que se culpó de forma interesada y falsa a personas de origen árabe de agredir a mujeres en plena calle. La trampa semántica ha quedado como emblema de la gran indignidad europea porque desde el punto de vista del derecho internacional ser migrante y ser refugiado son dos cosas radicalmente diferentes.

Con los refugiados, Europa tiene una obligación jurídica de ayudarlos como firmante de la convención de 1951 y del convenio de 1967, algo que no sucede con los informales. El segundo motivo es que a cambio de que Turquía acepte recibir las expulsiones colectivas de miles de refugiados de suelo europeo, Alemania se comprometía a aceptar la demanda histórica de Ankara para que sus ciudadanos puedan viajar a Europa sin visado.

¿Qué pueden esperar los migrantes económicos de esta situación?

Todos los países necesitan de los flujos migratorios. Francia ha empezado a crecer económicamente gracias al aumento de la población migrante y Alemania ha comenzado a percibir que si quiere seguir sus pasos va a requerir también incrementar su demografía. Se trata de una respuesta política de largo plazo que contrasta con las que muchos políticos adoptan a corto plazo porque solo les interesa ganar unas elecciones. (I)

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Oenegés llamaron al boicot

El referendo en Hungría tuvo baja participación

Las primeras horas de votación del referendo en Hungría sobre las cuotas de refugiados estuvieron marcadas por la ausencia de incidentes y la baja participación, que alcanzó el 16,37% a las 9:00 GMT, según la Oficina Electoral.

Unos 8,3 millones de ciudadanos fueron convocados para responder “sí” o “no” a la pregunta: “¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimiento del Parlamento (de Hungría) sobre el asentamiento obligatorio de ciudadanos no húngaros en Hungría?”.

Si el “no” gana el Gobierno se considerará liberado de aplicar el sistema de reparto de refugiados pactado por la Unión Europea (UE). La Comisión Europea no ve que el resultado pueda cambiar los compromisos legales adoptados por Hungría.

Todas las encuestas prevén que el “no” gane con amplitud, pero según las leyes húngaras el plebiscito requiere del voto válido de más del 50% del censo para que sea legal.

Para evitar que se alcance el quorum, la oposición y oenegés de defensa de los derechos humanos han hecho un llamado al boicot o al voto nulo. En vista de la alta abstención, el primer ministro, Viktor Orbán, declaró que no importa si es válido, sino que gane el “no” con amplitud.

En la práctica, el plan para repartir entre los miembros de la UE a 160.000 solicitantes de asilo, adoptado hace un año, casi no se implementa. Solo unos miles de refugiados llegados sobre todo a Grecia fueron “reubicados” en otros países de acogida.

Unos 400.000 migrantes transitaron por Hungría en 2015, la mayor parte de ellos, antes de que se instalaran las alambradas en las fronteras serbia y croata. (I)

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