La obra demanda una inversión de $ 10.000 millones. Ambientalistas se oponen al proyecto
Brasil saldrá al Pacífico por Perú en una jugada global de China
La política Sur-Sur emprendida por Brasil y China ha significado para el gigante sudamericano una promesa de inversiones del coloso asiático de unos 50.000 millones de dólares en infraestructura. Pero sin dudas la cereza del pastel es el llamado “nuevo canal de Panamá”, como se ha bautizado a la ferrovía que unirá el Atlántico con el Pacífico. Tendrá 4.400 kilómetros de vías en suelo brasileño y 3.000 km en Perú, servirá para el envío de productos hacia el mercado de Asia.
El anuncio de la ferrovía -un proyecto para dentro de los próximos cinco años- es el gran desafío geopolítico que cruzará parte de la Amazonía brasileña y peruana y confirma a China como un jugador global en América Latina y al lado de Brasil, su socio estratégico en el grupo BRICS, que también integran Rusia, Sudáfrica e India.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, recibió esta semana al primer ministro chino, Li Kekiang, en el marco de su plan de inversiones de 250.000 millones de dólares en América Latina, hoy convertido “en territorio de disputa con Estados Unidos”, según dijo a EL TELÉGRAFO la profesora Cristina Pecequilo, especialista en Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Sao Paulo (Unifesp).
El acuerdo incluye al presidente de Perú, Ollanta Humala, quien el año pasado descartó que la línea férrea bioceánica pueda pasar por Bolivia: la obra, de la cual faltan casi 1.000 kilómetros, podrá unir el puerto de Açú, en Río de Janeiro, con 6 estados brasileños, incluidos varios amazónicos, para atravesar los Andes y desembocar en un puerto del sur de Perú.
“La línea férrea cruzará el continente porque vinculará al Atlántico con el Pacífico, es un nuevo camino que se abrirá al Asia, reduciendo distancias y costos”, sostuvo Rousseff al lado del jefe del gobierno chino, que llevó a Brasil un plan de inversiones de 50.000 millones de dólares. El coste estimado de la ferrovía es de 10.000 millones de dólares.
Para el gobierno de Rousseff, las inversiones prometidas son un bálsamo ante el momento de ajuste en las cuentas públicas de unos 30.000 millones de dólares para el presupuesto 2015 y perspectivas de depresión económica, lo que la ha puesto contra las cuerdas con su propio Partido de los Trabajadores (PT), sumada a la oposición de derechas que buscan reformas conservadoras en el Congreso.
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Además, el pacto sino-brasileño incluye un acuerdo de inversiones en hidrocarburos para financiar proyectos de Petrobras que le dio un respiro a la caja de la petrolera estatal, en crisis histórica a raíz de un escándalo de corrupción por sobreprecios y sobornos que tiene al menos 17 años y que estalló hace 14 meses. En Río de Janeiro, Li firmó un acuerdo para formar a jugadores de tenis de mesa y de badmington, en el marco de la preparación para los Juegos Olímpicos de 2016 en la ‘ciudad maravillosa’.
China es desde 2009 el principal socio comercial de Brasil, desplazando a Estados Unidos, que a su vez es el principal proveedor latinoamericano de materias primas como mineral de hierro y soja. Teóricamente, la producción brasileña se ahorrará la mitad del viaje de un cargamento para llegar a China con la nueva ferrovía que pasará por Río de Janeiro, Minas Gerais, Brasilia, Goiania, Mato Grosso, Rondonia y Acre hasta entrar a territorio peruano.
La línea férrea encuentra ya advertencias ambientales, ya que las vías deberán cruzar varios estados amazónicos de Brasil, alertó Greenpeace. Otras ONG han levantado la bandera también con el proyecto privado de fondos chinos de abrir un nuevo canal interoceánico en Nicaragua.
En un reciente seminario sobre infraestructura de la Unión Sudamericana de Naciones, el asesor especial de asuntos internacionales de Rousseff, Marco Aurelio García, defendió la clara opción por la alianza con China como motor del desarrollo y de la política Sur-Sur, al rechazar la idea estadounidense de que es necesario “contener” al gigante asiático por considerarla una retórica de la ‘Guerra Fría’.
“Brasil y Sudamérica deben tener equilibrio, le hemos dicho no al neocolonialismo, pero sacaremos el mejor provecho de esto. Las inversiones en Venezuela, Argentina, Ecuador y Brasil y otros países están ayudando a impedir crisis macroeconómicas. Esto es bueno y no a cualquier precio. Por eso los países deben definirse”, afirmó García. Y fue tajante al afirmar que China “no busca maniobras para derrocar gobiernos, como hicieron otros en otras épocas”.
Según comentó a EL TELÉGRAFO la profesora Pecequilo, Brasil deberá tener la obligación de trazar una política exterior “estratégica” frente al nuevo rol chino en la región y construir un liderazgo sudamericano “como lo fue durante el gobierno de Lula”.
“Lo que está claro geopolíticamente es que China tiene recursos para invertir pesadamente en América Latina, y Estados Unidos no. Y América Latina claramente se asoma como un territorio de disputa entre chinos y norteamericanos. Estados Unidos también ha jugado en ese sentido, para disminuir la órbita china, con su política de libre comercio con el área del Pacífico y con la Unión Europea”, evaluó la académica. (I)