La semana pasada cerca de 1.500 personas protestaron contra la cita mundialista
“Brasil está en la dimensión de lo imprevisible”
Vladimir Safatle es una de las voces más respetadas de la llamada nueva izquierda brasileña y uno de los intelectuales identificados con el proceso de manifestaciones iniciadas en junio de 2013, que reclaman servicios públicos de calidad. Estas protestas fueron seguidas de marchas en contra de la clase política tradicional y actualmente concentra el repudio hacia la organización del Mundial 2014. El futuro político de Brasil, dice, es imprevisible.
Filósofo y profesor de la Universidad de Sao Paulo, en los últimos meses se sumó al Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fuerza creada en 2006 por exmiembros del Partido de los Trabajadores descontentos con la política de coalición de la alianza gobernante. El Partido de los Trabajadores (PT), de Luiz Lula da Silva y de la mandataria Dilma Rousseff, ha cerrado varios acuerdos políticos con sectores derechistas. Acusa al PT de haber consagrado ‘el presidencialismo de coalición a cualquier costo’ durante las gestiones de Lula, primero, y de Rousseff, después.
Es noche en la Avenida Paulista, en la región central de Sao Paulo, Safatle, autor del libro “La izquierda que no teme decir su nombre”, es el único con traje y corbata entre los 1.500 manifestantes que reclaman contra el Mundial 2014.
A menos de un mes del certamen, el intelectual festeja que en el llamado ‘país del fútbol’ todavía hay personas que no se suman a la onda verdeamarilla propuesta por el Gobierno y la FIFA para recibir la fiesta del deporte rey.
“La Copa, como fue pensada para organizarla, nunca ocurrirá. Es muy importante que el mundo sepa que la población brasileña está descontenta”, dijo en una entrevista con EL TELÉGRAFO Safatle, a quien muchos alientan como candidato del PSOL a gobernador del estado de Sao Paulo en las elecciones generales del 5 de octubre próximo.
En este marco de protestas, menores a las del año pasado, ¿protestar contra la Copa del Mundo no es apenas un registro testimonial, teniendo en cuenta que el certamen se encamina a ser realizado luego de tantos problemas y polémicas?
Lo bueno de estas manifestaciones es que los gobiernos usen al Mundial como propaganda política. Esto para mí es lo más importante, porque normalmente este debería ser un momento en el cual Brasil aparecería hacia el mundo como una sociedad reconciliada, que está entre las grandes economías con un futuro radiante, asegurado. Eso se terminó, esa era la función de la Copa. Es importante impedir la farsa, la sociedad brasileña no resolvió sus problemas, gastó muchas energías creando un evento y no direccionó fuerzas para resolver sus problemas y es por eso que las manifestaciones son muy exitosas.
El 5 de octubre la presidenta se juega la reelección. ¿El Mundial y las protestas pueden definir las próximas elecciones?
Esto es como el fin de una película, es una película con actores de un tiempo que ya pasó. Todos los candidatos son de un tiempo pasado, es necesario nuevos actores políticos, una nueva generación.
¿En Brasil los movimientos políticos en general desde el fin de la dictadura son parte de consensos, coaliciones parlamentarias? Usted habla de un escenario de ruptura del sistema político.
Desde las manifestaciones de junio del año pasado los brasileños abrimos la dimensión de lo imprevisible. En junio había un millón y medio de personas en estas calles, algo inédito en la historia brasileña. Nadie sabe lo que puede ocurrir. Si te digo, te miento. Si alguien le dice, le está mintiendo.
¿Y qué es posible?
Todo es posible, se abrió un momento de la historia en el cual todo es posible. Es posible que nada ocurra y que el proceso se degrade con los años, pero el hecho es que hubo una apertura de lo imprevisible en Brasil.
Desde el Gobierno se sostiene que si la izquierda opositora y los movimientos sociales alientan los reclamos en un año electoral, los beneficiarios serán los neoliberales y la oposición...
Esa es una estrategia muy deshonesta por parte del Gobierno, intentar descalificar la manifestación popular en su contra como una estrategia ingenua y que solo refuerza a la derecha. Hace 100 años que se dice eso. La realidad es que si un gobierno de izquierda va mal y la población reclama, se dice que colabora con la derecha. El Gobierno debe abandonar esa ecuación y preguntarse: ¿qué es lo que reclama la población en las calles?