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LA HISTORIA DE LA VIDA ES LA HISTORIA DEL CAMBIO

Avances que marcaron la evolución

Avances que marcaron la evolución
04 de mayo de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Durante los primeros 700 millones de años de existencia, el planeta fue una enorme roca caliente sin vida... pero poco a poco, las condiciones permitieron el aparecimiento de la vida. Al principio se trataba de pequeños organismos unicelulares y simples pero paulatinamente, pequeños cambios en los genes de esos organismos permitieron que surjan nuevas funciones y nuevas especies.

La reproducción sexual

Los primeros organismos que habitaron los océanos del planeta no tenían sexos diferenciados. Bacterias y otras formas de vida unicelulares se multiplicaban dividiéndose y generando clones de sí mismas. Durante los primeros 3 mil millones de años de la vida en el planeta, cada generación fue exactamente igual a la anterior, salvo por mutaciones accidentales.

La división en 2 sexos apareció hace unos 600 millones de años con los organismos pluricelulares, es decir, los que están formados por varias células. Desde entonces, un espermatozoide macho se une a un óvulo hembra y forma una nueva célula en la que se mezclan los genes de 2 individuos. Solo después de que esto suceda la célula fecundada se divide en 2, luego en 4, 8 y así sucesivamente, para formar un nuevo organismo, diferente a sus padres. ¿Qué ventaja supuso esto?

A primera vista parecería que la división en 2 sexos es desventajosa porque obliga a los organismos a buscar pareja para poder reproducirse, ocasionando gasto de energía. Conseguir pareja en muchas especies implica batallas de poder entre machos o desarrollar las más variadas y —a veces complicadas— técnicas de seducción. Pero el paso del tiempo ha demostrado que la existencia de 2 sexos tiene grandes ventajas y la mayor de todas es la variación genética. La reproducción sexual permite que haya una mayor cantidad de variantes entre los descendientes de un organismo. Si por ejemplo el padre o la madre están mejor adaptados a la sequía, algunos de sus hijos también lo estarán, y si un gran cambio ambiental provocaba escasez de agua ellos lograban sobrevivir. Que esta es una ventaja evolutiva se ha comprobado en sitios donde se ha visto que las especies con reproducción asexual son más vulnerables a la invasión de poblaciones con reproducción sexual y no al revés. En palabras sencillas, es más probable ganar la lotería si se juegan varios números que si solamente se juega uno.

El ojo

Lo más parecido a un ojo apareció con los primeros organismos unicelulares que en un extremo tenían una especie de sensor capaz de distinguir entre luz y oscuridad para desplazarse por el agua, pero no reconocía formas. El siguiente paso evolutivo fue un grupo de estos ‘sensores’ alineados y doblados en forma de U en organismos multicelulares como ciertos gusanos. Y de este modo, a pesar de que no distinguían formas, podían determinar la dirección de la que provenían las luces y las sombras y así detectar a sus presas y a sus depredadores.

Cuanto más complejos se hacían los organismos, estos primitivos ojos iban cerrando la forma de U y formando así una cámara oscura capaz de definir formas e imágenes que, aunque borrosas, permitía a algunos animales marinos como el Nautilus determinar el tamaño de los objetos. Fue este enorme salto evolutivo el que permitió la explosión de vida que pobló el planeta en el período Cámbrico.

Desde entonces, el ojo redondo se impuso como la forma más eficiente de ver. Y aunque los seres humanos seamos más evolucionados en muchos aspectos, nuestros ojos no lo son. Tenemos visión borrosa hacia los lados e incluso algunos puntos ciegos. Otras especies tienen claras ventajas: el camaleón puede mover cada ojo de manera independiente; la libélula tiene un campo de visión de 360 grados y, como muchos insectos, cuenta con 3 ojos extra sobre su cabeza; o el camarón mantis, que puede distinguir el triple de colores que nosotros y además percibir la luz ultravioleta e infrarroja. Esto no debe ser planificado, sino el producto de la adaptación de estas especies para sobrevivir.

Vivir en tierra firme

El océano fue el gran laboratorio donde surgió la vida. La tierra firme estuvo primero muy caliente, y luego no tenía mucho alimento y estaba más expuesta a los rigores del cambio de clima que los mares. Así es que durante 3 mil millones de años sólo hubo vida acuática, hasta que la sobrepoblación tornó feroz la competencia por los recursos. Los océanos estaban repletos.

Algunas especies empezaron a alimentarse en la orillas de los mares y así comenzaron a establecer su nicho ecológico fuera del agua, pero esto no era para cualquiera porque tenían que poder moverse sobre el suelo y respirar del aire y no del agua como el resto de animales acuáticos. Este proceso de adaptación tomó mucho tiempo a los primeros colonos como el Tiktaalik, un raro animalito del que se han encontrado en Canadá 5 fósiles bien conservados. Vivía en el agua pero podía pasar largos períodos en la superficie.

Es uno de los más claros eslabones entre los peces y los anfibios. Un equipo de científicos acaba de confirmar que su pelvis y sus aletas traseras eran ya muy parecidas a las de aquellos animales que luego poblaron tierra firme de manera permanente.

En otras palabras, los animales que se aventuraron a salir del agua, al principio se impulsaban con sus aletas. Aquellos que tenían aletas fuertes fueron aventajados y pudieron sobrevivir y tener hijos. Con el paso del tiempo ese rasgo se fue acentuando hasta que del pez con aletas —muchas generaciones después— se desprendieron animales ya con cuatro patas.

Primero los anfibios, hace 360 millones de años, luego los reptiles hace 300 millones, y hace 200 millones los mamíferos que muchísimo después darían origen a los seres humanos.

Pero no todo fue en la misma dirección: hace aproximadamente 50 millones de años, la competencia se hizo demasiado grande en tierra firme y la evolución se puso en reversa.

Algunos mamíferos terrestres empezaron a probar suerte en estanques que les demandaba estar cada vez más sumergidos; con el paso del tiempo, algunos animales probaron regresar al océano para conseguir alimento. ¿Se han preguntado por qué hay animales como las ballenas o los delfines que amamantan a sus crías y tienen que salir a la superficie para respirar? Pues porque ellos no son peces sino mamíferos que a pesar de las dificultades lograron adaptarse a vivir en el océano.

VOLAR ERA OTRA VENTAJA

El vuelo apareció con algunos insectos hace unos 350 millones de años, cuando una mutación permitió a algunos lanzarse planeando de las plantas para huir de sus depredadores. Pasaron otros 200 millones de años para que los vertebrados también lograsen volar. En China se ha encontrado el fósil del Anchiornis, un dinosaurio emplumado que fue el antecesor de las primeras aves. Se cree que al inicio las plumas eran rígidas y dispuestas en varias capas que servían para aislarlos del frío, conquistar parejas y eventualmente también para planear desde los árboles. La primera ave como tal fue el Archaeopteryx. Tenía garras en los dedos, dientes y plumas como algunos de sus parientes reptiles, pero medía tan solo 35 centímetros. Y aunque su cuerpo había evolucionado no era un buen volador. Aquellos que conseguían llegar más lejos lograban alimentarse mejor y dejar más descendencia. El origen de las plumas estaría en las escamas de los reptiles que con el tiempo se alargaron hasta romper sus puntas y ramificarse. Volar fue un éxito tan grande que permitió a las aves, los insectos y a un mamífero como el murciélago, propagarse por los más variados ecosistemas del planeta.

LA CONCIENCIA HUMANA

Hace unos 5 millones de años pasó algo curioso. Un primate pequeño y vulnerable se vio obligado a caminar en 2 patas y a fabricar herramientas usando su dedo pulgar oponible. Estos factores empujaron a otro cambio evolutivo: el aumento en el tamaño del cerebro. ¿Pero cómo de algo material como el cerebro pudo surgir algo inmaterial como el pensamiento y la conciencia?

Si bien no hay aún una respuesta unánime, definitivamente está relacionada con el desarrollo del neocortex, la capa exterior de nuestro cerebro, gracias a la cual podemos pensar, recordar y aprender. Y aunque otros mamíferos también lo tienen, el nuestro es proporcionalmente más grande. Como muchos animales tenemos una conciencia primaria relacionada con las emociones y percepciones, pero lo que sí es nuestro en exclusiva es la conciencia extendida, capaz de crear conceptos abstractos. Esa capacidad tiene como base otra herramienta puramente humana: el lenguaje. Vivir en manada nos daba una oportunidad de supervivencia y para convivir aprendimos a contener nuestros instintos y a desarrollar el lenguaje. Con eso transmitimos habilidades y conocimientos a través del aprendizaje.

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