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Ética, censura y periodismo

Ética, censura y periodismo
23 de diciembre de 2012 - 00:00

"Definida como punto intermedio entre la certeza y la duda, la columna de opinión estimula la búsqueda, descarta los dogmatismos, enriquece el discurso de la tolerancia y enseña a los lectores el diálogo y da razones para pensar los hechos y las ideas".

Javier Darío Restrepo


En el marco de la acción política que desarrollan actualmente los medios de comunicación social privados en contra del gobierno nacional, el último recurso al que actualmente acuden es la estructuración de una matriz de opinión que pretende imponer en el imaginario ciudadano, que la autocensura es igual a la censura previa, como claramente se aprecia, por ejemplo, en la columna de opinión del diario La Hora del 17 de diciembre del 2012, difundido bajo el título: "Censura previa en acción", en el que se sostiene que: "... la censura previa se practica en la mente de cada comunicador por el miedo a ser enjuiciado, recibir amenazas a él o su familia, sentir la exclusión a la de ejercer su profesión", lo que estaría impidiendo: "... que los textos aparezcan tal como fueron concebidos y escrito (sic)"[1].

Juicios que, en forma impúdica, confunden el acto personal conocido como autocensura con la censura previa. Ante tal desafuero es necesario precisar conceptos, de manera que la ciudadanía aprecie la razón de nuestra acusación, no sin advertir que los mismos voceros de los grandes medios de comunicación social, nacionales e internacionales, antes se limitaban a afirmar, por ejemplo, que la sentencia a Emilio Palacio inducía a la autocensura[2], sin atreverse entonces a sostener que la sentencia era una forma de censura previa, como lo intentan ahora. Nuestras precisiones y argumentos críticos son los siguientes:

1. La Convención Americana de Derechos Humanos, en el artículo 13, numeral 3, define a la censura previa como el procedimiento que restringe: "... el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones". Esto es cuando se obstaculiza, por medios directos o indirectos: " ... (la) libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección". En consecuencia, quien afirme que existe censura previa en el Ecuador, como lo sostiene el diario La Hora, está obligada a señalar cuáles son los medios, directos o indirectos, utilizados por el gobierno nacional para impedir la libertad de expresión. No basta una aseveración sin fundamento, cuando se trata de emitir una opinión. Esa es una actitud irresponsable, inadmisible.

2. Ante la eventualidad de que alguien sostuviese que "el miedo a ser enjuiciado, recibir amenazas a él o su familia, sentir la exclusión a la de ejercer su profesión", es un recurso indirecto de censura previa, vale recordar, con el maestro Javier Darío Restrepo, que: "La autocensura nunca es válida porque atenta contra el deber de dar información a la sociedad. Como el médico que se niega a proteger la salud; o el abogado que se abstiene de promover y defender la justicia, el periodista que, por la razón que sea, oculta o silencia la verdad que es útil y necesaria para la sociedad, contradice la naturaleza de su profesión". Por lo que y en consecuencia, la apreciación del diario La Hora, debe asumirse incluso como una ofensa velada en contra de los comunicadores sociales, puesto que pretenden que la medida de todos los comunicadores ecuatorianos es el rasero de los directivos de ese diario, rasero que no les permite entender que en la historia humana, incluso en sus momentos más trágicos, fueron los espíritus fuertes, los comunicadores sociales dotados de sólidas convicciones los que elevaron sus voces, y de manera alguna corrieron como perros con el rabo entre las piernas, como esos voceros pretenden que hoy sucederá con los periodistas ecuatorianos. ¿Autocensura? De ninguna manera como lo plantean estos novísimos augures, viejos militantes y defensores del poder mediático. Nuestros comunicadores, los que no defienden viejas canonjías, están construidos con una pasta diferente, con la de los hombres dignos cuyas voces no claudican.

3. El pronunciamiento acotado, por otro lado, olvida que el cumplimiento o incumplimiento de las tareas profesionales de los comunicadores sociales, bajo cualquier condición social o política en que suceda, es una decisión personal, como bien lo reconoce Gonzalo Maldonado Albán en su editorial difundido en el diario El Comercio bajo el título: "Curso de filosofía", el día domingo 16 del mes y año en curso, cuando expresa que: "... En efecto, nadie puede forzar a alguien a pensar o a vivir de una forma determinada. Cada uno de nosotros escoge, en su fuero interno, qué desear y cómo conducir su voluntad para conseguir aquello que desea", a lo que agrega que: "La ética y la moral ayudan a las personas a decidir qué desear y cómo y hacia dónde conducir su voluntad".

-En consecuencia, si la conducta de los periodistas es un acto de libertad personal, la decisión que adopten dependerá de los valores morales que les sean gratos, indiferentemente de las presiones que puedan ejercerse sobre ellos, como lo sostiene Restrepo, por lo que afirmar que los periodistas ecuatorianos se someten a presiones, que aceptan se publiquen sus textos en forma diferente a la que fueron concebidos y escritos, es presumir que carecen de valores morales, así como de la entereza necesaria para defender la cláusula de conciencia que les ampara, como lo afirma el diario La Hora, Aseveración inadmisible, improcedente y ofensiva para el periodismo serio de este país.

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