“Entren los que quieran... preguntar con la cabeza”
Miércoles. Detrás de la ventana cae una discreta garúa; dentro del alfombrado salón de un hotel cinco estrellas hormiguean reporteros, camarógrafos, burócratas, guardias de seguridad, uno que otro fanático “despierto” que ha logrado filtrarse, meseros, toda una colmena congregada para escuchar las declaraciones de Calle 13, fenómeno continental de la música urbana que viene rompiendo la vajilla como Dios manda, con conciertos en Guadalajara, el D.F., Mérida, Cali, Bogotá, Lima... Pasa una hora, y los tipos no aparecen. Nada de René Pérez (Residente) ni Eduardo Cabra (Visitante). Un miembro del Ministerio de Cultura, institución que organiza el par de conciertos del grupo en Ecuador, se asoma de vez en cuando a decir: “en cinco minutos bajan”. Y en esas se va otra hora. La gente empieza a ir y venir por el lobby hasta que, de repente, por fin, allí están.
Ambos se sientan al lado de Lucho Rueda (rockero local con el que compartirán escenario), y el cantante del dúo boricua agarra el micrófono y se apresura a explicar la tardanza: “la verdad es que no sabíamos que había una rueda de prensa. Nadie nos avisó, y creo que esas cosas hay que coordinarlas con anticipación. He estado escribiendo hasta las siete de la mañana, quería descansar, pero bueno, aquí estamos... Solo espero que nos hagan preguntas inteligentes”. Entonces comienza el pequeño Apocalipsis.
Lo que se escucha a partir de allí son los elogios ramplones de siempre, las preguntas previsibles de “¿qué tienen preparado para el concierto?”, etcétera, etcétera... Luego, un comentario específico acerca de los antecedentes académicos de René en cuanto a su contacto con la animación y el audiovisual, otro en referencia a sus colaboraciones con Susana Baca o la Negra Sosa, mejoran el panorama; pero entonces, la infaltable bizarría: una reportera toma el micrófono, agradece, saluda -muy suntuosa, por supuesto- y suelta que así como Alejandro Sanz había quedado “a-no-na-da-do” con Shakira cuando trabajaron juntos, ¿no sería que unos vehementes “instintos carnales” se le habían encendido a René cuando también la tuvo cerca? El cantante la mira como diciendo: “¿de qué carajo estás hablando?”, pero apenas atina a expresar: “tendrías que preguntarle a Shakira”... La gente exhala una carcajada, y cuando se hace el silencio de nuevo, Residente inquiere: “¿qué pasó con las preguntas inteligentes?”.
No debe sorprendernos que el espectro mediático local no se haya dado cuenta de que el trabajo de Calle 13 posee un volumen de sentido, de significación estética y social, que trasciende los muchas veces elementales segmentos de la prensa del entretenimiento, que en nuestro medio son, por lo general, más que de entretenimiento o espectáculos, de chismerío farandulero puro y duro. Aquella desatención no ha ocurrido solo con esta banda; la orfandad de referentes que aqueja a nuestro periodismo encargado de cubrir a “los artistas” es un asunto endémico, con síntomas recurrentes: se establece una visión estándar, light y desinformada desde la cual no hay diferencia entre Cristian Castro, Luis Eduardo Aute, U2 o María Martha Serra Lima (todos respetables, si de gustos se trata, pero no, desde luego, iguales).
Basta recordar las desenfocadas preguntas, un poco más de un año atrás, en la rueda de prensa de Silvio Rodríguez; o cuando, hace como un mes, una reportera le regaló a Joan Manuel Serrat una guitarrita de las artesanales y le pidió que tocara algo, a lo que el catalán respondió, mordaz, que aquello quizás serviría como cenicero, porque para hacer música nunca.
No es muy difícil enterarse de que Visitante y Residente han tratado en su obra, por ejemplo, la problemática política del Ejército Popular Boricua (Macheteros), el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos (uno de sus líderes históricos), y han intentado dar cuenta de la heterogeneidad y las contradicciones identitarias de Latinoamérica, a veces con desenfado, cuando no con una vocación poética encomiable, por sencilla, por directa. Y esto lo digo sin llegar al cándido tremendismo de algunos que los tildan, a René y Eduardo, de artistas a la vanguardia de alguna “revolución” o quién sabe qué cosa por el estilo. Son, simplemente, artistas talentosos y comprometidos con sus ideas y con su gente. Eso ya es bastante.
The New York Times -y este es un dato también muy a la mano- reconoció a René Pérez como “el primer intelectual que alcanza el estrellato en el género de reggaetón”, aunque la propuesta de la banda va más allá de esa categoría musical y el membrete de “intelectual” parece no encandilar mucho al intérprete, quien le aseguró alguna vez a la revista Rolling Stone que “llegar solo a los intelectuales sería muy fácil”.
Toda esta complejidad, todo el bagaje de las consideraciones sociales, políticas y estéticas de la banda ha sido obviado. La rueda de prensa se transforma entonces en un espacio folclórico para que unos tantos se declaren fans (del fondo del salón se desprende el siguiente berreo: “Residente, te amoooooooo”), y otros cuantos traten de hurgar en algún chismecito, generando comentarios discordantes... De nuevo se ha visto desperdiciada la posibilidad de sacarle el jugo a las ideas de personajes relevantes para el debate público cultural... Resulta curioso, entonces, que los reporteros se pelearan por la “primicia” (“vamos a agarrarlos cuando vengan por el lobby, antes de que se sienten"...), como si realizar la entrevista antes que los otros los exonerara o, mejor dicho, los liberara de preguntar lo mismo. Siempre lo mismo.