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El caso Glas Viejó revela a la prensa “más sesuda”

El caso Glas Viejó revela  a la prensa “más sesuda”
16 de septiembre de 2012 - 00:00

No faltó un solo medio de comunicación privado/comercial. Sus reporteros llegaron puntuales. Pero no estaba ninguno de los que dirigen las “investigaciones” sobre el “bullado caso Glas Viejó”.

Cualquier ciudadano con sentido común diría que ahí, el viernes pasado a las 10:00, debieron estar Martín Pallares, Alfredo Pinargote, Janeth Hinostroza, Gustavo Cortez, Carlos Pérez Barriga o Joffre Campaña.

Ellos han sido quienes más candela han echado sobre este caso,  y varios de ellos,  vía twitter, dicen de todo al respecto (¿por qué no dicen lo mismo en las páginas de sus diarios?). Son ellos los que hacen las preguntas “incómodas” al poder, quienes se precian de forjar un periodismo libre e independiente.

Pero no, solo estuvieron los reporteros ansiosos de la declaración, de la frase exacta con la que podrían abrir la portada, o de hacer caer al ministro “inculpado” con alguna frase mal dicha o fuera de contexto. Montaron las cámaras y los micrófonos, encendieron sus antenitas de vinil y se concentraron (es un decir porque entre declaración y declaración hacen bromas y lo fundamental no cuenta) en la exposición de seis ministros, incluido Jorge Glas, ministro Coordinador de Sectores Estratégicos. Ciertos fotógrafos, bajo las órdenes de sus reporteros, tomaban no solo fotos a los ministros, sino también a  quienes filmaban como parte del equipo de la Secom, a los reporteros y directores de los medios públicos, de la forma más disimulada y hasta con cierta arrogancia como diciendo: “Ya te capté, quedas en mi cámara”.

Terminada la ronda de intervenciones y cuando se dio paso a la de preguntas se reveló lo que para muchos muestra la esencia de nuestro periodismo de ahora: cero preguntas “comprometedoras”, preparadas, con base en las investigaciones, respaldadas por  los argumentos jurídicos que tanto menciona Joffre Campaña y todos los acólitos de las redes sociales a los que acuden los editores de los medios comerciales.

La reportera de Teleamazonas inquirió sobre el caso Cossío (y ni siquiera escuchó la respuesta completa porque conversaba con un amigo y con su camarógrafo), TC sobre la marcha de las izquierdas, EcuadorTV sobre los incendios. Salvo por la consulta de El Ciudadano que facilitó entender los tiempos del proceso judicial en este caso “escandaloso” y que “requiere de una explicación oficial”, al que los “medios públicos han ayudado a esconder y a desinformar”, la invitación a hacer preguntas quedó como un vacío, un aire espeso.

Los ministros coordinados por Jorge Glas Espinel se miraban y con sus ojos se decían dónde están las preguntas para “reventar” el caso, avivar la disputa mediática o simplemente dar paso a una explicación más pormenorizada del tema.

Y cuando todo indicaba que la rueda de prensa “más esperada de la semana” concluía, la reportera del diario El Universo pidió la palabra, desde atrás de la malla de cámaras y reporteros. Mientras duraba la intervención de los ministros, ella hablaba con sus compañeras, hacía bromas... Si alguien grabó su presencia podría afirmar que no se concentró en lo que dijeron los ministros y que no tenía motivos para entrevistar o argumentos para cuestionar.

Entonces hizo dos preguntas: la primera fue respondida por la ministra de Educación, Gloria Vidal, sobre algo que ya había explicado en su primera intervención. No aportó nada nuevo.

La segunda desató la tensión más molesta: palabras más, palabras menos, preguntó qué harían los ministros presentes si “a uno de sus hijos les pasara algo igual”. Concluidas las respuestas, a las que la reportera ni siquiera puso toda la atención, salió, como se dice vulgarmente, muerta de la risa, “denotando” que había hecho una de sus mejores hazañas periodísticas y convencida de que llevaba a su redacción la pregunta y no la respuesta más importante para sus lectores. Tanto que entre sus colegas de medios privados hubo el típico gesto de vergüenza ajena.

¿Esa pregunta la hizo la misma reportera que días atrás preguntó, casi copiando la orden de su editor o jefe de redacción, al propio Jorge Glas Espinel si sabía que ya se vencía el plazo para el cierre del caso Glas Viejó? (a lo  que el ministro respondió que desconocía, pero que en la publicación de El Universo salió como que Glas Espinel desconocía del caso en general).

Si no se conociera de este antecedente, ¿sabrían los lectores de El Universo que la pregunta fue sobre un hecho puntual, pero la publicación “reveló” el desconocimiento general del hijo del afectado en un proceso que lleva cerca de un año en litigio?

No, en la rueda de prensa no estuvieron quienes durante 20 días han expuesto “en detalle” un “escandaloso caso”. Perdieron la oportunidad de cumplir una ley del periodismo: contrastar con la fuente.

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