¿Cómo enfrenta una empresa el maltrato hacia las mujeres?
No es un hecho aislado de nuestra sociedad ni exclusivo de específicos grupos humanos. La violencia contra la mujer está latente aquí y en todas las partes del mundo. Lo que se pretende ignorar es que el maltrato produce impactos, no solo sicológicos, sino también en la sostenibilidad de los negocios y de la economía.
En Ecuador, el 60% de las mujeres ha experimentado algún tipo de violencia, según la Primera Encuesta de Violencia de Género realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) en 2011.
“La violencia contra las mujeres, además de ser un crimen que tiene una gran connotación social y ética, porque afecta la vida de miles de mujeres diariamente, genera costos invisibles para el sector empresarial, sin distinguir el tamaño de las empresas”, afirmó la directora del Programa Regional ComVoMujer-GIZ (Cooperación Alemana), Christine Brendel.
La experta calificó de complejo el fenómeno y destacó que, para erradicar el problema, se requiere el compromiso de todas las personas y sectores involucrados.
Si bien la encuesta del INEC es la primera que se efectuó en el país y la segunda en América Latina después de México, no se dispone de estadísticas nacionales sobre los niveles de violencia a las propietarias de microemprendimientos, tampoco del nivel de daño físico o emocional que sufren a causa del maltrato en relaciones de pareja ni del costo económico de días laborables perdidos o gastos de bolsillos que puedan estar sufriendo.
Es por eso que ComVoMujer encomendó una investigación a la Universidad de San Martín de Porres de Perú, para determinar la prevalencia e incidencia de la agresividad en las propietarias ecuatorianas de microempresas. El objetivo es contar con información sobre los costos e impactos de la violencia contra las mujeres para que el sector empresarial incluya en sus planes administrativos acciones de prevención, indicó Brendel.
A la vez, se estableció una cooperación entre la Cámara de Comercio de Quito y ComVoMujer, que permita emprender acciones conjuntas, con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), para medir en cuánto está afectando la violencia a los emprendimientos productivos.
En Ecuador, el 95% de las empresas nacionales son microempresas, y es el país que ocupa el primer lugar en emprendimientos en la región, con un 26,6%.
El estudio efectuado por la consultora Global Entrepreneurship Monitor revela que el país es uno de los que más ha formalizado negocios nuevos en Latinoamérica y el Caribe, con el 26,6%, superando a Chile que tuvo el 23%, y a Colombia y Perú que tuvieron el 20%. Los emprendimientos crecieron por la necesidad. El 17% de los adultos encuestados aprovechó la oportunidad, el 9,5% lo hizo por la carencia de ingresos, el 25,3% para elevar sus ingresos, y el 22% para independizarse.
Para el director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Administrativas y Recursos Humanos de la mencionada universidad peruana, Arístides Vara, la agresividad en relaciones de pareja es un grave problema de salud pública y de derechos humanos, y constituye un serio obstáculo para el desarrollo socio-económico.
Incide –afirmó– en la salud emocional e integridad de la víctima, así como en la sostenibilidad de sus microempresas.
Vara aseveró que, mientras los empresarios rehúyen del asunto considerándolo fuera de su alcance, la rudeza contra las mujeres “resulta ser extremadamente costosa también para ellas, al margen de que baja el rendimiento del negocio”.
Afecciones psicológica, físicas y simbólica
Los daños físicos y/o emocionales se traducen en días sin trabajar por incapacidad laboral y la necesidad de atención médica especializada, lo cual demanda gastos imprevistos muy altos.
Por ello, el 86% de las propietarias de negocios que son agredidas por sus cónyuges, dejan de recibir ingresos durante 54 días promedio al año, con pérdidas que llegan a 370 dólares anuales, porque tienen que dedicar el tiempo a buscar apoyo social y atención médica.
El repertorio de violencia va desde moretones e hinchazones, hasta cirugías, abortos y asesinatos de miembros del hogar.
Cuando el experto peruano habla de daño emocional, se refiere a la depresión que causa el maltrato, intentos de suicidio y problemas del sistema nervioso. En definitiva, una crisis emocional que le obliga a la mujer, inclusive, a cerrar su microempresa. Así, un 26% ha pensado en quitarse la vida y el 12% ha intentado hacerlo.
Gastos de bolsillo
La violencia también provoca un gasto anual de 185 dólares por cada mujer maltratada, que en total suman 23 millones de dólares al año, según la investigación. Asimismo, el 69% de propietarias de microemprendimientos ha tenido gastos imprevistos altos para atender su salud, a consecuencia del daño causado.
Esto implica una gran descapitalización para la empresa, en un promedio del 35%. Así, la investigación determina que 35.153 mujeres empresarias gastan más del 100% de sus ingresos.
En Ecuador, aproximadamente 850 mil mujeres son dueñas de emprendimientos, de las cuales, solo el 58% tiene Registro Único de Contribuyentes (RUC), 98.4% son personas naturales, el 3,5% tiene registros contables, y el 93,2% tiene personal no remunerado (familiares).
Motor del desarrollo
Las microempresas constituyen un importante motor para el desarrollo social y económico del país. Esto ha motivado nuevas políticas públicas e incentivos privados para su desarrollo.
En los últimos años, el microcrédito se ha incrementado exponencialmente, al punto que en 2011 representó el equivalente al 4% del Producto Interno Bruto (PIB), que en cifras reales significa 2.430 millones de dólares, conforme datos de la Superintendencia de Bancos y Seguros (SBS). La cifras de la entidad revelan que en 2004, esos recursos fueron del orden de los 42 millones de dólares, que escalaron a 794 millones en 2006, a 1.560 millones en 2009 y a 2.024 millones en 2010.
Existen 73 instituciones financieras dedicadas al microcrédito y más de 500 microfinancieras no reguladas por la SBS, unas 170 organizaciones no gubernamentales y más de 330 cooperativas de ahorro y crédito.
Asimismo, más del 50% de los créditos aprobados, en un promedio de 5.000 dólares, son para microempresas que lideran las mujeres. De hecho, hay un gran mercado que las “financieras pueden aprovechar y lo están haciendo mediante coberturas y la ampliación de los servicios”, aseguró Vara al respecto.
Magdalena del Rocío Ramos, que se dedica al negocio de catering en un local de Sangolquí, confirma que un crédito concedido por una cooperativa local le permitió consolidar la actividad y dar empleo a dos personas particulares, a más de miembros de su familia.
Por esta razón, invertir en ellas puede crear una espiral importante de desarrollo y riqueza para el país, tal como muestran las estadísticas de países desarrollados y en vías de desarrollo, destaca un documento de la Cámara de Comercio de Quito y la Cooperación Alemana.
No obstante, la investigación de la mencionada universidad del Perú, indica que el 20.7% de propietarias de negocios consiguió financiamiento por 3.039 dólares promedio, a una tasa de interés que significa 744 dólares al año. Los recursos vienen, principalmente, de instituciones privadas (65%) y de fuentes sin garantía como amigos/as o familiares (10.7%).También se dio financiamiento para gastos en compras y mercaderías, cuando las microemprendedoras no tienen flujo de efectivo, cuya tasa de interés llega al 53%.
Las fuentes de financiamiento informales son las que cobran las tasas de interés más altas que llegan hasta el 39%. Aunque el 60% de quienes reciben los créditos paga menos del 20%, y el 9% cancela el 100% de tasa de interés anual.
Las mujeres dueñas de emprendimientos son responsables de los pagos, pero a qué costo, se pregunta Arístedes Vara. El analista explica que, para cubrir las deudas, ellas tienen que trabajar el doble y hasta el triple de jornada, lo que genera, en un círculo vicioso, problemas de estrés.
El informe destaca que la pertenencia de la emprendedora a algún gremio empresarial o social contribuye a obtener mejores tasas de interés y mayores montos de financiamiento. Pero pocas se afilian a gremios del sector, interesados, sobre todo, en la capacitación de sus asociados, vía el cobro con descuento.
Sostenibilidad del negocio
Aquí surge una pregunta: ¿Si la mitad de la población femenina en Ecuador ha sufrido violencia por parte de su pareja, si las 850 mil mujeres son dueñas de emprendimientos, cuál es la probabilidad de que el maltrato afecte a la sostenibilidad y crecimiento de los negocios privados y de la economía, en conjunto, del país?
En Ecuador, 50 de cada 100 propietarias de microemprendimientos han sido víctimas de violencia por parte de sus parejas. Y, aunque las mujeres se apartan de la vida conyugal, la violencia no cesa, pues siete de cada 10 mujeres sigue sufriendo algún tipo de agresión.
Vara apuntó que un negocio requiere tiempo, dedicación y el apoyo de los familiares, por lo tanto, una pareja reticente a colaborar y con una actitud negativa o violenta a la empresarialidad de la mujer, puede ser un obstáculo muy grande.
Sin embargo, la realidad de las propietarias de microemprendimientos es diferente a la de las trabajadoras remuneradas. Las primeras no tienen un ingreso estable, horario fijo, lugares predefinido (pueden ser sus casas, la calle, quioscos, fincas, locales, etc.) ni normas laborales claramente definidas.
Además, casi la mitad de las microempresas lideradas por mujeres, son informales, de pequeña escala, sin seguro de salud ni mayores beneficios crediticios, con muy poca inversión estratégica. Más bien realizan la mayoría de las funciones y guardan bien las utilidades obtenidas.
Por otro lado, la combinación de la inseguridad inherente a las microempresas, junto con la frecuente violencia, causa una mezcla peligrosa que afecta el desarrollo personal y del negocio, destacó el experto peruano.
En efecto, los análisis realizados en muchos países del mundo sobre el tema, demuestran que proveer microfinanciamiento, por sí solo, no es suficiente para reducir los niveles de agresividad hacia las mujeres. Es más conveniente invertir en prevención de la violencia de género que cubrir gastos causados por esta, agregan.
Pocas empresas interesadas
Brendel advirtió que, a pesar de esta realidad demostrada, pocas son las empresas y gremios empresariales que se involucran directamente en la prevención y combate de “este flagelo que les afecta con millones de dólares anualmente”.
No obstante, destacó el “rol visionario y activo” que varias empresas ecuatorianas están jugando en la prevención del problema.
Hay un ejemplo: el gremio Expoflores, de la Corporación de Floricultores del Sur, a través de la intervención directa de 18 fincas, y Endesa Botrosa, han desarrollado acciones que van desde el fortalecimiento de capacidades, pasando por rutas de apoyo para las afectadas, hasta campañas públicas para promover el combate a ese atropello.
Brendel cree que estas acciones han rendido sus frutos y convertido a las empresas ecuatorianas en un modelo a seguir, no solo en América Latina, sino también en otras regiones del mundo.
Capacitación y menos violencia
El experto peruano destacó que todo emprendimiento necesita crecer si se quiere tener desarrollo a escala nacional. Para ello, se necesita capacitación y reinvertir el dinero en la economía local.
Pero, al revisar las cifras del Censo Económico de 2010, señaló que en Ecuador, apenas el 1% invierte en investigación de mercado, el 0,2% en investigación de desarrollo para ser más competitivos, y menos del 2% capacita a su personal para seguir desarrollando la microempresa.
De los estudios se deduce que las microfinancieras, que cada vez son más en Ecuador, pueden contribuir mucho para hacer frente a este problema. Hay casos exitosos a escala mundial en los que se ha encontrado que las empresas que proveen capacitación y estrategias para mayor independencia y empoderamiento de la mujer, consiguen disminuir la violencia.
Paralelamente, los microcréditos sostenibles generan desarrollo en la empresa. Pero cuando hay violencia, aumenta la tasa de morosidad y crecen las demandas coactivas.
Trabajadores agresores
Desde el otro lado de la medalla, el tener trabajadores agresores en las empresas, también le resulta caro. Ilustrando el caso de Perú, el año anterior, 23 de cada 100 trabajadoras sufrieron violencia por parte de su pareja, equivalente a casi medio millón de mujeres.
Pero también se encontró casi un millón de agresores que maltratan y “son tan caros para la empresa, como lo es la víctima”, señaló Vara. Dichos negocios pierden casi 7.000 millones de dólares por año.
El catedrático explicó que el agresor falta al trabajo porque acompaña a la mujer al hospital, no porque le importe la salud, sino por su seguridad, para que no le delate, le denuncie y ver con quién habla.
Enfatizó que mientras las gerencias de los recursos humanos de las empresas se preocupan por la tardanza, la rotación y el ausentismo que son los principales aspectos que importan en el tema de la violencia, hay otras variables que representan la pérdida de la fuerza laboral.