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El Telégrafo
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‘(Ya no) es mágico el mundo

‘(Ya no) es mágico el mundo
07 de octubre de 2013 - 00:00

En (Ya no) es mágico el mundo, lo curatorial no solo implica un modo genuino de generar, seleccionar, mediar y reflexionar la experiencia y el conocimiento de la forma de producción de los artistas y sus obras. Sino que también se relaciona con todo un campo de conocimiento relacionado a la aparición del arte contemporáneo y la curaduría en el contexto local: desde los noventa el debate sobre la curaduría se concentró en la representación de las artes visuales contemporáneas, con poca o ninguna referencia a la historia de las exposiciones y un protagonismo recurrente a las “tendencias recientes”.

En el contexto local, artistas y curadores constantemente han estado involucrados en relaciones de poder; la curaduría ha estrechado el espacio del arte y ha reducido la acción de los artistas. Sin embargo, las practicas curatoriales contemporáneas están buscando abrir perspectivas sobre las prácticas culturales que insisten en la colectividad, cambiando la relación del objeto por el sujeto, y las dinámicas de jerarquía.

Las exposiciones, así como las sociedades, aparecen como constelaciones temporales y siempre en estado de transformación. En el contexto de (Ya no) es mágico el mundo, se da la construcción de un mundo donde se inscriben las múltiples relaciones de seres culturales, que forjan subjetividades resignificadas en torno a la constitución de nuevas identidades colectivas. A partir de estas subjetividades, lxs artistas que exponen su obra en el marco de esta muestra, se proyectan como nuevos actores sociales que, a través de sus decisiones como actores del sistema-arte, construyen mundo.

Estos artistas nacidos en los sesenta, setenta y ochenta optan por trabajar desde la perspectiva y el discurso en primera persona; un gesto que afirma la propia identidad singular y que necesariamente reconoce el resto del mundo (lo uno forma parte de lo múltiple).

Así, la exposición consiste en 10 instalaciones que tienen lugar al mismo tiempo y que pueden ser recorridas en un mismo lugar, pero que conservan su autonomía. Esto se debe a que la instalación, como Boris Groys menciona, “opera por privatización simbólica del espacio público de exhibición”(1).

 Aparentemente, las obras seleccionadas parecen estar relacionadas por una serie de pistas, que guardan relación con el misterio; sin embargo, es la mente la que identifica esas pistas y ve en ellas una relación.

 Los artistas en (Ya no) es mágico el mundo, tomaron la responsabilidad estética por el diseño del espacio de instalación; la instalación les permite a los artistas revelar la oculta dimensión soberana del orden democrático que la política generalmente trata de esconder. Según Groys, la instalación es el espacio donde somos inmediatamente confrontados con el carácter ambiguo de la noción contemporánea de libertad que es entendida en nuestras democracias como libertad soberana e institucional al mismo tiempo. La instalación artística es un espacio de develamiento del espacio oculto detrás de la obscura transparencia del orden democrático.

En (Ya no) es mágico el mundo los artistas se enfrentaron con un formato curatorial que les permitió democratizar su propuesta, tomar responsabilidad pública, comenzar a actuar en nombre de una cierta comunidad o incluso de la sociedad en su conjunto. La decisión de un artista de dejar pasar a una multitud de visitantes al espacio de su obra de arte, y permitirles moverse libremente dentro de él, es interpretada como abrir el espacio clausurado de una obra de arte a la democracia. El espacio cerrado de la obra de arte parece transformarse en una plataforma para la discusión pública, la práctica democrática, la comunicación, la interconexión, la educación y demás.

El movimiento de los ciudadanos que visitan los espacios de exposición es intencional al del transeúnte que camina por la calle y observa la arquitectura de las casas de izquierda a derecha. El cuerpo del observador, en este caso, permanece fuera del arte: el arte tiene lugar frente a los ojos del observador, como un objeto de arte, una performance o una película. Del mismo modo, en este caso el espacio de exhibición es entendido como un espacio público vacío, neutro.

La intención de estos trabajos es cuestionar la idea del arte como una herramienta para situar el presente y preguntarnos sobre el estado del mundo. Como Maurizio Lazzarato ha señalado, el arte tiene la capacidad de interrumpir el tiempo capitalista, introduce un “orden de diferencia” en este tiempo racionalizado y produce nuevos significados. En (Ya no) es mágico el mundo las propuestas artísticas indagan sobre el presente y participan de los cambios que se operan en la actualidad.

(Ya no) es mágico el mundo propone identificar la propiedad simbólica del artista y ponerla en relación con el presente; al entrar en este espacio, el visitante deja el territorio público de la legitimidad democrática y entra al espacio del control soberano y autoritario. El visitante se convierte en un expatriado que debe someterse a una ley foránea –una que se le otorga por parte del artista. Aquí el artista actúa como legislador, como un soberano del espacio de instalación en su construcción de mundo.

(…)

(Ya no) es mágico el mundo es un viaje hacia el escepticismo, una comprensión del lugar del pensamiento y producción de la obra de arte. También ejemplifica un modo emergente de curaduría que denominan “teoría guiada por la práctica”, en el que la práctica establece los programas de cómo proceder en el ámbito de la teoría cultural.

La exposición cuenta con la obra de María José Machado, Gabriela Santander, David Jara, Ilich Castillo, Danilo Zamora, Patricio Ponce, David Palacios, Consuelo Crespo, Santiago Reyes y Rosa Jijón.

*Fragmento del texto curatorial de la muestra artística que se expondrá hasta el 29 de noviembre de 2013, en las instalaciones del Centro de Arte Contemporáneo.

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