Lectura
William Ospina: la investigación es generosa
En el periodismo narrativo hay un axioma: la historia que se cuenta es solo la punta del iceberg. Se escribe una pequeñísima parte de lo que se ha investigado, pero la solvencia solo llega cuando el autor conoce al detalle aquello de lo que está hablando. Es lo que hace el escritor colombiano William Ospina con sus obras, en las que aborda con erudición eso que ha indagado.
Ganador del premio Rómulo Gallegos en 2009, el escritor es considerado como uno de los poetas y ensayistas más destacados de las últimas generaciones en América Latina, y ahora, luego de la publicación de El año del verano que nunca llegó (2015), su última novela, cuenta: “Ya puedo decir que soy novelista”. Ospina se destaca por el tiempo y el esfuerzo que le ha dedicado a investigar para componer obras sólidas.
Para escribir su ensayo Las auroras de sangre (publicado en 1999), estudió durante nueve años al poeta sevillano Juan de Castellanos. Ospina estaba fascinado con un poema del español, ‘Elegía de varones ilustres de Indias’, el más largo en lengua española, y considerada por el colombiano como “el descubrimiento poético de América Latina”. También le dedicó una década a las investigaciones para La serpiente sin ojos (2012), su tercera novela.
Para escribir El año del verano que nunca llegó, fue a Europa para registrar las huellas del encuentro —que desencadenó en libro— que sostuvieron por tres días Lord Byron, Percy Shelley, Mary Goodwin (posteriormente Mary Shelley), su hermanastra Claire Clairmont, John Polidori y Matthew Lewis en villa Diodati, a orillas del lago Lemán, en Ginebra. En ese encuentro, los miembros se pusieron el reto de crear un relato de terror, y ahí surgieron dos de los monstruos más recordados de los tiempos modernos: John Polidori inventó al Vampiro, y Mary Goodwin al monstruo del doctor Frankenstein.
Es una historia que ha sido contada muchas veces. Ospina las enumera: El médico de Lord Byron, de Paul West; Las Piadosas, de Federico Andahazi; Bravoure, de Emmanuel Carrère, o en las películas Remando al viento, de GonzaloSuárez, y Gothic, de Ken Russell. “Cada vez que me encontraba con uno de estos libros tenía el temor de que ya me hayan arrebatado la historia de las manos”, explica Ospina. Sin embargo, luego de leerlos, sabía que estaba equivocado, porque él quería contar otra cosa.
“Me interesaba abarcar al máximo los acontecimientos y sus repercusiones literarias e históricas y también seguirle los pasos —un poco minuciosamente— a los personajes: qué los hizo converger en esa casa en esos días y por qué la historia de cada uno contribuyó para que nacieran dos de los monstruos más recordados en los tiempos modernos”, dice Ospina. Es que cuando escribe, crea mapas eruditos de los personajes a los que ha estudiado. Y es una minuciosidad se nota cuando habla: las citas precisas, los datos exactos...
Pero hay algo más que resulta de la exhaustividad de sus indagaciones: esta obra —toda su obra— está marcada por una cuestión que va más allá de la narración de los hechos reconstruidos, lo que en literatura se conoce como el nivel de lectura analógica: cada historia es algo más que información, es la reflexión sobre nuestras inquietudes actuales.
En algún momento, Ospina se preguntó qué significa en realidad aquella historia de Frankenstein, y apuntó la mirada hacia su creadora, Mary Shelley. “Ella sintió que con el nacimiento de la Revolución Industrial estaban naciendo la sospecha, la tentativa o la posibilidad de crear vida artificial”, dice el escritor, y así fueron llegando otras cuestiones, como el papel de la mujer en la sociedad patriarcal, inspirado por la propia Shelley. Incluso se mueve hacia el cambio climático a propósito de la erupción del volcán Tambora en 1816, lo que provocó que ese año no tuviera verano, y las tormentas que mantuvieron a Lord Byron y compañía encerrados en villa Diodati, lo que explica el título del libro.
William Ospina comprobó que cada dato logrado es otra fuente de preguntas y que cada indagación exitosa, por más que no aparezca en la historia, la vuelven más sólida. La investigación es generosa. (I)