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Pasado y presente del Nuevo Periodismo

Pasado y presente del Nuevo  Periodismo
16 de febrero de 2014 - 00:00 - Paul Hermann, escritor ecuatoriano

El Nuevo Periodismo, corriente que cuenta un hecho noticioso empleando recursos literarios, existe, en opinión del periodista y escritor argentino Martín Caparrós, desde tiempos de Herodoto hace 2.500 años, aunque fue la cultura hegemónica norteamericana la que le puso ese membrete a inicios de los sesenta.

 

Tom Wolfe, uno de los mayores representantes de este movimiento, recuerda que la primera persona en emplear el término Nuevo Periodismo fue el editor Peter Hamill, en 1965, al momento de pedirle a Seymour Krim que redactara un artículo con ese nombre sobre la propuesta periodística que habían empezado a desarrollar Jimmy Breslia y Gay Talese.

 

Lo cierto es que la etiqueta terminó por imponerse en el medio y se refería, básicamente, al trabajo que desarrollaban, en la revista Squire, Thomas B. Morgan, Brock Brower, Terry Southern, Gay Talese, Norman Mailer y James Baldwin; y en la revista New York Breslin, Robert Christgau, Doon Arbus, Gail Sheehy, Tom Gallagher, Robert Benton y David Newman.

 

Este pequeño, pero compacto grupo de escritores revisó el papel del periodismo convencional e ingresó en los terrenos de la literatura con textos críticos del sistema, y con ello provocó pavor en una estructura que ponía a los escritores en la cúspide de la pirámide y a los periodistas encargados de recabar información en la base. Las críticas no tardaron en llegar, especialmente, de publicaciones nuevas pero conservadoras, que no conformes con llamarlo “paraperiodismo”, lo acusaron de incurrir en múltiples errores, adornar las cosas, inventar los diálogos y, quizás, hasta escenas enteras.

 

Pero en ese mismo año, 1965, Truman Capote publica por partes, en The New Yorker,A Sangre fría, libro que narra la vida y muerte de 2 criminales que exterminaron a una familia de Kansas, y que al ser considerado todo un fulgor por el crítico Dan Wakefield, confiere al nuevo periodismo un impulso arrollador, pues se gira la mirada hacia el terreno de la noficción y se constata que los escritores reputados están interesados en ella.

 

Y fue así como empezaron a publicarse en ese momento varios reportajes verdaderamente trascendentes: Joseph Heller entrenó con la Compañía M, de la Primera Brigada de entrenamiento acelerado de infantería, y la siguió a Vietnam a fin de publicar el libro Catch 22. George Plimpton vivió con el equipo de fútbol americano Detroit Lions para elaborar Paper lion, uno de los grandes libros jamás traducidos al español. No obstante, el mayor libro de aquel momento fue Los ángeles del infierno, de Hunter Thompson, fundador del periodismo gonzo, quien rodó con los motociclistas durante 18 meses y luego fue víctima de su brutalidad debido a que lo acusaron de usar sus historias para su beneficio económico.

 

En 1968, el novelista Norman Mailer también se pasa al bando de los periodistas con Los peldaños del pentágono, un trabajo de noficción que se publica en un número entero en Harper’s Magazzine y, posteriormente, en un libro bajo el título Los ejércitos de la noche.

 

Definitivamente, el Nuevo Periodismo había llegado para quedarse y lo hizo.

 

 

Manual de escritura de crónicas según Tom Wolfe

 

En su libro El Nuevo Periodismo, Tom Wolfe emplea el término “crónica” para referirse a todos los textos periodísticos que caen dentro del campo del Nuevo Periodismo, sean estos artículos de 3 páginas, o libros enteros. No obstante, cabe preguntarse qué características debe tener un texto periodístico para ser llamado “nuevo”. Wolfe responde que todos aquellos que recreen fielmente la realidad con técnicas propias de la literatura que presentamos a continuación:

 

Puntuación: Tom Wolfe quería violar lo que el escritor y periodista inglés George Orwell llamaba “las convenciones de Ginebra del pensamiento”, un protocolo que había encerrado al periodismo y, más generalmente, a la noficción (y a las novelas) en una cárcel durante mucho tiempo y, de paso, llamar la atención del lector con artificios visuales, antes de que este leyera una sola palabra. Es así que desarrolló un estilo basado en el abundante uso de puntos, guiones, signos de exclamación, cursivas, interjecciones, gritos, palabras sin sentido, onomatopeyas, mímesis, pleonasmos, empleo continuo del presente histórico, figuras de puntuación inexistentes, como por ejemplo: “::::::::::::.”

 

Más aún, Wolfe instauró el uso de puntos suspensivos en la mitad o al final de una frase para crear un efecto de ritmo discontinuo orientado a lograr que las mentes reaccionaran. El escritor norteamericano aseguraba que el uso de estos recursos creaba la sensación de que las personas no solo hablaban, sino también y, sobre todo, pensaban.

 

Diálogos: Si bien Wolfe desarrolló una puntuación personal, el segundo de los recursos que, considera, se convirtieron en piedra angular del Nuevo Periodismo, es el empleo de diálogos realistas que captan la atención del lector más que cualquier otro procedimiento individual, y permite caracterizar al personaje con mayor eficiencia.

 

Punto de vista: Los textos del Nuevo Periodismo se caracterizan, no por narrar un hecho noticioso desde la impersonal tercera persona, sino por experimentar con múltiples puntos de vista: ora un narrador insolente increpa al personaje, ora el narrador se increpa a sí mismo. La voz del narrador –dice Wolfe- “era uno de los grandes problemas de la literatura de noficción. La mayoría de los escritores de no ficción reproducía, sin saber, la antigua idea inglesa que instaba al narrador a asumir una voz tranquila, cultivada y, de hecho, distinguida”, que junto con fondos neutrales y elipsis, terminaron por aburrir mortalmente a los lectores.

 

Al presentar cada escena al lector a través de los ojos de un personaje, este se siente en la piel del otro y experimenta la realidad emotiva de la escena. Wolfe saltaba tan continuamente de punto de vista, y a veces lo hacía a mitad de un párrafo o de una frase. Ya que asumía la coloración de aquello que estaba escribiendo, fue llamado Camaleón.

 

Para lograr, en tercera persona, la profundidad psicológica que confiere la primera persona, Wolfe sugiere que se entreviste a los personajes sobre sus pensamientos y emociones. Recomienda, además, usar la jerga y el acento de los personajes a fin de crear, en el lector, la idea de que está viendo la acción a través de la mirada de alguien que se halla realmente en el escenario y forma parte de él. El monólogo interior es fundamental en el Nuevo Periodismo.

 

Detalles: Wolfe sugiere que la crónica abunde en escenas completas; gestos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, vestimenta, decoración, viajes, comida y otros detalles simbólicos del estatus de vida de las personas a través de los cuales expresan su posición en el mundo, o la que creen ocupar, o la que confían alcanzar. Estos elementos dan fuerza y realismo al texto porque los lectores se sienten identificados con las personas, muestran su vida, las cosas que hacen.

 

Recopilación de material: En definitiva, el Nuevo Periodismo planteado por Wolfe requiere que el cronista pase más tiempo, días y semanas enteras con la gente. Es primordial, dice Wolfe, que el cronista esté en el lugar donde ocurren las escenas dramáticas para capturar los diálogos, los gestos, las expresiones, la atmósfera, a fin de ofrecer una descripción objetiva completa, algo que siempre ha formado patrimonio de la ficción. Este tratamiento de la información, dicho sea de paso, hizo que se tache a los textos del Nuevo Periodismo de impresionistas.

 

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Nada nuevo bajo el sol

 

Las actuales crónicas no han modificado los planteamientos establecidos por Wolfe. Sobre el punto de vista, por ejemplo, el cronista argentino Diego Rosenberg señala que el Nuevo Periodismo es, ante todo, una cuestión de estilo, que debe alejarse en la prosa informativa, despersonalizada, y asumir un punto de vista. De la misma opinión es Martín Caparrós, quien exige una mirada subjetiva, y considera que si 4 personas que van a un mismo lugar, deben contar 4 cosas distintas, pero siempre ceñidas al dato real, pues el periodismo, dice, sea nuevo o sea viejo, es periodismo, no ficción, y debe escribir hechos investigados de la mejor manera posible. De la misma opinión es Sebastián Hacher, periodista de La Hormigaroja, quien asegura que se debe apelar a la subjetividad del protagonista, pero escribir con objetividad y datos auténticos.

 

Tampoco ha variado la forma en que el actual Nuevo Periodismo sugiere recopilar información. Según Cristian Alarcón, autor de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y coordinador del taller de creación Águilas humanas, para ser etiquetado como un texto de Nuevo Periodismo, este debe demostrar que el autor ha visto un amanecer, un atardecer e, incluso, dormido en el lugar del que habla.

 

Sobre los personajes del Nuevo Periodismo, es el mismo Alarcón quien arroja luces; en su opinión, los modernos cronistas se centran “… en lo urbano, popular y local y, en especial, en personajes freaks, en situaciones extrañas”, algo que ya plantearon Wolfe y compañía. No por nada The New York Times Book acusó al Nuevo Periodismo de ocuparse de burócratas, mafiosos, chulos, surfers, motociclistas, hippies y otras ilógicas personas que, en su opinión, carecían de talla y grandeza.

 

Esto es algo fundamental, pues la propuesta del Nuevo Periodista es la de darle voz a las mayorías que son ignoradas por los medios de comunicación. Y es que los medios, asegura Caparrós, no son inocentes, pues al presentar a políticos o deportistas ricos, demuestran que no le interesa el 98% de las personas que conforman el mundo. La misma opinión tiene Leila Guerriero, quien en la entrevista que le realizó el escritor Víctor Vimos para este semanario, considera que si hay algo que está alejado de la idea de poder es la crónica. “Siempre ha estado en un lugar de marginalidad -dice- lo que le interesa a la mayoría de la gente es la noticia inmediata. Un cronista es un tipo que llega tarde a todas partes, a trabajar un tema extraño, cuya importancia no será sencillamente aceptada por el editor para su publicación. Somos tipos que le echamos el ojo a cosas que parecieran de poco interés para la gente. Desde ahí, me gusta pensar en el poder del hechizo que tiene la crónica, en el sentido de mostrar un mundo desconocido e invitar al lector a compartirlo. Decirle: ‘¡Mire esto!, ¡qué común, pero qué maravilloso!’”.

 

Aunque Wolfe fue uno de los pocos cronistas que planteó en su época experimentar con el lenguaje para expresar la realidad, los modernos cronistas saben que la producción de textos periodísticos de calidad no reposa en las palabras. Según Sebastián Hacher, lo más importante en el Nuevo Periodismo es la sensibilidad. “No se trata –dice- de escribir de una manera específica, sino de mirar de un modo diferente, preguntar de un modo diferente y de fijarse de cosas que antes pasaban desapercibidas”. Leila Guerriero comparte la opinión: “... el lenguaje solo, por su belleza, no se sostiene. El lenguaje tiene que estar al servicio de la transmisión informativa”. Con respecto a los espacios de difusión, estos no han cambiado, siguen siendo los mismos: revistas y semanarios. Lo que sí ha mutado, dice ella, es el entusiasmo, pues a diferencia de lo que ocurría años atrás, en que el único periodismo posible para ellos era el inmediato, ven a la crónica como una posibilidad.

 

Martín Caparrós considera que para que el Nuevo Periodismo siga siendo nuevo, debe tomar de otros géneros formas de contar una historia, nutrirse de otros géneros, de la novela negra o social, por ejemplo, para que el relato de la realidad se vuelva más fluido e interesante en una época, como la nuestra, en que los jóvenes confían más en las redes y los blogs que en las cadenas informativas.

 

Cabe señalar, finalmente, que vivimos un tiempo fértil en lo que a publicación de crónicas se refiere. Prueba de ellos son libros como Antología de Crónica Latinoamericana Actual, editado por Darío Jaramillo Arguedo, y Mejor que ficción, editado por Jorge Carrión, que recogen crónicas de autores iberoamericanos contemporáneos como Cristian Alarcón, Martín Caparrós, Jordi Costa, Rodrigo Fresán, Alberto Fuguet, Leila Guerriero, Pedro Lemebel, Juan Villoro, Sabina Berman y Alejandro Zambra, que han venido demostrar que ahora, más que nunca, la delgada línea que siempre ha separado a la literatura del periodismo de calidad, ha terminado de diluirse.

 

 

 

*No se pierda en la edición #124 la siguiente entrega sobre el Nuevo Periodismo, en el que se abordará el trabajo del periodista y escritor Hunter Thompson.

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