Especial
EL TELÉGRAFO, una historia llena de cultura
“Esto se parece mucho a la vida: la vida es ansia”, decía Jean D’AGREVES en una crónica del 7 de mayo de 1919 publicada en EL TELÉGRAFO, refiriéndose a cómo “las notas (...) del Miserere de IL TROVATORE acompañan una linda carcajada de una preciosa girl”.
Jean D’AGREVES era el seudónimo con el que solía firmar sus textos el poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva, quien fue editor en 1919 de la sección ‘Los Jueves Literarios de El Telégrafo’, que en ese entonces se convirtió en el espacio periodístico más importante de difusión de la cultura.
Sin embargo, ese no fue el único momento en que el diario logró reunir en sus páginas a la mayor cantidad de producción artística del Ecuador y el mundo; pues por ejemplo, en 1913, nació ‘El Telégrafo Literario’ que, pese a circular solo 4 meses, se constituyó en el principal exponente de la corriente modernista de la época.
Pero fue en 1931 cuando EL TELÉGRAFO se estableció como el vocero fundamental de lo que podría denominarse “periodismo cultural”. En esa fecha surgió, gracias a la iniciativa de José Santiago Castillo, el suplemento ‘Semana Gráfica’, que reemplazó a las publicaciones de ‘El suplemento de El Telégrafo’,aparecido en 1902, y al ya mencionado ‘El Telégrafo Literario’. ‘Semana Gráfica’ rápidamente se transformó en el faro de la cultura ecuatoriana, tanto por su calidad en contenidos y colaboradores, como por su diseño.
Orígenes de un diario liberal
La historia del diario, fundado el 16 de febrero de 1884 por Juan Murillo Miró, hijo de Manuel Ignacio Murillo (fundador de la imprenta en Guayaquil y editor del primer periódico de esa ciudad, El Patriota), estuvo relacionada, especialmente, con el devenir político y cultural del Ecuador.
Desde sus inicios, como lo apunta el historiador José Antonio Gómez Iturralde, en su detallado libro Los periódicos guayaquileños en la historia, 1821 - 1997, EL TELÉGRAFO se estableció como un medio liberal y, por lo tanto, de oposición frontal al Gobierno de José Plácido Caamaño. Junto con el Partido Liberal y el resto de la prensa guayaquileña, el diario “reclamaba por la vía pacífica el derecho a oponerse a la elección del señor Caamaño como presidente de la República. Pero la respuesta de este, una vez en el cargo no se hizo esperar, al desencadenar una serie de atropellos y violaciones a la Constitución que acababa de ser sancionada”.
Entre varios de esos atropellos, según cuenta Gómez Iturralde, consta la acción naval de Jaramijó y el fusilamiento de Nicolás Infante, hechos que movilizaron a la ciudadanía y a la opinión pública, incluido el editorial de EL TELÉGRAFO del 5 de enero de 1885 en el que se rechazaban enérgicamente estos sucesos.
Fue ahí cuando las oficinas del diario se convirtieron en una suerte de centro de conspiración, lo que ocasionó que el periódico fuera tachado de enemigo del régimen y que el control y la vigilancia sobre sus actividades aumenten. Los trabajadores de EL TELÉGRAFO estaban seguros de que se rodeaban de personas leales a su causa, pero, como narra Gómez Iturralde, descubrieron que había un espía (que resultó ser un ciudadano chileno) en la redacción, y gracias a la información que filtró, se apresó y desterró a Chile a Juan Murillo. Por su parte, la policía hizo un registro de las oficinas para confiscar la documentación “peligrosa”. De todos modos, el propio Juan Murillo contó en 1899, que los papeles comprometedores que poseía el diario siempre estuvieron bien guardados y que él los recuperó a su retorno.
Pero no solo se desterró al director del diario, sino que se encarcelaron a su redactores; y el último ejemplar de EL TELÉGRAFO, de esa primera época, circuló el 3 de julio de 1886, con el número 607. Miguel Ángel Carbo quedó a cargo del taller, pero inmediatamente dejó de funcionar, y fue adquirido por la empresa editora del diario El Globo.
Por su parte, en Chile, Juan Murillo escribió Historia del Ecuador de 1867 a 1888 y la biografía de Pedro Moncayo y, por encargo de sus aliados en Ecuador, investigó y encontró la documentación que permitió informar sobre el caso de ‘La venta de la bandera’ a la prensa guayaquileña.
Cuando se produjo la dimisión del general Reinaldo Flores como gobernador del Guayas (uno de los hijos del general Juan José Flores), empezó el final del régimen conservador en Guayaquil y el inicio de la Revolución Liberal, cuyo triunfo se materializó el 5 de junio de 1985 cuando Eloy Alfaro fue proclamado como Jefe Supremo.
En ese contexto se abrieron las puertas del país para quienes habían sido desterrados, pero muchos de ellos permanecieron en el exterior hasta después de 1895, entre ellos, Juan Murillo Miró, que regresó en 1896 y acto seguido inició las acciones para reabrir el diario y adecuar los talleres de impresión; ahora el administrador de EL TELÉGRAFO era José Abel Castillo. El primer número de su segunda circulación apareció el 14 de octubre de 1896.
Bajo la dirección de Murillo y Castillo, el diario recuperó su público y el peso en la escena política nacional, y en 1898, mejoró su edición mediante la importación de nuevas maquinarias, lo que le permitió también editar libros y otro tipo de impresos. En 1899 Juan Murillo se desplazó a Quito para asumir el cargo de director de la Escuela de Artes y Oficios, y el periódico quedó a cargo de José Abel Castillo, quien inmediatamente compró la empresa y se convirtió en el único propietario.
El 7 de enero de 1899, EL TELÉGRAFO empezó su circulación bajo la dirección de Castillo, a la vez que se conmemoró el XV año de su fundación, por lo que decidieron cambiar su formato y editarlo en la imprenta El Grito del Pueblo. Camilo Destrugue, refiriéndose a José Abel Castillo, dijo: “Aunque no era un periodista profesional, resultó un hábil y acertado administrador que desde los primeros días llevó a El Telégrafo en prosperidad creciente”.
El diario se jugó siempre por la creatividad y la cultura
“Por las mañanas / Mi pequeñuelo / Me despertaba / Con un gran beso. / Puesto a horcajadas / Sobre mi pecho, / Bridas forjaba / Con mis cabellos. / Ebrio él de gozo, / De gozo yo ebrio, / Me espoleaba”. En una edición de 1901 de EL TELÉGRAFO se lee este verso de José Martí a su hijo. Con esta publicación, el diario expresaba su interés por recoger el trabajo creativo de los artistas nacionales y extranjeros más difundidos de la época, pero, además, contaba con espacios para reflexionar, de una manera lúdica, sobre aspectos de la cotidianidad, como los que aparecían en la columna ‘Miercoladas’, en la que un tal Monchercito, por ejemplo, hablaba sobre las ventajas de un hombre al tener una barriga.
También, el periódico tenía un espacio permanente llamado Folletín, en el que diversos autores publicaban fragmentos de sus novelas en entregas diarias. Ahí aparecen los nombres de Jorge Ohnet, Franciso Acebal, Delfín Fernández y González, Luis A. Borja y Rubén Darío, entre otros, incluidas autoras. En este punto, llama la atención que en varias portadas del diario se haya dado particular atención a noticias internacionales sobre el devenir del feminismo; igual sucedía con los perfiles que se hacían de mujeres destacadas en el campo de la ciencia, la filosofía y la política, como Emma Goldman, Marie Curie o Zoila Ugarte de Landívar.
El 9 de octubre de 1913 aparece ‘El Telégrafo Literario’, que circuló 4 meses, y difundió la corriente modernista. El último número salió el 22 de enero de 1914 y exhibió en la primera plana una gran fotografía de Wenceslao Pareja, médico y poeta cuyas obra fueron publicadas en el medio.
El suplemento surgió de la iniciativa de algunos jóvenes que lo redactaron bajo la dirección de Manuel Eduardo Castillo, José Antonio Falconí Villagómez y Miguel Granada y Guarnizo. Como señala Gómez Iturralde: “En El Telégrafo Literario, se aglutinó la intelectualidad del puerto, en cuyas páginas se manifestaban sus talentos, destacando su accionar en la sección dirigida por Adolfo H. Simonds, titulada La joven poesía de América, en la cual, como lo expresaba su título, se reproducían las obras de los más destacados poetas de Europa e Hispanoamérica”.
Tal fue su repercusión, que el domingo 25 de enero de 1998, EL TELÉGRAFO, en el suplemento ‘Semana Gráfica’, rememoró a Medardo Ángel Silva por el centenario de su nacimiento de la siguiente manera: “En 1913, llegó una colaboración espontánea de un muchacho de apenas 15 años. El soneto era de una técnica y elaboración tan perfectas, que los editores consideraron que más parecía una acertada traducción de Heredia, y no lo publicaron. Por ello, el nombre de Medardo Ángel Silva no apareció en las columnas de El Telégrafo Literario”.
Como recuerdan varios historiadores, esa primera manifestación cultural provocó que más tarde apareciera ‘Los Jueves Literariosde El Telégrafo’, dirigido por el propio Medardo Ángel Silva, quien, desde 1915 hasta su muerte en 1919, publicó parte de sus creaciones en prosa, crónica, poesía y crítica literaria.
El poeta periodista: Medardo Ángel Silva
Antes de ingresar como editor del diario, Medardo Ángel Silva ya había hecho periodismo. En 1917, trabajó como director en lasrevistas España y Ateneo, la que al parecer solo tuvo un número de circulación, como sucedía con muchas publicaciones literarias en esos tiempos. También, había publicado sus primeros poemas en la Revista Literaria Juan Montalvo, dirigida por el poeta José Buenaventura Navas, mientras que en la sección ‘Folletín’, en EL TELÉGRAFO, apareció del 26 al 29 de enero de 1919, su novela corta María Jesús, que describía el ambiente campesino del litoral.
Abel Romeo Castillo escribió el 16 de febrero de 1959, con motivo de las bodas de diamante de EL TELÉGRAFO, un extenso y acertado perfil sobre el vate guayaquileño y su vínculo con el diario, y lo recordó como un asiduo concurrente a la tertulia literaria periodística de la época que se reunía, casi todas las noches, en la antigua redacción ubicada en la calle Aguirre, y a la que concurrían personalidades como Alfredo Baquerizo Moreno, Modesto Chávez Franco, Francisco Falquéz Ampuero y jóvenes redactores o colaboradores del diario, o simples amigos de la casa, como José Antonio Falconí-Villagómez y Francisco Andrade Arbaiza, Adolfo H. Simmonds, Miguel Ángel Granado (…) y muchos más. “Todos eran acogidos con afectuosidad por el viejo director José Abel Castillo y los antiguos redactores”, recuerda Abel Romeo Castillo.
El 13 de marzo de 1919 se anunció el ingreso de Medardo Ángel Silva a la sección ‘Los Jueves Literarios de El Telégrafo’, con la siguiente nota editorial: “Desde el presente número reanudamos nuestra Página Literaria de los Jueves, que dirigirá en ausencia de Don Manuel Eduardo Castillo el escritor Don Medardo Ángel Silva. A los escritores nacionales ofrecemos de preferencia nuestras columnas, pues sería lo mas halagüeño para nosotros hacer dicha página con material exclusivamente de ingenios nacionales. También daremos en subsiguientes números una serie de ‘interviews’ de prestigiosos escritores del país”.
En ese mismo número apareció un mensaje de Medardo Ángel Silva, titulado ‘A los poetas de mi Patria’, que ya había aparecido anteriormente en la Revista Patria, y en la edición del 9 de abril de ese año, surgió por primera vez la sección ‘Al Pasar’, suscrita con el seudónimo Jean d’AGREVES, en un artículo titulado ‘La Ciudad Delincuente’.
Dice Abel Romeo Castillo que “el poeta ocupó un escritorio propio en la vieja redacción del diario, en aquella inolvidable sala, a nivel de la calle, baja de techo, pero en que las paredes y los cielos rutilaban paisajes imaginarios, claros y alegres cuadros murales pintados al óleo. Allá llegaba Medardo Ángel Silva diariamente, a pasar en limpio sus poemas, seguramente escritos en la vigilia anterior y que copiaba en tinta, con letra bien perfilada, pero rápida y nerviosa… y también, desde luego, a escribir las crónicas de su sección cotidiana de comentarios de la actualidad nacional y extranjera…”
Medardo Ángel Silva, según cuentan, acudía a la oficina del diario sin falta las tardes de los miércoles para supervisar el armado de la página de ‘Los Jueves Literarios’ y los sábados para hacer lo mismo con otra página que aparecía al día siguiente y que se llamaba ‘Para la Mujer y el Hogar’.
Don José Vicente Peñafiel, un viejo redactor de EL TELÉGRAFO, fue consultado por Abel Romeo Castillo sobre el recuerdo de Medardo Ángel Silva, y este le contó que “algunas semanas antes de su fatal determinación, llegó una tarde a la redacción haciendo gala de su habitual buen humor y después de conversar con Peñafiel en la puerta de la entrada, en el zaguán del periódico, se acercó a la Caja para solicitar un ‘suplido’ – o sea un adelanto pecuniario de su sueldo semanal-; pues manifestó que deseaba ir al cine aquella tarde. Al buscar el papel y lápiz para escribir un pedido, sacó del bolsillo de su americana varios papeles e implementos, entre los que aparecieron varias cápsulas de revólver que rodaron sobre la tableta de la ventanilla y que el poeta recogió con presteza y volvió a guardar apresuradamente. Para luego decir a Peñafiel y al cajero -quienes se mostraron sorprendidos de aquel hallazgo- sin dar importancia al suceso y sin perder su habitual sonrisa que esas balas ‘lo acompañaban siempre’ (Ya veremos más tarde, al hablar de su trágica muerte, cómo, al hacérsele el reconocimiento y registro de sus ropas se le encontraron en el bolsillo del pantalón dos balas del mismo revólver Smith & Wesson, calibre 38, con que se quitó la vida)”.
Un mes antes de su muerte, en una crónica sobre el estreno de una película, el poeta dijo: “Mi amor a la penumbra me hace habitúe al cinema”.
El referente del periodismo cultural en el Ecuador: ‘Semana Gráfica’
‘Semana Gráfica’ fue una publicación sabatina vespertina, cuyo primer número circuló el sábado 6 de junio de 1931 como suplemento de EL TELÉGRAFO. Su aparición se debió a la iniciativa de José Santiago Castillo.
La portada marcó un hito en el periodismo cultural, pues aparecía cubierta por una reproducción a todo color del lienzo ‘La Crucifixión’, deRubens, y en su página editorial se dijo: “El ritmo de la época exige imperiosamente órganos de publicidad que sinteticen la noticia gráfica local y mundial; el arte pictórico, de hoy y de todos los tiempos, en páginas de nítida e impecable presentación; el humorismo ingeniosos, vivo, aleteante, y el cuento corto con el comentario amable y ligero. Y todo esto en breves páginas de una revista que distraiga y que no quite el tiempo. Tal es nuestro programa…”.
De esta forma ‘Semana Gráfica’condensó en sus páginas a los jóvenes integrantes del Grupo Guayaquil: José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Alfredo Pareja Diezcanseco, Enrique Gil Gilbert, Demetrio Aguilera Malta; y de otros de esa generación que buscaban fortalecerse en el entorno literario como Pablo Palacio, Leopoldo Benítez Vinueza, Ángel F. Rojas, Antonio Bellolio, Benjamín Carrión, Humberto Salvador, Nicolás Kingman. También, las mujeres encontraron en la revista el espacio para difundir su pensamiento feminista y su producción poética y narrativa, como Rosa Borja de Icaza, Carolina Febres-Cordero y Aurora Estrada de Ramírez. Y, el humor gráfico de Virgilio Jaime Salinas fue muy bien recibido por el público.
A su vez, imágenes de celebridades mundiales del cine como Marlene Dietrich, Carole Lombard, John Barrymore, Gary Cooper, Clarck Gable ocupaban un buen espacio en sus ediciones. Las obras de los grandes maestros de la pintura se las reproducía a todo color en sus portadas, contraportadas y páginas interiores, de esa forma, aparecían artistas como Manet, Tiziano, Velásquez, Gauguin, Rivera y muchos más.
‘Semana Gráfica’ circuló hasta 1939 y dejó un gran vacío en el entorno cultural del Ecuador. Sin embargo, 48 años más tarde, después de una paralización de pocos meses del diario, con el motivo de cambiar sus viejas rotativas por unas más modernas, el 18 de octubre de 1987, EL TELÉGRAFO fue reabierto con nuevos propietarios, y también resurgió ‘Semana Grafica’, pero ya no como una revista independiente, sino como un suplemento dominical, con temas vinculados a la ciencia, literatura, familia y hogar. Este formato se mantuvo hasta el 16 de junio de 1991.
Finalmente, el 23 de febrero de 1997 apareció con una nueva modificación; mostró en su primera página -como apunta Gómez Iturralde- la noticia de la muerte de Den Xiaoping, y en las páginas interiores le dedicó un gran ensayo.
Bibliografía
1. José Antonio Gómez Iturralde, Los periódicos guayaquileños en la historia, 1821 - 1997 (Tomo I, II y III).
2. Hemeroteca oficial de Diario EL TELÉGRAFO.
3. Hemeroteca del Centro Cultural Benjamín Carrión. Agradecimiento especial a Raúl Pacheco.
4. Gustavo Arboleda, El periodismo en el Ecuador.
5. Juan B. Ceriola, Compendio de la historia del periodismo en el Ecuador.
6. Camilo Destrugue, Historia de la prensa de Guayaquil.
7. Carlos Rolando, Cronología del periodismo ecuatoriano: seudónimos de la prensa nacional.
8. Fernando Balseca, Medardo Ángel Silva y la modernidad.
9. Medardo Ángel Silva, María Jesús.