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Teatro

La soledad de los muñecos inflables: decirse las cosas con otra boca

La soledad de los muñecos inflables: decirse las cosas con otra boca
Foto: Cortesía / Julián Martínez
23 de junio de 2018 - 00:00 - José Miguel Cabrera Kozisek

Una promesa se queda sistemáticamente sin cumplir. La duda que va surgiendo poco a poco es: de quién realmente es esa promesa. Montse Serra interpreta a Gabriela, una mujer que se ha quedado sola, que la vemos esperando todo el tiempo a su esposo y a su hija, y que, mientras, empieza a hablar consigo misma y, como para que no se diga que está loca, también habla con alguien más: los muñecos inflables a los que les pone voz.

Gabriela tiene 49 años, y su hija y su marido la han abandonado, o al menos, eso es lo que ella quiere creer.

Desde el inicio de la obra, hay un transitar difuso entre el artificio y la realidad. La actriz entra y se dirige al público. Es Montse Serra quien le pide a la gente que ha venido a verla que por favor apaguen sus celulares, porque molestan. Después de ese mensaje inicial, sigue siendo Montse Serra quien indica el mobiliario invisible —y traspasable— que compone el escenario (una refrigeradora, un televisor y un teléfono inalámbrico). Pero no queda muy claro el momento exacto en el que deja de ser la actriz para convertirse en el personaje.

No se trata precisamente de una cosa aislada, todo el tiempo Gabriela está rompiendo el artificio, enfatizando, con alguna que otra reflexión, que aquello es teatro y que ella lo sabe. Pero, eso sí, otra lectura es posible: para Gabriela, la vida es teatro.

No es difícil imaginar este último escenario, tratándose de una mujer que enfrenta la soledad inventándose una pareja, un muñeco inflable que le dice a Gabriela todo lo que ella no quiere escuchar. Aún así, ella no duda en ponerle voz: No hay nada más brutal que la soledad, ni siquiera el conflicto. Ni siquiera la verdad.

La soledad de los muñecos inflables opera en distintos niveles: el drama de la soledad, la exageración al estilo de las sitcoms americanas (que viene siempre del televisor imaginario), la ruptura constante del artificio del teatro. Hasta se inventa a los personajes para generar el siempre necesario conflicto narrativo. Y con todos esos elementos, la obra tiene picos de humor y de intensidad.

Tal vez la escena más intensa es la del «momento de filosofía etílica», en el que un personaje en total estado de ebriedad demuestra más claridad de pensamiento que la pobre Gabriela (en total estado de soledad), quien todo el tiempo se cuestiona a sí misma. Lo curioso es que esta cultureta alcoholizada no sea otro muñeco inflable, sino la actriz cambiando de postura y de lugar.

Luego de haberse dicho todo el tiempo que se merecía haberse quedado sola a través de muñecos inflables, ahora lo hace ella misma.

Escrita por el dramaturgo Julián Martínez, La soledad de los muñecos inflables, que es protagonizada por una mujer —pero que podría haber sido interpretada por un hombre— trata de «una persona que se cuestiona sus lados más oscuros». (I)

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Este unipersonal se presenta en Estudio Paulsen (Las Peñas) de jueves a sábado a las 21:00. Las funciones se realizarán hasta el 30 de junio.

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